Papa Francisco invitó a perder la vida por Cristo, cumpliendo el propio deber con
amor
(RV).- (Con audio y video) “El que pierda la
propia vida por mi causa, la salvará” fue el versículo del evangelio elegido por el
Obispo de Roma, para su reflexión previa a la oración mariana del Ángelus con la multitud
de peregrinos en la plaza del Santuario de San Pedro en Roma.
Según el Papa
Francisco estas son de las palabras más incisivas de Jesús, una síntesis de su mensaje,
expresan una paradoja muy eficaz, que nos hace conocer el modo de hablar de Jesús
y hasta escuchar su propia voz.
Pero ¿qué significa perder la vida por causa
de Jesús?, se preguntó, para explicar que se trata de la defensa de la fe y de la
verdad, como lo hicieron y hacen los mártires de ayer y de hoy: “hombres y mujeres
que son apresados y asesinados por el sólo motivo de ser cristianos… Pero también
dijo está el martirio cotidiano que no comporta la muerte, pero sí “perder la vida”
por Cristo, cumpliendo el propio deber con amor, según la lógica de Jesús, según la
lógica de la donación y el sacrificio”.
¡Cuántos papás y mamás, sacerdotes,
consagrados y consagradas, jóvenes, renuncian a sus propios intereses para dedicarse
a los niños, los discapacitados, los ancianos… y tantas personas, cristianos y no
cristianos que “pierden la propia vida” por la verdad!, ponderó Francisco.
Poniendo
como ejemplo a San Juan Bautista, que se celebra el 24 de junio, “que ha dado la vida
por la verdad” el Vicario de Cristo afirmó: “¡Cuántas personas pagan a caro precio
su empeño por la verdad! ¡Cuántos hombres rectos prefieren ir contra corriente, con
tal de no renegar la voz de la conciencia, la voz de la verdad!”.
Finalmente,
considerando que María Santísima perdió su vida por Jesús, hasta la Cruz, y la recibió
en plenitud con toda la luz y la belleza de la Resurrección, invitó a todos a rogar
su ayuda.
jesuita Guillermo Ortiz s.j.
Texto completo de la
alocución del Papa a la hora del ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
En el Evangelio de este domingo resuena una de las palabras
más incisivas de Jesús: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda
su vida por mí, ése la salvará” (Lc 9, 24).
Aquí hay una síntesis del
mensaje de Cristo, y está expresada con una paradoja muy eficaz, que nos hace conocer
su modo de hablar, casi nos hace sentir su voz…
Pero, ¿qué significa “perder
la vida por causa de Jesús”? Esto puede suceder de dos maneras explícitamente confesando
la fe, o implícitamente defendiendo la verdad. Los mártires son el máximo ejemplo
del perder la vida por Cristo. En dos mil años son una fila inmensa de hombres y mujeres
que han sacrificado su vida por permanecer fieles a Jesucristo y a su Evangelio. Y
hoy, en muchas partes del mundo son tantos, tantos, más que en los primeros siglos,
tantos mártires que dan su vida por Cristo. Que son llevados a la muerte por no renegar
a Jesucristo. Esta es nuestra Iglesia, hoy tenemos más mártires que en los primeros
siglos. Pero también está el martirio cotidiano, que no comporta la muerte pero que
también es un “perder la vida” por Cristo, cumpliendo el propio deber con amor, según
la lógica de Jesús, la lógica de la donación, del sacrificio. Pensemos: ¡cuántos papás
y mamás cada día ponen en práctica su fe ofreciendo concretamente su propia vida por
el bien de la familia! Pensemos en esto. ¡Cuántos sacerdotes, religiosos y religiosas
desarrollan con generosidad su servicio por el Reino de Dios! ¡Cuántos jóvenes renuncian
a sus propios intereses para dedicarse a los niños, a los minusválidos, a los ancianos…!
¡También estos son mártires, mártires cotidianos, mártires de la cotidianidad!
Y
después hay tantas personas, cristianos y no cristianos, que “pierden su propia vida”
por la verdad. Y Cristo ha dicho “yo soy la verdad”, por tanto, quien sirve a la verdad
sirve a Cristo.
Una de estas personas, que ha dado su vida por la verdad es
Juan el Bautista: precisamente mañana, 24 de junio, es su fiesta grande, la solemnidad
de su nacimiento. Juan fue elegido por Dios para ir delante de Jesús a preparar su
camino, y lo indicó al pueblo de Israel como el Mesías, el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo (Cfr. Jn 1, 29). Juan se consagró completamente a Dios
y a su enviado, Jesús. Pero al final, ¿qué sucedió?, murió por causa de la verdad,
cuando denunció el adulterio del rey Herodes y de Herodías. ¡Cuántas personas pagan
a caro precio el compromiso por la verdad! ¡Cuántos hombres rectos prefieren ir contracorriente,
con tal de no renegar la voz de la conciencia, la voz de la verdad! Personas rectas
que no tienen miedo de ir contracorriente, y nosotros no debemos tener miedo. Entre
ustedes hay tantos jóvenes. Pero a ustedes jóvenes les digo no tengan miedo de ir
contracorriente. Cuando te quieren robar la esperanza, cuando te proponen estos valores
que son valores descompuestos, valores como la comida descompuesta, cuando un alimento
está mal nos hace mal. Estos valores nos hacen mal por eso debemos ir contracorriente.
Y ustedes jóvenes son los primeros que deben ir contracorriente. Y tener esta dignidad
de ir precisamente contracorriente. ¡Adelante, sean valientes y vayan contracorriente!
Y estén orgullosos de hacerlo.
Queridos amigos, recibamos con alegría esta
palabra de Jesús. Es una regla de vida propuesta a todos. Y que san Juan Bautista
nos ayude a ponerla en práctica.
Por este camino nos precede, como siempre,
nuestra Madre, María Santísima: ella perdió su vida por Jesús, hasta la Cruz, y la
recibió en plenitud, con toda la luz y la belleza de la Resurrección. Que María nos
ayude a hacer cada vez más nuestra la lógica del Evangelio.
Después del ángelus,
el Papa dijo:
Y recuerden bien: no tengan miedo de ir contracorriente, sean
valientes y así como nosotros no queremos comer una comida que se ha descompuesto
no llevemos con nosotros estos valores que están descompuestos y que arruinan la
vida y quitan la esperanza. ¡Adelante!
Los saludo con afecto; a las familias,
a los grupos parroquiales, a las asociaciones, a las escuelas. Saludo a los alumnos
del Liceo diocesano de Vipàva en Eslovenia; a la comunidad polaca de Ascoli Piceno;
a la UNITALSI de Ischia de Castro; a los chicos del Oratorio de Urgnano, veo aquí
su bandera, ¡muy bien, ustedes son muy buenos!; a los fieles de Pordenone; a las religiosas
y operadores del Hospital “Miulli” de Acquaviva delle Fonti y un grupo de delegados
sindicales del Véneto.
¡Les deseo a todos un feliz domingo! Recen por mí. ¡Buen
almuerzo!