(RV).-(audio) "El que pierda la propia
vida por mi causa, la salvará". Este fue el versículo del evangelio elegido por el
Obispo de Roma, para su reflexión dominical previa a la oración mariana del Ángelus.
¿Pero qué significa perder la vida por causa de Jesús?, se preguntó, para explicar
que se trata de la defensa de la fe de modo explicito, como lo hicieron y hacen los
mártires de ayer y de hoy. Hoy tenemos más mártires que en los primeros siglos.
Pero también está el martirio cotidiano, que no comporta la muerte pero que también
es un “perder la vida” por Cristo, cumpliendo el propio deber con amor, según la lógica
de Jesús, la lógica de la donación, del sacrificio. Pensemos: ¡cuántos papás y mamás
cada día ponen en práctica su fe ofreciendo concretamente su propia vida por el bien
de la familia! Pensemos en esto. ¡Cuántos sacerdotes, religiosos y religiosas desarrollan
con generosidad su servicio por el Reino de Dios! ¡Cuántos jóvenes renuncian a sus
propios intereses para dedicarse a los niños, a los minusválidos, a los ancianos…!
¡También estos son mártires, mártires cotidianos, mártires de la cotidianidad! Poniendo
como ejemplo a San Juan Bautista, que dio la vida por la verdad, el Papa invitó a
no renegar la voz de la conciencia.
¡Cuántas personas pagan a caro precio el
compromiso por la verdad! ¡Cuántos hombres rectos prefieren ir contracorriente, con
tal de no renegar la voz de la conciencia, la voz de la verdad! Personas rectas, que
no tienen miedo de ir contracorriente, y nosotros no debemos tener miedo (…) Cuando
te quieren robar la esperanza, cuando te proponen estos valores que son valores descompuestos,
valores como la comida descompuesta, cuando un alimento está mal nos hace mal. Estos
valores nos hacen mal por eso debemos ir contracorriente. Y ustedes jóvenes son los
primeros que deben ir contracorriente. Y tener esta dignidad de ir precisamente contracorriente.
¡Adelante, sean valientes y vayan contracorriente! Y estén orgullosos de hacerlo (…)
No tengan miedo de ir contracorriente, sean valientes y así como nosotros no queremos
comer una comida que se ha descompuesto no llevemos con nosotros estos valores que
están descompuestos y que arruinan la vida y quitan la esperanza. ¡Adelante!
Inmediatamente
después de la oración mariana del Ángelus, el Obispo de Roma se trasladó a la estación
ferroviaria del Vaticano para reunirse con más de trescientos niños provenientes de
casas de acogida, instituciones y asociaciones, llegados poco antes en un tren especial
desde Milán. La iniciativa, denominada: "El tren de los niños, un viaje a través de
la belleza", forma parte de los eventos reservados para los niños en el ámbito del
"Patio de los Gentiles", la estructura del Consejo Pontificio de la Cultura, que promueve
el diálogo con los no-creyentes.
El Papa les deseó una feliz jornada. ¿Tenéis
miedo al calor? –preguntó. “Para verte a ti no? Respondió una niña.
En el
Aula de las bendiciones, antes de mediodía, el Santo Padre recibió a los miembros
de la Asociación de los Santos Pedro y Pablo, formada por profesionales, artesanos,
estudiantes, maestros, empleados católicos que viven en Roma y que, más allá de sus
compromisos familiares y laborales, dedican su tiempo a varias iniciativas de voluntariado,
dando testimonio de vida cristiana, apostolado y fidelidad a la Sede Apostólica.
El Papa les dio las gracias por su valioso servicio y apostolado que se extiende a
las actividades culturales y a la caridad.
Esto es hermoso: servir sin pedir
nada a cambio, como hizo Jesús. Jesús sirvió a todos y no pidió nada a cambio. Eso
es bello: Jesús hizo las cosas con gratuidad y ustedes hacen las cosas con gratitud.
Su recompensa es ésta: ¡la alegría de servir al Señor, y hacerlo juntos! Conózcanlo
cada vez más, con la oración, con los días de retiro, con la meditación de la Palabra,
con el estudio del Catecismo, para amarlo siempre más y servirlo con un corazón generoso
y grande, con magnanimidad. ER - RV