Impulsar dignidad humana laboral, actuar contra la trata de personas y el trabajo
que esclaviza y custodiar la creación, pide Papa Francisco
(RV).- Ante más de 70 mil fieles, en la Plaza de San Pedro, el Obispo de Roma pidió
una opción decidida contra la trata de personas y el trabajo que esclaviza. Y haciendo
hincapié en la dignidad humana de los trabajadores e invitando a la solidaridad, se
dirigió también en particular a los responsables de la cosa pública. En su catequesis
central en italiano, Francisco se detuvo sobre san José obrero y la Virgen María «dos
figuras tan importantes en la vida de Jesús, de la Iglesia y en nuestra vida».
Tras
recordar que «Jesús entra en nuestra historia, naciendo de María por obra de Dios,
pero con la presencia de san José, el padre legal que lo custodia y también le enseña
su trabajo», el Santo Padre destacó una vez más que «el trabajo forma parte del plan
de amor de Dios: ¡nosotros estamos llamados a cultivar y custodiar todos los bienes
de la creación y de este modo participamos en la obra de creación! El trabajo es un
elemento fundamental para la dignidad de una persona».
«Pienso – dijo también
el Papa - en las dificultades que, en varios países, encuentra hoy el mundo del trabajo
y de la empresa; pienso en cuantos, y no sólo jóvenes, están desempleados, muchas
veces debido a una concepción economicista de la sociedad, que busca el provecho egoísta,
más allá de los parámetros de la justicia social».
El Obispo de Roma manifestó
una vez más su preocupación por las dificultades que se vive en tantas partes del
mundo a causa de la falta de trabajo, producto muchas veces del provecho egoísta,
fuera de los parámetros de la justicia social:
«Deseo
dirigir a todos la invitación a la solidaridad y a los responsables de la cosa pública
la exhortación a que realicen todo esfuerzo para dar nuevo impulso a la ocupación;
ello significa preocuparse por la dignidad de la persona; pero sobre todo quisiera
decir que no hay que perder la esperanza; también san José también tuvo momentos difíciles,
pero nunca perdió la confianza y supo superarlos, en la certeza de que Dios no nos
abandona. Y luego quisiera dirigirme en particular a ustedes chicos y jóvenes: empéñense
en su deber cotidiano, en el estudio, en el trabajo, en las relaciones de amistad,
en la ayuda a los demás; el porvenir de ustedes depende también de cómo saben vivir
estos años preciosos de la vida. No tengan miedo del compromiso, del sacrificio y
no miren con miedo al futuro, mantenga viva la esperanza: siempre una luz en el horizonte».
El
Santo Padre tuvo también unas palabras de preocupación para lo que definió el “trabajo
esclavo”, el trabajo que esclaviza:
«Cuántas
personas, en todo el mundo, son víctimas de este tipo de esclavitud, en la que es
la persona la que sirve al trabajo, mientras debe ser el trabajo el que brinde un
servicio a las personas para que tengan dignidad. Pido a los hermanos y hermanas en
la fe y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad una opción decidida contra
la trata de personas, dentro de la cual figura el ‘trabajo esclavo’»
Más
adelante en su catequesis, Francisco destacó que en el silencio del quehacer cotidiano,
san José, junto con María, tienen un sólo centro común de atención: Jesús. Ellos acompañan
y custodian con empeño y ternura, el crecimiento del Hijo de Dios hecho hombre por
nosotros, reflexionando sobre todo lo que sucedía:
«Para escuchar
al Señor, es necesario aprender a contemplarlo, a percibir su presencia constante
en nuestra vida; es necesario detenerse a dialogar con Él, darle espacio con la oración.
Cada uno de nosotros, también ustedes chicos, chicas y jóvenes, tan numerosos esta
mañana, deberían preguntarse: ¿qué espacio doy al Señor? Me detengo a dialogar con
Él? Desde cuando éramos pequeños, nuestros padres nos han acostumbrado a iniciar y
a concluir el día con una oración, para educarnos a sentir que la amistad y el amor
de Dios nos acompañan. ¡Acordémonos más del Señor en nuestras jornadas! ».
Finalizando
su catequesis, la primera del mes de mayo, el Obispo de Roma recordó la importancia
y la belleza de la oración del santo Rosario, con el que contemplamos los misterios
de Jesús, para que como para María y san José , Él, esté en el centro de nuestros
pensamientos:
«¡Sería
hermoso si, sobre todo en este mes de mayo, se rezase juntos en familia, con los amigos,
en Parroquia, el santo Rosario o alguna oración a Jesús y a la Virgen María! La oración
en conjunto es un momento precioso para hacer aún más sólida la vida familiar, la
amistad! ¡Aprendamos a rezar cada vez más en familia y como familia! » (CdM -
RV)
Texto completo de la catequesis central del Papa en italiano,
traducido al español:
Queridos hermanos y hermanas, buenos días
Hoy
primero de mayo, celebramos a san José obrero y comenzamos el mes dedicado tradicionalmente
a la Virgen. En este encuentro, quisiera detenerme entonces sobre estas dos figuras
tan importantes en la vida de Jesús, de la Iglesia y en nuestra vida, con dos breves
pensamientos: el primero sobre el trabajo y el segundo sobre la contemplación de Jesús.
1.
En el Evangelio de san Mateo, en uno de los momentos en que Jesús vuelve a su país,
a Nazaret, y habla en la sinagoga, se Surabaya el asombro de sus paisanos por su sabiduría
y la pregunta que se plantean: ¿No es este el hijo del carpintero? (13,55). Jesús
entra en nuestra historia, viene en medio de nosotros, naciendo de María por obra
de Dios, pero con la presencia de san José, el padre legal que lo custodia y le enseña
también su trabajo. Jesús nace y vive en una familia, en la Santa Familia, aprendiendo
de san José el oficio de carpintero, en el taller de Nazaret, compartiendo con él
el empeño, la fatiga, la satisfacción y también las dificultades de cada día.
Ello
nos recuerda la dignidad y la importancia del trabajo. El Libro del génesis narra
que Dios creó el hombre y la mujer confiándoles la tarea de llenar la tierra y de
dominarla, que no significa explotarla, sino cultivarla y custodiarla, cuidarla con
la propia obra (cfr. Gen 1,28 – 2,15). El trabajo forma parte del plan de amor de
Dios ¡nosotros estamos llamados a cultivar y custodiar todos los bienes de la creación
y de este modo participamos en la obra de creación! El trabajo es un elemento fundamental
para la dignidad de una persona. El trabajo – para usar una imagen, nos ‘unge’ de
dignidad, nos llena de dignidad; nos hace semejantes a Dios, que ha trabajado y trabaja,
actúa siempre (cfr. Jn 5,17); da la capacidad de mantenerse a sí mismos, a la propia
familia, de contribuir al crecimiento de la propia nación.
Y aquí pienso
en las dificultades que, en varios países, encuentra hoy el mundo del trabajo y de
la empresa; pienso en cuantos, y no sólo jóvenes, están desempleados, muchas veces
debido a una concepción economicista de la sociedad, que busca el provecho egoísta,
más allá de los parámetros de la justicia social.
Deseo dirigir a todos
la invitación a la solidaridad y a los responsables de la cosa pública la exhortación
a que realicen todo esfuerzo para dar nuevo impulso a la ocupación; ello significa
preocuparse por la dignidad de la persona; pero sobre todo quisiera decir que no hay
que perder la esperanza; también san José también tuvo momentos difíciles, pero nunca
perdió la confianza y supo superarlos, en la certeza de que Dios no nos abandona Y
luego quisiera dirigirme en particular a ustedes chicos y chicas, y jóvenes: empéñense
en su deber cotidiano, en el estudio, en el trabajo, en las relaciones de amistad,
en la ayuda a los demás; el porvenir de ustedes depende también de cómo saben vivir
estos años preciosos de la vida. No tengan miedo del compromiso, del sacrificio y
no miren con miedo al futuro, mantenga viva la esperanza: siempre una luz en el horizonte.
Añado
una palabra sobre otra situación de trabajo que me preocupa: me refiero a lo que podríamos
definir como el ‘trabajo esclavo’, el trabajo que esclaviza. Cuántas personas, en
todo el mundo, son víctimas de este tipo de esclavitud, en la que es la persona la
que sirve al trabajo, mientras debe ser el trabajo el que brinde un servicio a las
personas para que tengan dignidad. Pido a los hermanos y hermanas en la fe y a todos
los hombres y mujeres de buena voluntad una opción decidida contra la trata de personas,
dentro de la cual figura el ‘trabajo esclavo’.
2. Aludo al segundo pensamiento:
en el silencio del quehacer cotidiano, san José, junto con María, tienen un sólo centro
común de atención: Jesús. Ellos acompañan y custodian con empeño y ternura, el crecimiento
del Hijo de Dios hecho hombre por nosotros, reflexionando sobre todo lo que sucedía.
En los Evangelios, san Lucas subraya dos veces la actitud de María, que es también
la de san José: ‘conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón’ (2,19.51)
Para
escuchar al Señor, es necesario aprender a contemplarlo, a percibir su presencia constante
en nuestra vida; es necesario detenerse a dialogar con Él, darle espacio con la oración.
Cada uno de nosotros, también ustedes chicos, chicas y jóvenes, tan numerosos esta
mañana, deberían preguntarse: ¿qué espacio doy al Señor? Me detengo a dialogar con
Él? Desde cuando éramos pequeños, nuestros padres nos han acostumbrado a iniciar y
a concluir el día con una oración, para educarnos a sentir que la amistad y el amor
de Dios nos acompañan. ¡Acordémonos más del Señor en nuestras jornadas!
En
este mes de mayo, quisiera recordar la importancia y la belleza de la oración del
santo Rosario. Rezando el Ave María, somos conducidos a contemplar los misterios de
Jesús, es decir a reflexionar sobre los momentos centrales de su vida, para que, como
para María y para san José, Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras
atenciones y de nuestras acciones. ¡Sería hermoso si, sobre todo en este mes de mayo,
se rezase juntos en familia, con los amigos, en Parroquia, el santo Rosario o alguna
oración a Jesús y a la Virgen María! La oración en conjunto es un momento precioso
para hacer aún más sólida la vida familiar, la amistad! ¡Aprendamos a rezar cada vez
más en familia y como familia!
Queridos hermanos y hermanas, pidamos
a san José y a la Virgen María que nos enseñen a ser fieles a nuestros compromisos
cotidianos, a vivir nuestra fe en las acciones de cada día y a dar más espacio al
Señor en nuestra vida, a detenernos para contemplar su rostro.