(RV).- (Audio): Hasta los Pentecostales
se hicieron bendecir rosarios por Francisco en la favela Varginha de Río de Janeiro. Muchas
cosas relata con gusto y alegría Papa Francisco, haciendo memoria de su viaje a Brasil
por la Jornada Mundial de la Juventud, entre ellas su entrada en el templo Pentecostal
de la favela. Refiere que mientras iban caminando, saludando a la gente, alguien a
su lado le indicó que estaban pasando frente al templo Pentecostal lleno de gente.
Los pentecostales son de los nuevos movimientos religiosos cristianos. Francisco se
detuvo y entró. Cuenta que todos lo recibieron con mucho respeto y alegría. Entonces,
Francisco los invitó a rezar un padrenuestro. Inmediatamente después -relató el mismo-
gritaron ¡Viva el Papa! y ellos, que teóricamente rechazan el culto a las imágenes,
sacaron rosarios y le pidieron que se los bendijera. Algún entendido afirma que
estas personas han sido católicas y que por una u otra causa se fueron y entraron
en estos movimientos religiosos. Siguen siendo cristianos y el sustrato, la base,
es el catolicismo, en tantos hombres y mujeres latinoamericanos donde el 80 % es bautizado
en la Iglesia Católica. La actitud de Francisco que recibe a todos, dialoga e interactúa
con todos, pensando en la enorme dignidad de la persona humana y en el bien de todos,
es algo que ayuda mucho a pensar, a unir a la gente, a vivir como hermanos. El
Protocolo de Francisco
(RV).- (Audio) Es un problema para
algunos que Francisco sea un Papa fuera de protocolo. A los que necesitan del protocolo
para distinguirse y hacer valer su importancia, su poder y autoridad; a los que dan
más importancia al aparecer y parecer que al ser, el modo de ser y proceder de Francisco
al margen del protocolo, los saca de quicio porque los deja afuera.
Sin embargo,
el Obispo de Roma, tiene un protocolo y habló de este protocolo, ciertamente distinto,
durante el encuentro con los jóvenes argentinos en la JMJ, el jueves 25 de julio,
cuando después de la visita a la “favela” de Varginha, pasó por la catedral de Río
de Janeiro para ver, saludar, compartir con sus paisanos. Allí Francisco, después
de decirles a los jóvenes que quería lío, “¡quiero que la Iglesia salga a la calle!
¡Quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación,
de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados
en nosotros mismos”, dijo y se preguntó: “¿Qué tenemos que hacer, padre?”, “Mirá –respondió-,
leé las Bienaventuranzas que te van a venir bien, y si querés saber qué cosa práctica
tenés que hacer, leé Mateo 25, que es el protocolo con el cual nos van juzgar,
con esas dos cosas tienen el programa de acción”.
Para el que sabe oír o leer
está bien claro: el protocolo de Francisco es el Evangelio donde Jesús habla del juicio
último y dice: “Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber;
fui forastero y me recibieron; desnudo y me vistieron; enfermo y preso y me visitaron…
Lo que hicieron con uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron. (Cfr. Mateo
25,31-46)
El que quiera entender que entienda. Se trata de un protocolo ciertamente
diferente al que esperan algunos. Se trata del protocolo del amor, de la caridad que
nos pide Jesús con el hermano.
REFLEXIONES EN FRONTERA jesuita
Guillermo Ortiz
Jesús y su Iglesia en el centro, no el jesuita, dijo Francisco
(RV).-
(con audio) Como un jesuita más
entre los tantos jesuitas que hoy concelebramos, Papa Francisco presidió la misa del
31 de julio, fiesta de San Ignacio de Loyola, en la Iglesia del Gesù en Roma, sin
séquito ni pompa. Como un hermano; un compañero más en la comunidad grande de la Compañía
de Jesús.
Como un padre nos habló de la doble centralidad en la vida de jesuita
y de la Compañía de Jesús: la centralidad del misterio de Jesús y la centralidad de
la Iglesia frente a mis propio querer e interés. ¿Jesús es realmente el centro de
mi vida? se preguntó, para invitarnos a dejarnos conquistar por Cristo para afrontar
el futuro. Poniéndose también él la pregunta recordó lo de san Ignacio en los Ejercicios
Espirituales frente a Jesús crucificado: “¿Qué hice por Cristo, qué hago por Cristo,
que haré por Cristo?”.
El jesuita Obispo de Roma insistió también en la “vergüenza”
que siente el jesuita por no estar a la altura; de la vergüenza que viene del coloquio
de misericordia con Jesús; ante la desproporción entre su sabiduría y mi necedad,
su bondad y mi malicia. Pero reconociendo que somos vasijas de barro que llevan un
tesoro. Fuera del texto preparado, el Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo dejó
dos imágenes fuertes para la Compañía. Dijo que le hacía bien pensar en el atardecer
de la vida del jesuita, en san Francisco Javier que muere sin nada mirando hacia China,
ardiente en su deseo de evangelizar y en el atardecer ejemplar del padre Pedro Arrupe.
Su
presencia natural, sencilla; sus gestos, su voz hablaron también de la centralidad
de Cristo y de la Iglesia en la vida misma de Francisco; el jesuita Papa.