A Dios se lo encuentra besando las llagas de Jesús en los hermanos más débiles, dice
el Papa en su homilía
(RV).- (Con audio y video) Para encontrar al
Dios vivo es necesario besar con ternura las llagas de Jesús en nuestros hermanos
hambrientos, pobres, enfermos y encarcelados: es cuanto dijo el Papa Francisco en
su homilía al celebrar esta mañana la Santa Misa en la capilla de la Casa de Santa
Marta, comentando el Evangelio propuesto por la liturgia del día en la fiesta de Santo
Tomás Apóstol.
Asistieron a esta celebración Eucarística diversos sacerdotes
y colaboradores del Consejo pontificio para el diálogo interreligiosos, guiados por
el Cardenal Jean-Louis Tauran, presidente de este dicasterio.
Jesús, después
de la Resurrección, se aparece a los Apóstoles, pero Tomás no está: “Ha querido que
esperara una semana – explicó el Papa Francisco –. El Señor sabe porqué hace las
cosas. Y a cada uno de nosotros da el tiempo que considera lo mejor para nosotros.
A Tomás le concedió una semana”. Jesús se revela con sus llagas: “Todo su cuerpo estaba
limpio, bellísimo, lleno de luz – subrayó el Pontífice – pero las llagas estaban
y están aún” y cuando el Señor vendrá, al final del mundo, “nos hará ver sus llagas”.
Tomás para creer quería poner sus dedos en estas llagas:
“Era un testarudo.
Pero, el Señor quiso precisamente a un testarudo para hacernos comprender una cosa
más grande. Tomás vio al Señor, fue invitado a poner su dedo en la llaga de los clavos;
poner su mano en el costado y no dijo: ‘¡Es verdad: el Señor ha resucitado!’. ¡No!
Fue más allá. Dijo: ‘¡Dios!’. El primero de los discípulos que confiesa la divinidad
de Cristo, después de la Resurrección. Y lo adoró”.
“Y así – prosiguió
el Papa – se comprende cuál era la intención del Señor al hacerlo esperar: tomar también
su incredulidad para llevarla no a la afirmación de la Resurrección, sino a la afirmación
de su divinidad”. El “camino para el encuentro con Jesús-Dios – subrayó – son sus
llagas. No hay otro”:
“En la historia de la Iglesia hubo algunas equivocaciones
en el camino hacia Dios. Algunos creyeron que al Dios vivo, al Dios de los cristianos
nosotros lo podemos encontrar por el camino de la meditación, e ir más arriba en la
meditación. Eso es peligroso, ¡eh! Cuántos se pierden en ese camino y no llegan. Llegan
sí, quizá, al conocimiento de Dios, pero no de Jesucristo, Hijo de Dios, segunda Persona
de la Trinidad. A esto no llegan. Es el camino de los gnósticos, ¿no? Son buenos,
trabajan, pero este no es el camino justo. Es muy complicado y no te lleva a buen
puerto”.
“Otros – explicó el Papa – pensaron que para llegar a Dios debemos
mortificarnos, ser austeros, y eligieron el camino de la penitencia, el ayuno. Y ni
siquiera estos llegaron al Dios vivo, a Jesucristo Dios vivo. Son los pelagianos,
que creen que con su esfuerzo pueden llegar”. Pero Jesús nos dice que el camino para
encontrarlo es el de encontrar sus llagas:
“Y las llagas de Jesús tú las
encuentras haciendo obras de misericordia, dando al cuerpo – al cuerpo – y también
al alma, pero – subrayo – al cuerpo de tu hermano llagado, porque tiene hambre, porque
tiene sed, porque está desnudo, porque es humillado, porque es esclavo, porque está
en la cárcel, porque está en el hospital. Estas son las llagas de Jesús hoy. Y Jesús
nos pide que hagamos un acto de fe, en Él, pero a través de estas llagas. ‘¡Ah, muy
bien! Hagamos una fundación para ayudar a todos aquellos y hagamos tantas cosas buenas
para ayudarlos. Eso es importante, pero si nosotros permanecemos en este plano, seremos
sólo filántropos. Debemos tocar las llagas de Jesús, debemos acariciar las llagas
de Jesús, debemos curar las llagas de Jesús con ternura, debemos besar las llagas
de Jesús, y esto literalmente. Pensemos en lo que le sucedió a San Francisco, cuando
abrazó al leproso. Lo mismo que a Tomás: ¡su vida cambió!”.
Para tocar
al Dios vivo – afirmó el Papa – no sirve “hacer un curso de actualización” sino entrar
en las llagas de Jesús y para esto “es suficiente ir por la calle”. Pidamos a Santo
Tomás – concluyó Francisco – la gracia de tener el valor de entrar en las llagas
de Jesús con nuestra ternura y seguramente tendremos la gracia de adorar al Dios vivo”.