Papa Francisco: confirmar en la fe, en el amor y en la unidad
(RV).- Presidiendo la celebración
de la solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, patronos principales de la
Iglesia de Roma: «una fiesta que adquiere un tono de mayor alegría por la presencia
de obispos de todo el mundo», «una gran riqueza que, en cierto modo, nos permite revivir
el acontecimiento de Pentecostés: hoy, como entonces, la fe de la Iglesia habla en
todas las lenguas y quiere unir a los pueblos en una sola familia» el Santo Padre
destaca «tres ideas sobre el ministerio petrino, guiadas por el verbo «confirmar».
¿Qué está llamado a confirmar el Obispo de Roma? .... Ante todo, confirmar en la fe;
confirmar en el amor y confirmar en la unidad».
Esta solemne celebración en
la Basílica de San Pedro, dio comienzo como es tradicional con la imposición del palio
arzobispal a los nuevos Arzobispos Metropolitanos, que cumplió el Obispo de Roma Francisco
y cuenta con la presencia de la delegación del Patriarcado de Constantinopla, guiada
por el Metropolita Ioannis, enviada por el Patriarca ecuménico Bartolomé I.
(CdM
– RV)
Texto completo de la Homilía del Santo Padre Francisco
Solemnidad
de los santos apóstoles Pedro y Pablo (29 de junio de 2013)
Señores
cardenales, Su Eminencia Metropolita Ioannis venerados hermanos
en el episcopado y el sacerdocio, queridos hermanos y hermanas
Celebramos
la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, patronos principales de la Iglesia
de Roma: una fiesta que adquiere un tono de mayor alegría por la presencia de obispos
de todo el mundo. Es una gran riqueza que, en cierto modo, nos permite revivir el
acontecimiento de Pentecostés: hoy, como entonces, la fe de la Iglesia habla en todas
las lenguas y quiere unir a los pueblos en una sola familia. Saludo cordialmente
y con gratitud a la delegación del Patriarcado de Constantinopla, guiada por el Metropolita
Ioannis. Agradezco al Patriarca ecuménico Bartolomé I por este Nuevo gesto de fraternidad.
Saludo a los señores embajadores y a las autoridades civiles. Un gracias especial
al Thomanerchor, el coro de la Thomaskirche, de Lipsia, la iglesia de Bach, que anima
la liturgia y que constituye una ulterior presencia ecuménica. Tres ideas
sobre el ministerio petrino, guiadas por el verbo «confirmar». ¿Qué está llamado a
confirmar el Obispo de Roma? 1. Ante todo, confirmar en la fe. El Evangelio
habla de la confesión de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» (Mt, 16,16),
una confesión que no viene de él, sino del Padre celestial. Y, a raíz de esta confesión,
Jesús le dice: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (v. 18).
El papel, el servicio eclesial de Pedro tiene su fundamento en la confesión de fe
en Jesús, el Hijo de Dios vivo, en virtud de una gracia donada de lo alto. En la segunda
parte del Evangelio de hoy vemos el peligro de pensar de manera mundana. Cuando Jesús
habla de su muerte y resurrección, del camino de Dios, que no se corresponde con el
camino humano del poder, afloran en Pedro la carne y la sangre: «Se puso a increparlo:
“¡Lejos de ti tal cosa, Señor!”» (16,22). Y Jesús tiene palabras duras con él: «Aléjate
de mí, Satanás. Eres para mí piedra de tropiezo» (v. 23). Cuando dejamos que prevalezcan
nuestras Ideas, nuestros sentimientos, la lógica del poder humano, y no nos dejamos
instruir y guiar por la fe, por Dios, nos convertimos en piedras de tropiezo. La fe
en Cristo es la luz de nuestra vida de cristianos y de ministros de la Iglesia. 2.
Confirmar en el amor. En la Segunda Lectura hemos escuchado las palabras conmovedoras
de san Pablo: «He luchado el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la
fe» (2 Tm 4,7). ¿De qué combate se trata? No el de las armas humanas, que por desgracia
todavía ensangrientan el mundo; sino el combate del martirio. San Pablo sólo tiene
un arma: el mensaje de Cristo y la entrega de toda su vida por Cristo y por los demás.
Y es precisamente su exponerse en primera persona, su dejarse consumar por el evangelio,
el hacerse todo para todos, sin reservas, lo que lo ha hecho creíble y ha edificado
la Iglesia. El Obispo de Roma está llamado a vivir y a confirmar en este amor a Jesús
y a todos sin distinción, límites o barreras. Y no sólo el Obispo de Roma: todos ustedes,
nuevos arzobispos y obispos, tienen la misma tarea: dejarse consumir por el Evangelio,
hacerse todo a todos. La tarea de no ahorrar, de salir de sí al servicio del santo
pueblo fiel de Dios.
3. Confirmar en la unidad. Aquí me refiero al
gesto que hemos realizado. El palio es símbolo de comunión con el Sucesor de Pedro,
«principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de la fe y de la comunión»
(Lumen gentium, 18). Y vuestra presencia hoy, queridos hermanos, es el signo de que
la comunión de la Iglesia no significa uniformidad. El Vaticano II, refiriéndose a
la estructura jerárquica de la Iglesia, afirma que el Señor «con estos apóstoles formó
una especie de Colegio o grupo estable, y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso
al frente de él» (ibíd. 19). Confirmar en la unidad: el Sínodo de los Obispos, en
armonía con el primado. Debemos ir por este camino de la sinodalidad, crecer en armonía
con el servicio del primado. Y prosigue el Concilio: «Este Colegio, en cuanto compuesto
de muchos, expresa la diversidad y la unidad del Pueblo de Dios» (ibíd. 22). La variedad
en la Iglesia, que es una gran riqueza, se funde siempre en la armonía de la unidad,
como un gran mosaico en el que las teselas se juntan para formar el único gran diseño
de Dios. Y esto debe impulsar a superar siempre cualquier conflicto que hiere el cuerpo
de la Iglesia. Unidos en las diferencias: no hay otro camino católico para unirnos.
Éste es el espíritu católico, el espíritu cristiano, unirse en las diferencias. Éste
es el camino de Jesús. El palio, siendo signo de la comunión con el Obispo de Roma,
con la Iglesia universal, con el Sínodo de los Obispos, supone también para cada uno
de ustedes el compromiso de ser instrumentos de comunión.
Confesar
al Señor dejándose instruir por Dios; consumarse por amor de Cristo y de su evangelio;
ser servidores de la unidad. Queridos hermanos en el episcopado, estas son las consignas
que los santos apóstoles Pedro y Pablo confían a cada uno de nosotros, para que sean
vividas por todo cristiano. Que la santa Madre de Dios nos guíe y acompañe siempre
con su intercesión: Reina de los apóstoles, reza por nosotros. Amén.