(RV).- (Con audio) El padre Antonio
Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio
de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando
de la nueva Evangelización.
Una nueva evangelización para que
nuestros pueblos renueven su fe en Jesucristo y en Él tengan vida
Realizo
una segunda recapitulación de estos mensajes sobre El espíritu de Aparecida.
La
vida en Jesucristo por obra del Espíritu Santo nos regala y compromete a reconocer
a Dios como Padre, y a reconocer en el otro/en los otros a un hermano, a nuestros
hermanos. Es el centro de la comunicación del Evangelio que el Pueblo de Dios, cada
uno de los bautizados, es llamado a interiorizar con alegría y confianza, y a entregar
con sencillez, coraje y paciencia como don para nuestros hermanos.
Esta iniciativa
de Dios pide cultivar una espiritualidad, un estilo de vida guiado por la fe
que anima continuamente la caridad en la esperanza que Dios es fiel, y acompaña el
caminar de su pueblo en su lucha por una vida más digna, en la justicia y la solidaridad
promoviendo la inclusión de todos. Ello exige una renovada actitud de conversión personal,
comunitaria y pone en revisión las estructuras o los medios con los que vive la comunidad
cristiana.
Entre las formas o medios de evangelización, se destaca el protagonismo
de los laicos en el ejercicio de la pastoral orgánica presidida por el obispo,
en comunión de misión con los presbíteros, los consagrados y las consagradas de la
comunidad diocesana. Las parroquias necesitan renovarse para una formación de los
fieles laicos que les anime, junto con los pastores, a construir comunidades vivas
y misioneras.
Este dinamismo desafía a los discípulos misioneros a estar
atentos a las necesidades, los deseos profundos y los grandes sufrimientos de
muchos hermanos en nuestros pueblos. Se trata de acompañarlos en la búsqueda de una
vida humana digna, desde la propia experiencia de ser amados y perdonados por el Señor.
Es la comunidad cristiana que se abre a sus hermanos en dificultad, para compartir
la propia experiencia de la esperanza ya sembrada por el Espíritu Santo en las personas
desde el bautismo, de testimoniar la fuerza transformante de la fe para suscitar la
reconciliación entre los enemistados, las ganas de vivir y de luchar a los desanimados,
y, juntos seguir colaborando con el crecimiento de las semillas del Reino de Dios
ya presentes en el mundo.
Aparecida en la Conclusión convoca a los
bautizados a comunicar la alegría de la vida en Cristo a los hermanos de nuestros
países.
“Esta V Conferencia, recordando el mandato de ir y de hacer discípulos
(cf. Mt 28,20), desea despertar la Iglesia en América Latina y El Caribe para un gran
impulso misionero. No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo
Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades
y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha
llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y de amor, de alegría y de esperanza!
No podemos quedarnos en espera pasiva en nuestros templos, sino urge acudir en todas
las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra,
que el amor es más fuerte que la muerte, que hemos sido liberados y salvados por la
victoria pascual del Señor de la historia, que Él nos convoca en Iglesia, y que quiere
multiplicar sus discípulos y misioneros en la construcción de su Reino en nuestro
Continente” (A 548).