¿Cómo podemos transmitir de modo eficaz la fe hoy?
(RV).- (Con audio) Fue la segunda pregunta
que se le planteó al Papa Francisco durante la Vigilia de Pentecostés, el sábado 18
de mayo por la tarde, en la Plaza de San Pedro, en la fiesta de los movimientos y
asociaciones laicales en la que participaron más de 200 mil personas, entre adultos,
jóvenes y niños de diversos países y de más de 150 movimientos eclesiales. Al Papa
se le pidió ayuda para comprender cómo vivir este desafío de nuestro tiempo, destacando
la cosa más importante a la que todos los movimientos, asociaciones y comunidades
deben dirigir su atención para poner en práctica esta tarea a la que están llamados...
El
Obispo de Roma respondió:
Diré sólo tres palabras:
La primera: Jesús.
¿Qué es lo más importante? Jesús. Si nosotros vamos hacia delante con la organización,
con otras cosas, con bellas cosas, pero sin Jesús, no vamos adelante, la cosa no va.
Jesús es más importante. Ahora, quisiera hacer un pequeño reproche, pero fraternamente,
entre nosotros. Todos ustedes han gritado en la plaza “Francisco, Francisco, Papa
Francisco”. Pero, ¿Jesús dónde estaba? Yo habría querido que ustedes gritaran: “¡Jesús,
Jesús es el Señor, y está precisamente entre nosotros!”. De ahora en adelante, nada
de “Francisco”, sino “¡Jesús”!
La segunda palabra es: la oración. Miren
el rostro de Dios, pero sobre todo – y esto está relacionado con lo que dije antes
– sentirse mirados. El Señor nos mira: nos mira antes. Mi experiencia es lo que estoy
experimentando ante el sagrario cuando voy a rezar, a la noche, ante el
Señor. Algunas veces me adormezco un poquito; esto es verdad, porque un poco el cansancio
de la jornada te hace adormecer. Pero Él lo entiende. Y siento tanto consuelo cuando
pienso que Él me mira. Nosotros pensamos que debemos rezar, hablar, hablar, hablar…
¡No! Déjate mirar por el Señor. Cuando Él nos mira, nos da fuerza y nos ayuda a testimoniarlo
– porque la pregunta era sobre el testimonio de la fe, ¿no?
Primero “Jesús”,
después “oración” - sentimos que Dios nos está teniendo de la mano. Subrayo entonces
la importancia de esto: dejarse guiar por Él. Esto es más importante que cualquier
cálculo. Somos verdaderos evangelizadores dejándonos guiar por Él. Pensemos en Pedro;
quizá estaba haciendo la siesta, después del almuerzo, y tuvo una visión, la visión
del mantel con todos los animales, y sintió que Jesús le decía algo, pero él no entendía.
En aquel momento, llegaron algunos no hebreos para llamarlo e ir a una casa y vio
que el Espíritu Santo estaba allí. Pedro se dejó guiar por Jesús para llegar a
esa primera evangelización a los gentiles, que no eran hebreos: una cosa inimaginable
en aquel tiempo (Cfr. Hch 10, 9-33). Y así, toda la historia, ¡toda la historia!
Dejarse guiar por Jesús. Es precisamente el líder, nuestro líder es Jesús.
T
tercero: el testimonio. Jesús, oración – la oración, ese dejarse guiar por
Él – y después el testimonio. Pero querría añadir algo. Este dejarse guiar por Jesús
te lleva a las sorpresas de Jesús. Se puede pensar que la evangelización debemos programarla
en teoría, pensando en las estrategias, haciendo planes. Pero éstos son instrumentos,
pequeños instrumentos. Lo importante es Jesús y dejarse guiar por Él. Después podemos
realizar las estrategias, pero esto es secundario.
En fin, el testimonio:
la comunicación de la fe sólo se puede hacer con el testimonio, y esto es el amor.
No con nuestras ideas, sino con el Evangelio vivido en la propia existencia
y que el Espíritu Santo hace vivir dentro de nosotros. Es como una sinergia entre
nosotros y el Espíritu Santo, y esto conduce al testimonio. La Iglesia la llevan adelante
los Santos, que son precisamente aquellos que dan testimonio. Como dijo Juan Pablo
II y también Benedicto XVI, el mundo de hoy tiene tanta necesidad de testigos. No
tanto de maestros, sino de testigos. No de hablar tanto, sino de hablar con toda la
vida: la coherencia de vida, ¡precisamente la coherencia de vida! Una coherencia de
vida que es vivir el cristianismo como un encuentro con Jesús que me lleva a los demás
y no como un hecho social. Socialmente somos así, somos cristianos, cerrados en nosotros. No,
¡esto no! ¡El testimonio!