Ochenta mil muertos como “efectos colaterales” del conflicto en Siria
Actividades de la Santa Sede
(RV).- (Con audio) “Acoger a Cristo
en los refugiados y en los desplazados forzosos. Orientaciones pastorales” es el título
del documento elaborado por los Pontificios Consejos para la Pastoral de los Emigrantes
e Itinerantes y “Cor Unum” y presentado el pasado 6 de junio en la Oficina de Prensa
de la Santa Sede por los cardenales Antonio Maria Veglió y Robert Sarah, presidentes
respectivamente de uno y otro dicasterio. También han participado en la presentación
Johan Ketelers, Secretaria general de la Comisión Internacional Católica para las
Migraciones (CICM) y Katrine Camilleri, subdirectora del Jesuit Refugee Service
en Malta y Premio Nansen del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados
(ACNUR-UNHCR) en 2007.
“Nuestro documento - ha explicado el cardenal Veglió
- es una guía pastoral que parte de una premisa fundamental... la de que cada política,
iniciativa o intervención en este ámbito debe inspirarse en el principio de la centralidad
y la dignidad de la persona humana... En efecto este es el fulcro de la Doctrina Social
de la Iglesia: “cada uno de los seres humanos es el fundamento, la causa y el fin
de toda institución social”. Por lo tanto, los refugiados, los que piden asilo y los
desplazados son personas cuya dignidad debe tutelarse, más aún, debe considerarse
una prioridad absoluta. Ese es el motivo por el que el documento recuerda los derechos
reconocidos a los refugiados y que promueven el bienestar del individuo y que están
descritos en la Convención sobre los Refugiados de 1951”.
“Los gobiernos deberían
respetar esos derechos, mientras habría que estudiar una ulterior expansión de los
mismos a las personas que son sujeto de las migraciones forzosas. Debe garantizarse
la protección a todos los que viven en condiciones de migración forzosa, teniendo
cuenta de las exigencias específicas que pueden ir desde el permiso de residencia
para las víctimas de tráfico de seres humanos a la posibilidad de acceder a la ciudadanía
para los apátridas”, ha señalado el cardenal observando que, en cambio, cada vez es
más frecuente que los refugiados se vean sometidos a la detención restrictiva, al
internamiento en campos, a la limitación de la libertad de movimiento y del derecho
al trabajo.
“Sería muy distinto si los derechos reconocidos y declarados se
respetasen. Al fin y al cabo, los Estados han creado y ratificado estas convenciones
para garantizar que los derechos de los individuos no se queden solamente en ideales
proclamados y compromisos suscritos pero no cumplidos... La Iglesia, por su parte,
está convencida de que sea una responsabilidad colectiva, además de la de cada creyente,
la solicitud pastoral para todas las personas que, de diversas maneras, están involucradas
en las migraciones forzosas... En estrecha conexión con los valores morales y la visión
cristiana, queremos salvar vidas humanas, restituir la dignidad a las personas, brindar
esperanza y dar las adecuadas respuestas sociales y comunitarias. Dejarse interpelar
por la presencia de los refugiados, los que piden asilo y otras personas forzosamente
desarraigadas nos empujará a salir del pequeño mundo que nos es familiar, hacia lo
desconocido, en misión, en el valiente testimonio de la evangelización”, ha concluido
el prelado.
El cardenal Sarah se ha referido a los cuatro millones de desplazados
internos de Siria y ha recordado los 80.000 muertos, “efectos colaterales” del conflicto
en menos de dos años, señalando a este propósito que si hasta los años cincuenta la
proporción entre víctimas civiles y militares de las guerras era de 1 a 9, en la actualidad
esa cifra se ha invertido y decenas de miles de personas huyen intentando, “al menos
salvarse la vida”.
También ha citado a la población del Sahel, condenada al
hambre por la sequía y a las víctimas de los tornados en Estados Unidos, subrayando
que en cualquier latitud los seres humanos están a merced de la naturaleza de la que
en cambio” tendría que ser custodio y responsable”. El cardenal no ha olvidado a los
que, también en Europa, carecen de trabajo y están condenados a la “pobreza estructural
y a pagar en primera persona las decisiones políticas de los Estados”. Muchas de estas
personas eligen el camino de la emigración desencadenando el fenómeno de “fuga de
cerebros que empobrece ulteriormente a sus países de origen”.
En este estado
de cosas “la Iglesia interviene en diversos modos y según sus posibilidades, sobre
todo gracias a la obra de sus organismos caritativos y de sus voluntarios”. Pero “la
caridad se conjuga ante todo de forma singular... no es una ventanilla ni un registro
y los necesitados deben poder encontrarse en su camino con ek gesto y la palabra de
un “buen samaritano que tenga su mismo corazón porque se ha hecho semejante a él y
en él sirve a Cristo”. Del mismo modo la caridad “tiene una dimensión plural: el refugiado,
el pobre, el que sufre necesita una red de sostén eclesial que lo acoja e integre...
reconozca su dignidad y le haga sentirse parte de nuevo de la familia humana, en el
respeto de su identidad y de su fe” porque “la comunidad cristiana está llamada a
vivir la dimensión eclesial de la caridad”.
Producción de María Fernanda
Bernasconi. (hispano@vatiradio.va)
El espacio “Actividades de la Santa
Sede”, se transmite los martes en las emisiones informativas de las 17,30; 01,45 y
03,20 UTC