2013-07-09 12:37:16

Con Madera de Naufragios


REFLEXIONES EN FRONTERA,
jesuita Guillermo Ortiz

(RV).- RealAudioMP3 El bastón de pastor en forma de cruz que usó Papa Francisco en Lampedusa y también el altar y el ambón para la Palabra de Dios, están construidos con restos de barcas naufragadas. A la misma madera de las barcas, a las que se aferraron hasta último momento los náufragos que no lograron tocar el suelo firme y fueron ejecutados sin piedad y en extrema soledad por el mar implacable. En pedazos de estas maderas de las barcas deshechas que flotan en el mar se aferran algunos de los vivos, para rasguñar un testimonio de sus náufragos. Pero ¿náufragos de quién?

Solamente en la zona de Lampedusa hay muchísimo más de 20 mil ahogados. ¡Cuántos millones sumaran entre todos los mares y los pasos por tierra de migrantes, desplazados de su tierra, prófugos, refugiados, fugados, perseguidos por motivos económicos, políticos, religiosos. Tantas veces emigrados con sola la ilusión de un trabajo y una vida mejor para sus familias.
Entre los millones de migrantes secuestrados, vendidos ellos o sus órganos por tratantes, desaparecidos, asesinados, ahogados hay hombres y mujeres, niños, jóvenes, ancianos.

“¿Quién ha llorado estas muertes?” preguntó el Obispo de Roma, que llegó por mar al puerto en Lampedusa, como lo hicieron tantos años atrás sus abuelos y sus padres, casi al fin del mundo, a la Argentina, buscando también ellos una vida mejor. Tres veces, por lo menos, repitió la pregunta: “¿Quién ha llorado?” por estos que no lograron llegar.
“La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar solo en nosotros mismos nos hace insensibles al grito de los otros” explicó Francisco y recordó la pregunta de Dios a Caín: ¿Dónde esta tu hermano?, para afirmar que “esta no es una pregunta dirigida a otros, es una pregunta dirigida a ti, a mí, a cada uno de nosotros” y que cuando ellos no encuentran comprensión, recibimiento, solidaridad “sus voces suben hasta Dios”.

Naúfragos de su esperanza, inmigrantes cautivos de su condición, desterrados

REFLEXIONES EN FRONTERA
jesuita Guillermo Ortiz

(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 “Los tratantes nos dijeron que navegáramos siempre derecho, siguiendo esa estrella. De día la estrella no se ve. Nosotros dijimos: Vamos. O morimos o nos salvamos” relató un migrante clandestino, confesando que de once personas que salieron del norte de África solo se salvaron dos.

Lampedusa, es puerta de Europa para miles de migrantes, la Isla más al sur de Italia y a solo 113 kilómetros de África, en el corazón del Mar Mediterraneo, convertido hoy en cementerio de la vida y la esperanza de tantos.

“El cuerpo sin vida de un naufrago es un fracaso de la sociedad”, afirmó el párroco de la isla que escribió a Francisco invitándolo a visitarlos.

Es la vida en riesgo al límite. Lampedusa representa el riesgo de la vida de tantas personas en tantos lugares de tránsito del mundo. Veinte mil muertos registrados; 20 mil personas para quienes la tabla de salvación se convirtió en el mar en lápida de cementerio. Treinta mil personas rescatadas en el mar.

A las 9,26 de Roma, Papa Francisco arrojó en el mar Mediterráneo una corona de flores, en un momento de oración por los muertos. Y, en un viaje que es un acto de compasión, de piedad y claramente penitencial, de pedido de perdón, desembarcó en el Muelle Falovoro, el mismo de los migrantes, para encontrarse con los refugiados y rezar con ellos, por los muertos y pidiendo perdón junto a estos olvidados de todos, desterrados, no solamente aquí, sino en muchos lugares del mundo.

Contra la soledad y el mal, la fe nos hace familia que vence con el amor

REFLEXIONES EN FRONTERA
jesuita Guillermo Ortiz

(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 “El que tiene fe nunca está solo”, afirma la 1ra encíclica de Francisco. Y el mismo 5 de julio en el que fue presentada, el Obispo de Roma lo repitió cuando bendijo, dentro del vaticano, la imagen de 5 metros de san Miguel Arcángel. “En el camino y en las pruebas de la vida no estamos solos” afirmó Francisco y en la entronización y consagración del Estado de la Ciudad del Vaticano al ángel -que nos recuerda que Dios vence siempre cuando el diablo intenta-, expresó: “Le pedimos que nos defienda del Maligno y que lo expulse”.

En esta ocasión fue invitado por Francisco, Benedicto XVI que rezó junto a él. Y esto fue pocas horas antes de que se presentara la encíclica: “La Luz de la Fe”, iniciada por Benedicto XVI y terminada y firmada por Papa Francisco.

Mientras esto sucedía en la Sala de Prensa vaticana, Papa Francisco en audiencia con el cardenal Amato, hablaba sobre las canonizaciones de otros dos papas: Juan Pablo II y Juan XXII.

En estos días, cuatro padres, cuatro papas de la familia católica; dos en el cielo y dos en la tierra, nos hacen presente con vigor la fuerza victoriosa del amor de Dios, que por la fe nos hace una sola familia. Y que nuestra familia es fuerte contra el mal, como ya lo prometió Jesús cuando le dijo a Pedro: sobre la roca de tu fe edificaré mi iglesia y el poder del infierno no la derrotará, lo demuestra la unidad y la continuidad de la Iglesia con la sucesión apostólica. En ese caso con Papa Francisco y Benedicto XVI rezando juntos y con las próximas canonizaciones de Juan Pablo II y Juan XXIII.
¡Qué bueno y lindo para la familia!

“La fe no puede separarse del amor” afirma también la encíclica. Y podemos decir que Juan Pablo II fue un gran misionero de esta fe de la familia, mientras que a Juan XXII se lo llamó siempre: “el Papa Bueno”.










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