Papa Francisco: la Verdad con mayúsculas no es una idea que nos hacemos o consensuamos,
es una persona con la que nos encontramos: Cristo
(RV).- Cercana ya la fiesta
de Pentecostés, el Espíritu ha sido el tema de la catequesis de Papa Francisco el
miércoles 15 de mayo. En tiempos marcados por el relativismo “el Espíritu Santo guía
a la Iglesia, y a cada uno de nosotros, a la Verdad plena.” Dijo que “la Verdad con
mayúsculas no es una idea que nosotros nos hacemos o consensuamos, sino una persona
con la que nos encontramos. Cristo es la Verdad, que se ha hecho carne. Y el Espíritu
Santo hace posible que lo reconozcamos y lo confesemos como Señor”.
Para explicar
cómo el Espíritu Santo nos hace reconocer y confesar a Jesús expresó: “El Espíritu
Santo nos recuerda las palabras de Jesús y las imprime en nuestros corazones. Él es
la ley inscrita en nuestro interior, donde tomamos las decisiones.”
Afirmó
también que el Espíritu “es quien suscita el sentido de la fe en los creyentes creando
una comunión, cada vez más profunda, con Cristo. Mediante el Espíritu Santo, el Padre
y el Hijo hacen morada en nosotros”.
El Obispo de Roma invitó: “En este Año
de la fe, invoquemos especialmente la asistencia del Espíritu Santo, para que nos
guíe y nos sostenga en el camino del discipulado”. Y a pedir a la Virgen María “que
nos haga dóciles a la acción del Espíritu Santo, para que como Ella, con disponibilidad
total, digamos “sí” a los designios de Dios en nuestra vida”. jesuita Guillermo
Ortiz
Texto completo del
resumen pronunciado por el Santo Padre en español Queridos hermanos
y hermanas: Hoy, cercana ya de la fiesta de Pentecostés, deseo hablar del
Espíritu Santo que guía a la Iglesia, y a cada uno de nosotros, a la Verdad plena.
En nuestros días, marcados por el relativismo, es necesario preguntarnos como Pilato:
“¿Qué es ‘la’ Verdad?”. La Verdad con mayúsculas no es una idea que nosotros nos hacemos
o consensuamos, sino una persona con la que nos encontramos. Cristo es la Verdad,
que se ha hecho carne. Y el Espíritu Santo hace posible que lo reconozcamos y lo confesemos
como Señor. El Espíritu Santo nos recuerda las palabras de Jesús y las
imprime en nuestros corazones. Él es la ley inscrita en nuestro interior, donde tomamos
las decisiones. El Espíritu Santo, además, nos lleva a la inteligencia de la Verdad
completa. Él es quien suscita el sentido de la fe en los creyentes creando una comunión,
cada vez más profunda, con Cristo. Mediante el Espíritu Santo, el Padre y el Hijo
hacen morada en nosotros. En este Año de la fe, invoquemos especialmente
la asistencia del Espíritu Santo, para que nos guíe y nos sostenga en el camino del
discipulado. ******** Saludo cordialmente a los peregrinos de
lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Honduras,
Paraguay, Chile, Argentina y los demás países latinoamericanos. Pidamos a la Virgen
María que nos haga dóciles a la acción del Espíritu Santo, para que como Ella, con
disponibilidad total, digamos “sí” a los designios de Dios en nuestra vida. Muchas
gracias.
Texto de la catequesis completa del Papa en italiano
Queridos
hermanos y hermanas, buenos días,
hoy me quiero centrar en la acción
que el Espíritu Santo realiza en la guía de la Iglesia y de cada uno de nosotros a
la Verdad. Jesús mismo dice a sus discípulos: el Espíritu Santo "les guiará en toda
la verdad" (Jn 16:13), él mismo es "el Espíritu de la Verdad" (cf. Jn 14:17, 15:26,
16:13). Vivimos en una época en la que se es más bien escéptico con respecto
a la verdad. Benedicto XVI ha hablado muchas veces de relativismo, es decir, la tendencia
a creer que no hay nada definitivo, y a pensar que la verdad está dada por el consenso
general o por lo que nosotros queremos. Se plantean estas preguntas: ¿existe realmente
"la" verdad? ¿Qué es "la" verdad? ¿Podemos conocerla? ¿Podemos encontrarla? Aquí me
viene a la memoria la pregunta del procurador romano Poncio Pilato cuando Jesús le
revela el sentido profundo de su misión: "¿Qué es la verdad?" (Jn 18,37.38). Pilato
no entiende que "la" Verdad está frente a él, no es capaz de ver en Jesús el rostro
de la verdad, que es el rostro de Dios. Y sin embargo, Jesús es esto: la Verdad, la
cual, en la plenitud del tiempo, "se hizo carne" (Jn 1,1.14), que vino entre nosotros
para que la conociéramos. La verdad no te agarra como una cosa, la verdad se encuentra.
No es una posesión, es un encuentro con una Persona. Pero, ¿quién nos hace
reconocer que Jesús es "la" Palabra de la verdad, el Hijo unigénito de Dios Padre?
San Pablo enseña que "nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, si no está impulsado
por el Espíritu Santo" (1 Cor 12:03). Es sólo el Espíritu Santo, el don de Cristo
Resucitado, quien nos hace reconocer la verdad. Jesús lo define el "Paráclito", que
significa "el que viene en nuestra ayuda", el que está a nuestro lado para sostenernos
en este camino de conocimiento; y, en la Última Cena, Jesús asegura a sus discípulos
que el Espíritu Santo les enseñará todas las cosas, recordándoles sus palabras (cf.
Jn 14,26). ¿Cuál es entonces la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas
y en la vida de la Iglesia para guiarnos a la verdad? En primer lugar, recuerda e
imprime en los corazones de los creyentes las palabras que Jesús dijo, y precisamente
a través de estas palabras, la ley de Dios - como lo habían anunciado los profetas
del Antiguo Testamento - se inscribe en nuestros corazones y en nosotros se convierte
en un principio de valoración de las decisiones y de orientación de las acciones cotidianas,
se convierte en un principio de vida. Se realiza lla gran profecía de Ezequiel: "Los
purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo
y pondré en ustedes un espíritu nuevo… infundiré mi espíritu en ustedes y haré que
signa mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes”. (36:25-27). De hecho,
de lo profundo de nosotros mismos nacen nuestras acciones: es el corazón el que debe
convertirse a Dios, y el Espíritu Santo lo transforma si nosotros nos abrimos a Él. El
Espíritu Santo, entonces, como promete Jesús, nos guía "en toda la verdad" (Jn 16,13);
nos lleva no sólo para encontrar a Jesús, la plenitud de la Verdad, sino que nos guía
"en" la Verdad, es decir, nos hace entrar en una comunión siempre más profunda con
Jesús, dándonos la inteligencia de las cosas de Dios. Y ésta no la podemos alcanzar
con nuestras fuerzas. Si Dios no nos ilumina interiormente, nuestro ser cristianos
será superficial. La Tradición de la Iglesia afirma que el Espíritu de la verdad actúa
en nuestros corazones, suscitando aquel "sentido de la fe" (sensus fidei), el sentido
de la fe a través del cual, como afirma el Concilio Vaticano II, el Pueblo de Dios,
bajo la guía del Magisterio, indefectiblemente se adhiere a la fe transmitida, la
profundiza con un juicio recto y la aplica más plenamente en la vida (cf. Constitución
dogmática. lumen Gentium, 12). Probemos a preguntarnos: ¿estoy abierto al Espíritu
Santo, le pido para que me ilumine, y me haga más sensible a las cosas de Dios? Y
ésta es una oración que tenemos que rezar todos los días, todos los días: Espíritu
Santo que mi corazón esté abierto a la Palabra de Dios, que mi corazón esté abierto
al bien, que mi corazón esté abierto a la belleza de Dios, todo todos los días. Pero
me gustaría hacer una pregunta a todos ustedes: ¿Cuántos de ustedes rezan cada día
al Espíritu Santo, eh? ¡Serán pocos, eh! pocos, unos pocos, pero nosotros tenemos
que cumplir este deseo de Jesús: orar cada día al Espíritu Santo para que abra nuestros
corazones a Jesús. Pensemos en María que «conservaba estas cosas y las meditaba
en su corazón " (Lc 2,19.51). La recepción de las palabras y las verdades de fe, para
que se conviertan en vida, se necesita que se realicen y crezcan bajo la acción del
Espíritu Santo. En este sentido, debemos aprender de María, reviviendo su "sí", su
total disponibilidad para recibir al Hijo de Dios en su vida, que desde ese momento
la transformó. A través del Espíritu Santo, el Padre y el Hijo establecen su morada
en nosotros: nosotros vivimos en Dios y para Dios. ¿Pero nuestra vida está verdaderamente
animada por Dios? ¿Cuántas cosas interpongo antes que Dios? Queridos hermanos
y hermanas, tenemos que dejarnos impregnar con la luz del Espíritu Santo, porque Él
nos introduzca en la Verdad de Dios, que es el único Señor de nuestra vida. En este
Año de la Fe preguntémonos si en realidad hemos dado algunos pasos para conocer mejor
a Cristo y las verdades de la fe, con la lectura y la meditación de las Escrituras,
en el estudio del Catecismo, acercándonos con asiduidad a los Sacramentos. Pero preguntémonos
al mismo tiempo cuántos pasos estamos dando para que la fe dirija toda nuestra existencia.
¿No se es cristiano "según el momento", sólo algunas veces, en algunas circunstancias,
en algunas ocasiones; ¡no, no se puede ser cristiano así! ¡Se es cristiano en todo
momento! Totalmente. La verdad de Cristo, que el Espíritu Santo nos enseña
y forma parte para siempre y totalmente de nuestra vida cotidiana. Invoquémosle con
más frecuencia, para que nos guíe en el camino de los discípulos de Cristo. Invoquémosle
todos los días, hagamos esta propuesta: cada día invoquemos al Espíritu Santo. ¿Lo
harán? No oigo, eh, todos los días, eh! Y así el Espíritu nos llevará más cerca de
Jesucristo. Gracias. (Traducción de Eduardo Rubió)