2013-06-26 13:59:32

En el espíritu de Aparecida


Padre Antonio Grande

(RV).- (Con Audio) RealAudioMP3 El padre Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando de la nueva Evangelización.

Contagiar el amor acogido en el corazón para que sea fuente de inspiración de las personas y de sus formas o estructuras de convivencia.

Los discípulos misioneros si ofrecen un testimonio de Jesús con sencillez y alegría, colaboran para que se suscite una pregunta en el corazón de sus hermanos ¿qué/quién los mueve, les da sentido? El Espíritu del Resucitado anima a una acogida de su presencia y de su acción que ponga todas las capacidades personales y de las comunidades cristianas en disponibilidad de servicio.

¿Qué tipo de servicio? Ser signos del Señor que acompaña y viene continuamente a su pueblo, y desea que muchos puedan dejarse seducir por esta llamada a abrirle el corazón y la vida. Y, a colaborar en la transmisión de algunas ideas-fuerza y oportunos gestos que muevan a otros a acogerlo.

Pablo VI, en los años setenta, había imaginado que la evangelización tendría que proponer al mundo una civilización del amor. Un nuevo estilo de relación humana desde el amor que recibimos de Dios y que es capaz de animar un nuevo modelo de vida familiar, de instituciones, y, de sociedad civil, inspirado en los vínculos de amor de las personas y las comunidades, de éstas y los pueblos. Así se favorecerían espacios de diálogo y de encuentro, de intercambio de ideas, proyectos y necesidades. Una mirada hacia adelante, con continuidad y desarrollo en el tiempo, necesita de algunas estructuras que sostengan y ayuden su comprensión progresiva, y alienten su itinerario renovado.

“América Latina y el Caribe deben ser no sólo el Continente de la esperanza sino que además debe abrir caminos hacia la civilización del amor. Así se expresó el Papa Benedicto XVI en el santuario mariano de Aparecida: para que nuestra casa común sea un continente de la esperanza, del amor, de la vida y de la paz hay que ir, como buenos samaritanos, al encuentro de las necesidades de los pobres y los que sufren y crear “las estructuras justas que son una condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad…”. Estas estructuras, sigue el Papa, “no nacen ni funcionan sin un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal”, y “donde Dios está ausente… estos valores no se muestran con toda su fuerza ni se produce un consenso sobre ellos” (A 537).

Los discípulos misioneros son desafiados a imitar el Buen Samaritano, a hacer la experiencia de transmitir esos valores humanos y sociales, y, según las propias posibilidades, participar en un espacio de servicio concreto.

“La Iglesia alienta y favorece la reconstrucción de la persona y de sus vínculos de pertenencia y convivencia, desde un dinamismo de amistad, gratuidad y comunión. De este modo se contrarrestan los procesos de desintegración y atomización sociales… el Estado y el mercado no satisfacen ni pueden satisfacer todas las necesidades humanas. Cabe, pues apreciar y alentar los voluntariados sociales, las diversas formas de libre auto organización y participación populares, y, las obras caritativas, educativas, hospitalarias, de cooperación en el trabajo y otras promovidas por la Iglesia, que responden adecuadamente a estas necesidades” (A 539).








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