(RV).- (Con audio) “Donde está Jesús
siempre hay humildad, docilidad y amor”. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía
de la Misa de la mañana de este martes 3 de septiembre en la Casa de Santa Marta.
El Obispo de Roma recalcó la distinción entre la “luz tranquila” de Jesús que habla
a nuestro corazón y la luz del mundo, una “luz artificial” que nos vuelve soberbios
y orgullosos.
La identidad cristiana es “una identidad de la luz no de las
tinieblas”. El Papa Francisco desarrolló su homilía partiendo de las palabras de
San Pablo dirigidas a los primeros discípulos de Jesús: “Ustedes hermanos no pertenecen
a las tinieblas, todos ustedes son hijos de la Luz”. Esta Luz, observó el Santo Padre,
“no ha sido bien recibida por el mundo”. Pero Jesús, puntualizó, ha venido precisamente
para salvarnos del pecado, “su Luz nos salva de las tinieblas”. Por otra parte, agregó,
hoy “se puede pensar que haya la posibilidad” de tener la luz “con tantas cosas científicas
y tantas cosas de la humanidad”:
“Se puede conocer todo, se puede tener
ciencia de todo e iluminación sobre las cosas. Pero la luz de Jesús es distinta. No
es una luz de la ignorancia, ¡no! Es una luz de sapiencia y de sabiduría, pero es
diferente a la luz del mundo. La luz que nos ofrece el mundo es una luz artificial,
tal vez fuerte – ¡aquella luz de Jesús es más fuerte, eh! – fuerte como fuego de artificio,
como un flash fotográfico. En cambio la luz de Jesús es una luz suave, es una luz
tranquila, es una luz de paz, es como la luz en la noche de Navidad: sin pretensiones”.
El
Papa continuó explicando que es una luz que “se ofrece y da paz”. La luz de Jesús,
prosiguió, “no da espectáculo, es una luz que viene en el corazón”. Sin embargo, advirtió,
“es verdad que tantas veces el diablo viene disfrazado de ángel de luz: a él le gusta
imitar a Jesús y se hace bueno, nos habla tranquilamente, como le habló a Jesús tras
el ayuno en el desierto”. He aquí por qué debemos pedir al Señor “la sabiduría del
discernimiento para conocer cuándo es Jesús que nos da la luz y cuándo es justamente
el demonio, disfrazado de ángel de luz”:
“Cuántos creen vivir en la luz
y están en las tinieblas, pero no se dan cuenta. ¿Cómo es la luz que nos ofrece Jesús?
La luz de Jesús podemos conocerla, porque es una luz humilde, no es una luz que se
impone: es humilde. Es una luz apacible, con la fortaleza de la mansedumbre. Es una
luz que habla al corazón y es también una luz que te ofrece la Cruz. Si nosotros en
nuestra luz interior somos hombres dóciles, sentimos la voz de Jesús en el corazón
y miramos la Cruz sin temor: aquella es la luz de Jesús”.
Pero si, en
cambio, viene una luz que te “vuelve orgulloso”, advirtió el Papa, una luz que “te
lleva a mirar a los demás desde lo alto”, a despreciar a los demás, “a la soberbia,
esa no es la luz de Jesús: es la luz del diablo, disfrazado de Jesús, de ángel de
luz”.
El Pontífice indicó así el modo para distinguir la verdadera luz de
la falsa: “Siempre donde está Jesús hay humildad, docilidad, amor y Cruz”. Jamás,
recalcó Francisco, “encontraremos un Jesús que no sea humilde, dócil, sin amor y sin
Cruz”. Entonces debemos ir tras Él, “sin temor”, seguir su luz porque la luz de Jesús
“es bella y hace tanto bien”. En el Evangelio de hoy, concluyó el Obispo de Roma,
Jesús expulsa al demonio y la gente está desorientada por el temor frente a una palabra
que expulsa a los espíritus impuros:
“Jesús no tiene necesidad de un ejército
para expulsar a los demonios, no necesita de la soberbia, no tiene necesidad de la
fuerza, del orgullo. ‘¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus
impuros, y ellos salen!’ Es una palabra humilde, dócil, con tanto amor; es una palabra
que nos acompaña en los momentos de Cruz. Pidamos al Señor que hoy nos dé la gracia
de su Luz y que nos enseñe a distinguir cuando la luz es de Él y cuando es una luz
artificial, hecha por el enemigo, para engañarnos”.