María abre la puerta del Cielo a la humanidad. Humildad contemplativa, en el amor
del Señor, exhorta Papa Francisco a las Clarisas
(RV).- (con audio) Antes
de la Santa Misa de la Solemnidad de la Asunción de María, en Castel Gandolfo, el
Santo Padre mantuvo un encuentro con las Clarisas del Monasterio de la Inmaculada
Concepción, de Albano Lacial. Es la segunda vez – la primera fue el pasado 14 de julio
- que el Papa Bergoglio visita a las religiosas de esta comunidad de clausura, que
se encuentra en el territorio de las villas pontificas, donde se reza por el Sucesor
de Pedro, por la Iglesia y por la humanidad. La Madre abadesa, María Assunta y la
Madre vicaria, sor María Concetta, fueron entrevistadas por Sergio Centofanti.
La
Madre María Assunta destaca su gran alegría junto con la de toda la comunidad Clarisa
y la exhortación del Santo Padre:
«Es difícil expresar los sentimientos vividos
en este breve e intenso encuentro. Lo que nos dejó el Santo Padre es la exhortación
a vivir plenamente nuestra vocación, en fidelidad a nuestro carisma. En la sencillez,
en lo esencial, en la pobreza, que nos hace sentir hermanas. Una búsqueda intensa
para vivir una relación fundada en el amor del Señor. Como expresa el mismo Santo
Padre con su persona: una humanidad muy rica, que no se queda en lo accesorio, que
es profunda y crea relación. Son palabras que él nos dijo, estando entre nosotras
con aquella sencillez que revela su gran profundidad. ¡Es difícil expresar lo bello
e intenso de este encuentro! ¡Una alegría y una energía que nos recuerda una responsabilidad
auténtica, verdadera, nuestra respuesta al Señor, por la Iglesia y por el Santo Padre!».
Sor
María Concetta cuenta una cosa simpática que les dijo el Papa Francisco sonriendo,
sonrisa que se contagió entre las Clarisas, hablando de la Madre de Dios, que abre
la puerta del Cielo para que entre toda la humanidad:
«Vimos al Papa muy sereno
y tranquilo, como si no tuviera compromisos y cosas que hacer. Nos habló – de una
forma entrañable que nos impactó mucho – de María, en esta Solemnidad de la Asunción.
La mujer consagrada es un poco como María. Nos contó algo simpático, lindo, sonriendo
y haciendo sonreír a todos: María está en el Paraíso detrás de la puerta; San Pedro
no siempre abre la puerta cuando llegan los pecadores y entonces María sufre un poco,
pero se queda allí. Y de noche, cuando se cierran las puertas del paraíso, cuando
nadie ve, ni oye, María abre la puerta del Paraíso y hace que entren todos. En estas
palabras vimos nuestra misión. Nuestra vocación a la vida contemplativa, de clausura,
que hoy no se comprende ¡pero no importa! ¿Qué es lo esencial? ¿Cuál es el objetivo
de esta vida y vocación? Creo que es lo que el Papa nos dijo en pocas palabras. En
el silencio, en la oscuridad, de noche, cuando nadie ve, nadie sabe, nadie oye...
¡cuánta gente pasa delante de los monasterios de vida contemplativa y no sabe quién
está dentro y qué hace! En este silencio, en esta noche, se desarrolla nuestra misión:
abrir las puertas del Paraíso para que entre toda la humanidad, todos los hombres,
hermanos y hermanos, que quizá ni conocen ni han recibido el don de la fe. Como María,
abrir aquella puerta; dar confianza y esperanza. Nadie sabe... pero no nos importa
¡Lo sabe Dios, lo sabe María!».