(RV).- Así se presentaba
la noche del sábado la Avenida Atlántica y las calles paralelas al paseo marítimo
de Copacabana, y buena parte de su playa de 4 km de longitud, tras la vigilia que
presidió el Papa Francisco.
Como rebaños de ovejas, sí, porque estos más de
dos millones de jóvenes de los cinco continentes, con gran creatividad, se sirvieron
de las barreras metálicas de contención, que la policía había predispuesto anteriormente
para delimitar el paso del papamóvil, y dibujaron en las calles principales lo que
parecían “corrales ordenados”, donde colocar sus bolsas de dormir, plantar las banderas
de pertenencia y las cruces o imágenes de María, distintivas de su procedencia, y
con el sencillo objetivo de dormir unas pocas horas, al menos hasta el alba, en que
la policía volvió a apropiarse de sus vallas, y en espera de su Pastor.
La
mañana del domingo esta multitud de jóvenes peregrinos superó los tres millones de
participantes en la Misa conclusiva que el Papa presidió en la playa de Copacabana.
Este mar desbordante, unido por la certeza de pertenecer a un único Maestro,
a Jesús vivo, presente en la historia de cada uno, dio la bienvenida a Francisco bailando
al unísono, en una coreografía de homenaje a su Pastor.
También los 12.000
sacerdotes, religiosos y religiosas, con los 1500 obispos presentes realizaron esos
pasos sencillos, levantando sus brazos, saltando, y cantando la canción titulada “Francisco”,
que habían ensayado horas antes batiendo el récord del mayor "flashmob" del mundo.
No
tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales,
también a quien parece más lejano o más indiferente, dijo el Papa a los jóvenes en
su homilía. Y al preguntarse cuál es el instrumento mejor para evangelizar a los jóvenes,
respondió: ¡otro joven!
Sumamente conmovedora la imagen del ofertorio, en
que los padres de una niña que nació con anencefalia y a quien Francisco conoció el
sábado, la presentaron en el altar como signo de vida, puesto que desatendiendo el
consejo de los médicos rechazaron el aborto…
Desde Río de Janeiro, María Fernanda
Bernasconi, RV