Será un duro golpe para el matrimonio y la familia en Uruguay
(RV).- (Audio) El 26 de diciembre
(2012), el Senado de Uruguay anunció la postergación de la votación de la ley del
Matrimonio Igualitario hasta el mes de abril de 2013, después de que la Cámara de
Diputados votó por amplia mayoría a favor del proyecto de ley mediante el que se autoriza
el casamiento entre personas del mismo sexo y se les conceden los mismos derechos
y obligaciones que a las parejas heterosexuales. En este contexto este 27 de marzo,
bajo el título “Duro Golpe a la Institución matrimonial en Uruguay”, la Iglesia local
se ha pronunciado, en concreto, el Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti quien expresa
a la comunidad católica, a los comunicadores y a la opinión pública, que en efecto,
de aprobarse dicha ley, se tratará de un duro golpe sobre el matrimonio y la familia,
además de contener una cuota de engaño por llamarlo “matrimonio” y equiparar la unión
homosexual con una unión entre varón y mujer. El Obispo de Salto cuestiona el por
qué relativizar y desvalorizar una institución ya de por si golpeada como lo es la
familia introduciendo profundas modificaciones. En especial alude al por qué no llamar
a las uniones homosexuales con un nombre distinto, y por qué no respetar la lógica
elemental de llamar a cada cosa por su nombre. Mons. Galimberti observa que tras
la insistencia de denominar este tipo de unión matrimonio se percibe, citamos, una
oscura intención de desarmar una estructura vincular. El obispo invita a reflexionar,
en particular a la comunidad católica para que eleve oraciones y de claro testimonio
de fe, según el cual, Dios creó desde el inicio al hombre y la mujer como diferentes
y complementarios. PLJR - @pjuregui – Radio Vaticano
Texto del Mensaje
(revisado) “Duro Golpe a la Institución matrimonial en Uruguay” A la comunidad
católica, a los comunicadores y a la opinión pública: Este duro golpe caerá sobre
el matrimonio y la familia en caso de aprobarse el próximo mes, en el senado, la ley
que ya tiene media sanción. La han llamado ley de “matrimonio igualitario”, o sea,
entre personas del mismo sexo. La manera de llamar al proyecto de ley contiene
una cuota de engaño. En efecto, al llamarle “matrimonio”, equipara una unión homosexual
con el matrimonio entre varón y mujer, unión afectiva pero también corporal plena,
con capacidad de engendrar nueva vida y de brindar a los hijos una complementación
diferente y complementaria de las figuras de madre y padre, tan importantes para un
mejor desarrollo sicológico. ¿Por qué relativizar y desvalorizar una institución,
hoy tan golpeada como la familia, introduciéndole profundas modificaciones que van
a confundir más que aclarar? Una definición clásica de la justicia es “a cada uno
lo suyo”. Según esto, demos a las parejas de varón y mujer los derechos que les corresponden,
entre ellos, el de llamarse con toda propiedad “matrimonio”. Y demos a las uniones
homosexuales un nombre distinto, por ej. compañeros permanentes o como sea. ¿Por qué
no respetar esa lógica elemental que aprendemos desde nuestros primeros balbuceos,
de llamar a cada cosa por su nombre, en lugar de implantar “a prepo” la lógica de
Babel? Detrás de esta insistencia se adivina una oscura intención de desarmar una
estructura vincular de largo arraigo, motivo por el cual la ministra de Justicia de
Francia hablaba de un “cambio de civilización” a una iniciativa similar en su país. En
la manifestación en París a mediados de enero de este año participó la fundadora de
la organización gay Homovox, que dijo: “Soy francesa, soy homosexual, la mayoría de
los homosexuales no queremos ni el matrimonio ni la adopción de los niños, sobre todo
porque no queremos ser tratados del mismo modo que los heterosexuales porque somos
diferentes, no queremos igualdad, pero sí justicia” afirmó. Propongo leer o comentar
en los próximos días y semanas este comunicado, invitando a la comunidad católica
a elevar oraciones y dar un claro testimonio de fe, según la cual, Dios creó desde
el inicio al hombre y la mujer como diferentes y complementarios. Salto, 27 de
marzo de 2013. + Pablo Galimberti Obispo de Salto