La Resurrección de Cristo es nuestra fuerza, Papa Francisco
(RV).- (Con audio) “La Muerte y Resurrección de Cristo son el corazón de nuestra fe”,
ha dicho Papa Francisco, retomando las catequesis del año de la fe. “Es la resurrección
de Cristo la que nos abre a una esperanza más grande, porque abre nuestra vida y la
vida del mundo al futuro eterno de Dios, a la felicidad plena, a la certeza de que
el mal, el pecado, la muerte pueden ser vencidos –explicó Francisco-. Y esto nos lleva
a vivir con más confianza la realidad cotidiana, a afrontarla con coraje y compromiso.
La resurrección de Cristo es nuestra fuerza.” Deteniéndose en los testimonios en
forma de relatos que se encuentran en el evangelio, noto que los primeros testigos
de este evento fueron las mujeres. Estas “son impulsadas por el amor y saben recibir
este anuncio con fe: creen e inmediatamente lo transmiten, no se lo guardan para sí.
La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena sus corazones no se
puede contener. Esto debería suceder también en nuestra vida… ¡Tenemos el coraje de
“salir” para llevar esta alegría y esta luz a todos los lugares de nuestra vida! La
resurrección de Cristo es nuestra certeza más grande; ¡es el tesoro más precioso!
¡Cómo no compartir con los otros este tesoro, esta certeza tan bella!
Jesuita
Guillermo Ortiz -RV
Resumen de las palabras del Obispo de Roma en nuestra
lengua:
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de
la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta
verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto:
el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol,
que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del
Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo
el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable,
las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos
sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir
al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio
del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade
no se puede contener. Para los otros discípulos fue más difícil: Pedro se detiene
ante el sepulcro vacío, Tomás quiere tocar con sus manos las llagas del cuerpo de
Jesús. También nosotros estamos llamados a crecer en la fe a través de los signos
del amor de Dios: la Escritura, la Eucaristía y los otros Sacramentos, y de ese modo,
la fe en el Resucitado nos impulsará a salir para llevar esta luz a cada rincón de
nuestra vida, comunicándola con gestos de caridad, misericordia y perdón.
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Saludos de Francisco:
Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España,
Argentina, México y los demás países latinoamericanos. Invito a todos a acoger la
alegría que nos trae el Resucitado, para que el encuentro con Jesús abra nuestro corazón
a la fe y a la esperanza, haciéndonos valientes testigos de su amor.
Traducción
del texto completo de la catequesis del Papa en italiano
Queridos
hermanos y hermanas: ¡Buenos días!
Hoy reanudamos las catequesis del Año de
la fe. En el Credo repetimos esta expresión: "El tercer día resucitó según las Escrituras."
Es "precisamente el evento que estamos celebrando: la Resurrección de Jesús, el centro
del mensaje cristiano, que resonó desde el principio y ha sido transmitió para llegara
hasta nosotros. San Pablo escribe a los cristianos de Corinto: "Les he trasmitido
en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme
a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura.
Se apareció a Pedro y después a los Doce.” (1 Corintios 15:3-5).
Esta breve
confesión de fe anuncia precisamente el Misterio Pascual, con las primeras apariciones
del Resucitado a Pedro y a los Doce: la Muerte y la Resurrección de Jesús son justo
el corazón de nuestra esperanza. Sin esta fe en la muerte y en la Resurrección de
Jesús nuestra esperanza será débil, ya no será ni siquiera esperanza. Y precisamente
la muerte y la Resurrección de Jesús son el corazón de nuestra esperanza. El Apóstol
afirma: “Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han
sido perdonados”. (1Cor 15, 17)
Por desgracia, a menudo se ha tratado de obscurar
la fe de la Resurrección de Jesús, e incluso entre los propios creyentes se han insinuado
dudas. Un poco una fe “al agua de rosas”, como decimos nosotros. No es la fe fuerte.
Y esto por superficialidad, a veces por indiferencia, ocupados por miles de cosas
que se consideran más importantes que la fe, o por una visión puramente horizontal
de la vida.
Pero es precisamente la Resurrección la que nos abre a la esperanza
más grande, porque abre nuestra vida y la vida del mundo al futuro eterno de Dios,
a la felicidad plena, a la certeza de que el mal, el pecado y la muerte pueden ser
derrotados. Y ello lleva a vivir con mayor confianza las realidades cotidianas, a
afrontarlas con valentía y con empeño. La Resurrección de Cristo ilumina con una luz
nueva estas realidades cotidianas ¡la Resurrección de Cristo es nuestra fuerza!
¿Pero
cómo se nos ha transmitido la verdad de la fe de la Resurrección de Cristo? Hay dos
tipos de testimonios en el Nuevo Testamento: algunos son en forma de profesión de
fe, es decir, son fórmulas sintéticas que indican el centro de la fe; mientras que
otros están en forma de relato del evento de la Resurrección y de los hechos relacionados
con ella. La primera: la forma de la profesión de la fe, por ejemplo, es la que acabamos
de escuchar, o la de la Carta a los Romanos en la que San Pablo escribe: "Si confiesas
con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre
los muertos, serás salvado."(10:09). Desde los primeros pasos de la Iglesia es clara
y firme la fe en el Misterio de la Muerte y Resurrección de Jesús. Hoy, sin embargo,
quisiera centrarme en la segunda, en los testimonios que toman la forma de un relato,
que encontramos en los Evangelios. Sobre todo observamos que los primeros testigos
de este evento fueron mujeres. Al amanecer, ellas van al sepulcro para ungir el cuerpo
de Jesús, y encontraron el primer signo: el sepulcro vacío (cf. Mc 16:01). Sigue después
el encuentro con un Mensajero de Dios que anuncia: Jesús de Nazaret, el crucificado,
no está aquí, ha resucitado (cf. vv 5-6). Las mujeres son llevadas por el amor y saben
acoger este anuncio con fe: creen, y de inmediato lo transmiten, no lo tiene para
sí mismas. Lo transmiten.
La alegría de saber que Jesús está vivo y la esperanza
que llena el corazón no se pueden contener. Esto debería suceder también en nuestra
vida ¡Sintamos la alegría de ser cristianos! ¡Nosotros creemos en un Resucitado que
venció el mal y la muerte! ¡Tengamos la valentía de ‘salir’ para llevar esta alegría
y esta luz a todos los lugares de nuestra vida! ¡La Resurrección de Cristo es nuestra
mayor certeza; es el tesoro más precioso! ¡Cómo no compartir con los demás este tesoro,
esta certeza. No es sólo para nosotros, es para transmitirla, para darla a los demás,
compartirla con los demás. Es nuestro testimonio
Otro elemento. En las profesiones
de fe del Nuevo Testamento, como testigos de la Resurrección vienen recordados sólo
los hombres, los Apóstoles, pero no las mujeres. Esto se debe a que, de acuerdo con
la Ley judaica de aquel tiempo, las mujeres y los niños no podían dar un testimonio
fiable, creíble. En los Evangelios, sin embargo, las mujeres tienen un papel primordial,
fundamental. Aquí podemos ver un elemento a favor de la historicidad de la Resurrección:
si se tratara de un hecho inventado, en el contexto de aquel tiempo no hubiera estado
relacionado al testimonio de las mujeres. Los evangelistas, en cambio, simplemente
se limitan a narrar lo que sucedió: las mujeres son los primeros testigos.
Ello
nos dice que Dios no elige según criterios humanos: los primeros testimonios del nacimiento
de Jesús son los pastores, gente sencilla y humilde. Y las primeras en ser testimonios
de la Resurrección son las mujeres. Y ello es bello, es un poco la misión de las mujeres,
de las mamás, de las abuelitas. Dar testimonio a sus hijos y nietos de que Jesús está
vivo, vive ha resucitado. Mamás y mujeres ¡adelante con este testimonio! Lo que
cuenta para Dios es el corazón, cuán abiertos estamos para Él, si somos como niños
que se fían. Pero esto nos hace reflexionar también sobre cómo las mujeres, en la
Iglesia y en el camino de la fe, hayan tenido y sigan teniendo aún hoy un papel especial
en el abrir las puertas al Señor, en seguirlo y en comunicar su Rostro, porque la
mirada de fe necesita siempre la mirada sencilla y profunda del amor. A los Apóstoles
y a los discípulos les cuesta más creer, a las mujeres no. Pedro corre al sepulcro,
pero se detiene ante la tumba vacía; Tomás debe tocar con sus manos las heridas del
cuerpo de Jesús. También en nuestro camino de fe es importante saber y percibir que
Dios nos ama, no tener miedo de amarlo: la fe se profesa con la boca y con el corazón,
con las palabras y con el amor.
Después de las apariciones a las mujeres, siguen
otras: Jesús se hace presente de un modo nuevo: es el Crucificado, pero su cuerpo
es glorioso; no ha vuelto a la vida terrenal, sino en una nueva condición. Al principio
no lo reconocen, y sólo a través de sus palabras y sus gestos los ojos se abren: el
encuentro con el Resucitado transforma, da un nuevo vigor a la fe, un fundamento inquebrantable.
También para nosotros, hay muchos signos con los que el Resucitado se da a conocer:
la Sagrada Escritura, la Eucaristía y los demás Sacramentos, la caridad, los gestos
de amor que llevan un rayo del Resucitado.
¡Dejémonos iluminar por la Resurrección
de Cristo, dejémonos transformar por su fuerza, para que, también a través de nosotros,
en el mundo los signos de muerte dejen lugar a los signos de la vida! He visto que
hay tantos jóvenes en la plaza, chicos y chicas, aquí están. Les digo: lleven adelante
esta certeza, el Señor está vivo y camina a nuestro lado en la vida. Ésta es la misión
de ustedes. Lleven adelante esta esperanza. Estén anclados a esta esperanza, esta
ancla que está en el cielo. Sujétense fuerte a la cuerda, queden anclados y lleven
adelante la esperanza. Ustedes, testimonios de Jesús, testimonien que Jesús está
vivo y ello nos dará esperanza y dará esperanza a este mundo algo envejecido por las
guerras, por el mal y por el pecado ¡Adelante jóvenes!