El Papa elogia el trabajo de mediación de los representantes pontificios en su tarea
esencial de relación entre las Iglesias locales y el Obispo de Roma
(RV).- (Con audio) El Santo Padre ha
recibido esta mañana en el Vaticano a los nuncios apostólicos y delegados pontificios
que representan a la Santa Sede en todo el mundo. Se trata de un encuentro que había
sido anunciado el pasado 17 de octubre por el Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario
de Estado, durante el Sínodo de los Obispos por la Nueva Evangelización. En aquella
ocasión, el Purpurado había explicado que Benedicto XVI había decidido convocar en
Roma, en el mes de junio, a todos los Nuncios, Delegados Apostólicos y Observadores
permanentes de la Santa Sede, para un encuentro de reflexión, tras el celebrado hace
más de diez años, con ocasión del Gran Jubileo del año 2000 y definía esta iniciativa
“una oportunidad para un intercambio de experiencias y para profundizar acerca del
sentido de la misión de los Representantes Pontificios en las circunstancias actuales”.
El Papa Francisco les ha agradecido su servicio, que es una ayuda en la solicitud
pastoral del Obispo de Roma en su ministerio de unidad.
El trabajo de
ustedes - la palabra que viene a mí para expresarlo es “importante”, pero es una
palabra formal- es más que importante. Es un trabajo para “hacer Iglesia”, para construir
la Iglesia. Entre las Iglesias particulares y la Iglesia Universal, entre los obispos
y el obispo de Roma. Ustedes no son intermediarios, no, más bien, sería mejor decir:
mediadores, que con la mediación hacen la comunión.
El Papa hablando de
la vida de los nuncios ha señalado que la suya es una vida de nómadas. Cada tres o
cuatro años cambian de lugar, pasan de un continente a otro, de un país a otro, de
una realidad de Iglesia a otra, a menudo muy diferentes: “ustedes siempre están con
la maleta en la mano –les ha dicho. Esto es una mortificación, un sacrificio, el tener
que despojarse de las cosas, los amigos y comenzar de nuevo. No es fácil vivir sin
tener un lugar para echar raíces. Pero es también una gran cosa una vida como la de
ustedes, cuando se vive con la intensidad del amor, y el recuerdo de la primera llamada.
Los
bienes, las perspectivas de este mundo acaban por decepcionar, empujan a no estar
nunca satisfecho. El Señor es el bien que no defrauda. Y esto exige un distanciamiento
de sí mismos que se puede lograr solamente con una relación constante con el Señor
y la unificación de la vida en torno a Cristo. Y esto se llama familiaridad con Jesús.
La familiaridad con Jesucristo debe ser el alimento diario del Representante Pontificio,
porque es el alimento que nace de la memoria del primer encuentro Él, y también porque
es la expresión cotidiana de fidelidad a su llamada.
El Papa Francisco
ha advertido a los representantes pontificios que siempre existe el peligro, incluso
para los hombres de la Iglesia, de entregarse a lo que ha llamado la "mundanidad espiritual":
ceder al espíritu del mundo, que lleva a actuar para el propio interés y no para la
gloria de Dios. “Ceder al espíritu mundano, -ha dicho- expone sobre todo a los pastores
al ridículo. Hagan su trabajo con amor: lo esencial es Cristo y su Evangelio”.
Pero
este trabajo pastoral, he dicho, se hace con familiaridad, con Jesucristo, en la oración,
en la Eucaristía, en las obras de caridad, ¿no? Es el Señor el que está presente allí.
Pero también se debe hacer con profesionalidad, y será como “su cilicio”, su penitencia:
hacer siempre las cosas con profesionalidad, porque la Iglesia quiere que sea así.
Y cuando un representante del Papa no hace las cosas con profesionalidad, también
pierde su autoridad.
Finalmente, el Papa ha dado un consejo a los nuncios
para que, como “oteadores” de los futuros obispos, sepan elegir a los hombres que
han de guiar la Iglesia.
En la delicada tarea de llevar a cabo las indagaciones
para los nombramientos episcopales, tengan cuidado de que los candidatos sean Pastores
cercanos a la gente: este es el primer criterio. Pastores cercanos a la gente. Que
sea un hombre, un gran teólogo, una gran cabeza, un universitario, que va a hacer
mucho bien. Pero sobre todo pastores, ¿eh? Lo necesitamos. Qué sean padres y hermanos,
que sean amables, pacientes y misericordiosos, que amen la pobreza, la libertad interior
para el Señor y también la sencillez externa y la austeridad de la vida, que no tengan
una psicología de "Príncipes".