(RV).- (Con audio) La Conferencia Episcopal Argentina celebró este junio el día contra
la droga, presidido por monseñor Jorge Lozano, Obispo de Gualeguaychú, y acompañado
del resto de miembros de la Comisión de Drogodependencia. “Notamos una alta tolerancia
social al consumo con una disminución en la percepción del riego”. El obispo Jorge
Lozano aseguró que "en la actualidad se identifica la venta de droga como algo legítimo"
y que existen sectores sociales que ven "con naturalidad que un niño se drogue en
las calles", y se prefiere criminalizar al adicto que "hacerse cargo de las consecuencias
y decisiones" necesarias.
También se recordó al beato Juan Pablo II, cuando
dijo que “el problema de la drogodependencia es un problema de todos. Y debe quedar
muy claro, el mensaje que enviamos a nuestros jóvenes debe ser muy claro: no es bueno
que te drogues".
Además se presentó el documento “NO CRIMINALICEMOS AL ADICTO"
enfatizando que "al adicto no se lo debe tratar como a un delincuente, no es un sobrante
y hay que tratarlo como a un hermano”. Recuerdan las palabras que el Cardenal Jorge
Bergoglio dedicó en la inauguración de un centro de rehabilitación en la villa 21
- 24 de Argentina:
Los problemas vinculados al consumo de drogas son cada
vez más preocupantes. No solamente por la evolución del consumo y el tráfico, la demanda
y oferta, sino fundamentalmente porque están relacionados con episodios que afectan
sensiblemente a la sociedad en su conjunto.
La magnitud del problema
es tan alarmante que aparecen expresiones en todo el mundo que hacen pensar que la
lucha está perdida.La creciente "Tolerancia Social", la disminución en la "Percepción
del Riesgo" y en gran medida la exclusión social, han generado en la sociedad desánimo,
desorientación, confusión... Y entonces surgen ideas o se proponen iniciativas que
pareciera que apuntan más a los efectos que a las causas de este fenómeno creciente
que nos afecta a todos, pero en mayor medida a nuestros hermanos más vulnerables,
a los más pobres, a los excluidos.
Aparecen expresiones como "no hay
que criminalizar al adicto" y no cabe duda de que así debe ser. Al adicto hay que
escucharlo, recibirlo para acompañarlo en un camino que le permita tener una vida
digna, vivida en libertad y en plenitud. Pero el camino de la "criminalización
del adicto" empieza mucho antes. Y nuestra sociedad no está exenta de transitarlo.
Se inicia cuando la contención es insuficiente en los espacios comunitarios o en el
ámbito de la educación formal y no formal. Cuando son escasas las oportunidades de
inclusión social y no se ofrecen propuestas que den un verdadero sentido de la vida
a los jóvenes más pobres. Cuando se les dificulta en lo cotidiano el acceso a la salud
y a la justicia. Poco ayuda cuando los medios de comunicación nos imponen una mirada
estigmatizante de los jóvenes: pobres, adictos, delincuentes y peligrosos. Todo esto
es parte del camino de la criminalización del adicto. Por eso todos somos parte, ningún
actor o sector podría decir que no está en este camino.
Quienes viven
al margen de la sociedad muchas veces buscan salidas alternativas para satisfacer
sus necesidades básicas. Por ello nos conmueve y vemos con dolor que muchos jóvenes
son empujados a la marginalidad, al sálvese quien pueda y como pueda, a la ruptura
de los vínculos con su familia, a la violencia, al delito, a la droga. ¿Cómo podemos
resolver este grave problema de nuestro tiempo? Estando cerca, abrazando, acompañando,
poniendo el hombro, saliendo a buscar, a consolar, restituyendo derechos... Sabemos
que no hay recetas mágicas. Pero estamos convencidos que trabajando juntos, poniendo
el esfuerzo en acciones concretas, podremos avanzar significativamente en la “reducción
de los daños” que provoca la droga. En este marco, los Credos, El Estado y la Sociedad
Civil debemos trabajar juntos, apoyando a las familias que son la principal barrera
contra la droga.
En este contexto, continúa el entonces Cardenal Bergoglio
en su discurso en la inauguración del centro de rehabilitación, entendemos que la
despenalización, tal como estaba planteada en los debates parlamentarios del año pasado,
se detectó desde el análisis como apurada y superficial. Una decisión de esa naturaleza
requiere crear previamente instrumentos y espacios adecuados para dar contención y
asistencia, al mismo tiempo que educar y prevenir para que aquellos que aún no entraron
en contacto con las drogas o estén en un camino de iniciación, no terminen pensando
que son inocuas.
Más allá de los avances significativos en materia de
inclusión social que se realizaron en los últimos tiempos, notamos que falta mucho.
Percibimos una ausencia histórica y estructural del Estado frente a esta situación
y no se trata de ningún gobierno en particular; sino de algo que como sociedad no
terminamos de asumir, de encontrarle la vuelta. Queremos presentar algunas propuestas
a trabajar en las Parroquias, Capillas, Colegios, Movimientos en torno al próximo
26 de Junio, Jornada Mundial de concientización y lucha contra el Narcotráfico, instituida
por Naciones Unidas.
Desde nuestra Pastoral sobre Drogodependencia de
la Iglesia Católica Argentina seguimos sosteniendo que en el centro del problema no
están las sustancias, sino el ser humano, la persona que se droga. Nos repetimos todo
el tiempo: ¡No criminalicemos a nuestros hermanos que sufren por las drogas! No
se puede reducir el problema a una dimensión económica, sanitaria, jurídica o de seguridad.
Debemos concentrarnos en las personas, en los que más sufren, en los pobres y excluidos,
en los que están solos y abandonados, y también ayudar a los que, en el medio de la
abundancia, han perdido el "sentido de la vida". Queremos compartir estas reflexiones
con la sociedad en su conjunto, reconociendo que a los cristianos nos mueven las enseñanzas
de Jesús que indican: "Cada vez que lo has hecho con uno de mis hermanos más pequeños
lo has hecho conmigo" (Mateo 25, 31). Hoy nuestros hermanos excluidos por el consumo
de drogas, los criminalizados de la sociedad, son nuestros "hermanos más pequeños".
Ceferino
Namuncurá, nuestro Patrono, decía “quiero ser útil a mi pueblo”. Nosotros queremos
estar en actitud de servicio y compromiso concreto. Pedimos a Jesús, que vino para
que tengamos vida en abundancia, nos fortalezca en el servicio a los más pobres.
(MZ-RV)