¡Pregunta a Jesús qué cosa quiere de ti y sé valiente!
(RV).- Al mediodía de este
domingo del Buen Pastor, Francisco se asomó a la ventana del apartamento pontifico
y rezó con los cientos de miles de fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San
Pedro la oración mariana del Regina Caeli.
Texto de las palabras del Papa
!Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Cuarto Domingo
del Tiempo de Pascua está caracterizado por el Evangelio del Buen Pastor – en el capítulo
decimo de San Juan –, que se lee cada año. El relato de hoy narra estas palabras de
Jesús: « Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy
Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre,
que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos
de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa» (10,27-30). En estos cuatro versículos
se encuentra todo el mensaje de Jesús, está el núcleo central de su Evangelio: Él
nos llama a participar en su relación con el Padre, y ésta es la vida eterna.
Jesús
quiere establecer con sus amigos una relación que sea el reflejo de aquella que Él
mismo tiene con el Padre: una relación de pertenencia recíproca en la confianza plena,
en la íntima comunión. Para expresar este entendimiento profundo, esta relación de
amistad Jesús utiliza la imagen del pastor con sus ovejas: él las llama y ellas reconocen
su voz, responden a su llamado y lo siguen. ¡Esta parábola es hermosísima! El misterio
de la voz es sugestivo: desde el vientre de nuestra madre aprendemos a reconocer su
voz y aquella del papá; por el tono de una voz percibimos el amor o el desprecio,
el afecto o la frialdad. ¡La voz de Jesús es única! Si aprendemos a distinguirla,
Él nos guía por el camino de la vida, un camino que supera también el abismo de la
muerte.
Pero a un cierto punto Jesús dice, refiriéndose a sus ovejas: « Mi
Padre, que me las ha dado…» (Jn 10,29). Esto es muy importante, es un misterio profundo,
no fácil de comprender: si me siento atraído por Jesús, si su voz calienta mi corazón,
es gracias a Dios Padre, que ha puesto dentro de mí el deseo del amor, de la verdad,
de la vida, de la belleza… ¡Y Jesús es todo esto en plenitud! Esto nos ayuda a comprender
el misterio de la vocación, especialmente de las llamadas a una especial consagración.
A veces Jesús nos llama, nos invita a seguirlo, pero quizás sucede que no nos damos
cuenta que es Él, justo como le pasó al joven Samuel. Hoy, aquí en la Plaza hay muchos
jóvenes. Quisiera preguntarles: ¿han escuchado a veces la voz del Señor que a través
de un deseo, una inquietud, les invitaba a seguirlo más de cerca ? ¿Han tenido ganas
de ser apóstoles de Jesús? Es necesario jugarse la juventud por grandes ideales. ¡Pregunta
a Jesús qué cosa quiere de ti y sé valiente! Detrás y antes de cada vocación al sacerdocio
o a la vida consagrada, está siempre la oración fuerte e intensa de alguien: de una
abuela, de un abuelo, de una madre, de un padre, de una comunidad… Es por esto que
Jesús ha dicho: « ¡Rueguen al dueño de los sembrados –o sea a Dios Padre- que envíe
trabajadores para la cosecha!» (Mt 9,38).
Las vocaciones nacen en la oración
y de la oración; y sólo en la oración pueden perseverar y fructificar. Me gusta subrayarlo
hoy, que es la “Jornada mundial de oración por las vocaciones”. Oremos en particular
por los nuevos Sacerdotes de la Diócesis de Roma que he tenido la alegría de ordenar
esta mañana. E invoquemos la intercesión de María, que es la Mujer del “sí”. Ella
ha aprendido a reconocer la voz de Jesús desde cuando lo llevaba en el vientre. ¡Que
María nos ayude a conocer cada vez mejor la voz de Jesús y a seguirla, para caminar
en el camino de la vida! (Traducción del italiano, Raúl Cabrera-RV).