No puede haber verdadera paz si cada uno es la medida de sí mismo, Francisco a los
embajadores
(RV).- (Con audio) El Papa Francisco recibió esta mañana, en la en la Sala Regia
del Palacio Apostólico, al Cuerpo Diplomática acreditado ante la Santa Sede. En su
alocución, tras agradecer las palabras que el Decano le dirigió en nombre de todos,
el Santo Padre manifestó que este encuentro “quiere ser idealmente el abrazo del Papa
al mundo”, y destacó que su numerosa presencia también es un signo de que las relaciones
que sus países mantienen con la Santa Sede son beneficiosas, “son verdaderamente una
ocasión de bien para la humanidad”.
La lucha contra la pobreza, tanto material
como espiritual; edificar la paz y construir puentes, son los puntos de referencia
de un camino al que el Papa manifestó su deseo de invitar a participar a cada uno
de los países que representan estos diplomáticos.
El Papa, al recordar los
diversos motivos por los que eligió su nombre pensando en Francisco de Asís, “una
personalidad que es bien conocida más allá de los confines de Italia y de Europa,
y también entre quienes no profesan la fe católica” afirmó que uno de los primeros
es “el amor que Francisco tenía por los pobres”.
Y exclamó: “¡Cuántos pobres
hay todavía en el mundo! Y ¡cuánto sufrimiento afrontan estas personas!”. Francisco
añadió que según el ejemplo del Santo de Asís, la Iglesia ha tratado siempre de cuidar,
proteger en todos los rincones de la Tierra a los que sufren por la indigencia, y
manifestó que en muchos de sus países pueden constatar la generosa obra de aquellos
cristianos que se esfuerzan por ayudar a los enfermos, a los huérfanos, a quienes
no tienen hogar y a todos los marginados, y que, de este modo, trabajan para construir
una sociedad más humana y más justa.
Sin embargo, el Santo Padre destacó que
“hay otra pobreza”. “Es la pobreza espiritual de nuestros días, que afecta gravemente
también a los Países considerados más ricos”. Es lo que mi Predecesor, el querido
y venerado Papa Benedicto XVI, llama la “dictadura del relativismo”, que deja a cada
uno como medida de sí mismo y pone en peligro la convivencia entre los hombres. De
este modo explicó una segunda razón de su nombre, teniendo en cuenta que Francisco
de Asís nos dice que nos esforcemos por construir la paz. “Pero no hay verdadera paz
sin verdad. No puede haber verdadera paz si cada uno es la medida de sí mismo, si
cada uno puede reclamar siempre y sólo su propio derecho, sin preocuparse al mismo
tiempo del bien de los demás, de todos, a partir ya de la naturaleza, que acomuna
a todo ser humano en esta tierra”.
Al recordar que uno de los títulos del Obispo
de Roma es “Pontífice”, es decir, el que construye puentes, con Dios y entre los hombres,
Francisco manifestó su deseo de que el diálogo entre ellos “ayude a construir puentes
entre todos los hombres, de modo que cada uno pueda encontrar en el otro no a un enemigo,
no a un contendiente, sino un hermano para acogerlo y abrazarlo”. Tarea ésta en la
que es fundamental también el papel de la religión.
Por esta razón, dijo el
Papa, “no se pueden construir puentes entre los hombres olvidándose de Dios”. Y “no
se pueden vivir auténticas relaciones con Dios ignorando a los demás”. De ahí la importancia
de intensificar el diálogo entre las distintas religiones, así como intensificar la
relación con los no creyentes, para que nunca prevalezcan las diferencias que separan
y laceran, sino que, no obstante la diversidad, “predomine el deseo de construir lazos
verdaderos de amistad entre todos los pueblos”.
Texto completo del discurso
del Santo Padre Francisco al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede:
Excelencias, Señoras
y señores:
Agradezco sinceramente a su decano, el Embajador Jean-Claude Michel,
las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos, y los acojo con gozo en
este intercambio de saludos, simple pero intenso al mismo tiempo, que quiere ser idealmente
el abrazo del Papa al mundo. En efecto, por su medio encuentro a sus pueblos, y así
puedo en cierto modo llegar a cada uno de sus conciudadanos, con todas sus alegrías,
sus dramas, sus esperanzas, sus deseos.
Su numerosa presencia es también un
signo de que las relaciones que sus países mantienen con la Santa Sede son beneficiosas,
son verdaderamente una ocasión de bien para la humanidad. Efectivamente, esto es precisamente
lo que preocupa a la Santa Sede: el bien de todo hombre en esta tierra. Y precisamente
con esta idea comienza el Obispo de Roma su ministerio, sabiendo que puede contar
con la amistad y el afecto de los Países que representan, y con la certeza de que
comparten este propósito. Al mismo tiempo, espero que sea también la ocasión para
emprender un camino con los pocos Países que todavía no tienen relaciones diplomáticas
con la Santa Sede, algunos de los cuales – se lo agradezco de corazón – han querido
estar presentes en la Misa por el inicio de mi ministerio, o enviado mensajes como
gesto de cercanía.
Como saben, son varios los motivos por los que elegí mi
nombre pensando en Francisco de Asís, una personalidad que es bien conocida más allá
de los confines de Italia y de Europa, y también entre quienes no profesan la fe católica.
Uno de los primeros es el amor que Francisco tenía por los pobres.
¡Cuántos pobres
hay todavía en el mundo! Y ¡cuánto sufrimiento afrontan estas personas! Según el ejemplo
de Francisco de Asís, la Iglesia ha tratado siempre de cuidar, proteger en todos los
rincones de la Tierra a los que sufren por la indigencia, y creo que en muchos de
sus Países pueden constatar la generosa obra de aquellos cristianos que se esfuerzan
por ayudar a los enfermos, a los huérfanos, a quienes no tienen hogar y a todos los
marginados, y que, de este modo, trabajan para construir una sociedad más humana y
más justa.
Pero hay otra pobreza. Es la pobreza espiritual
de nuestros días, que afecta gravemente también a los Países considerados más ricos.
Es lo que mi Predecesor, el querido y venerado Papa Benedicto XVI, llama la «dictadura
del relativismo», que deja a cada uno como medida de sí mismo y pone en peligro la
convivencia entre los hombres. Llego así a una segunda razón de mi nombre. Francisco
de Asís nos dice: Esfuércense en construir la paz. Pero no hay verdadera paz sin verdad.
No puede haber verdadera paz si cada uno es la medida de sí mismo, si cada uno puede
reclamar siempre y sólo su propio derecho, sin preocuparse al mismo tiempo del bien
de los demás, de todos, a partir ya de la naturaleza, que acomuna a todo ser humano
en esta tierra.
Uno de los títulos del Obispo de Roma es «Pontífice»,
es decir, el que construye puentes, con Dios y entre los hombres. Quisiera precisamente
que el diálogo entre nosotros ayude a construir puentes entre todos los hombres, de
modo que cada uno pueda encontrar en el otro no un enemigo, no un contendiente, sino
un hermano para acogerlo y abrazarlo. Además, mis propios orígenes me impulsan a trabajar
para construir puentes. En efecto, como saben, mi familia es de origen italiano; y
por eso está siempre vivo en mí este diálogo entre lugares y culturas distantes entre
sí, entre un extremo del mundo y el otro, hoy cada vez más cercanos, interdependientes,
necesitados de encontrarse y de crear ámbitos reales de auténtica fraternidad.
En esta tarea es
fundamental también el papel de la religión. En efecto, no se pueden construir puentes
entre los hombres olvidándose de Dios. Pero también es cierto lo contrario: no se
pueden vivir auténticas relaciones con Dios ignorando a los demás. Por eso, es
importante intensificar el diálogo entre las distintas religiones, creo que en primer
lugar con el Islam, y he apreciado mucho la presencia, durante la Misa de inicio de
mi ministerio, de tantas autoridades civiles y religiosas del mundo islámico. Y también
es importante intensificar la relación con los no creyentes, para que nunca prevalezcan
las diferencias que separan y laceran, sino que, no obstante la diversidad, predomine
el deseo de construir lazos verdaderos de amistad entre todos los pueblos.
La
lucha contra la pobreza, tanto material como espiritual; edificar la paz y construir
puentes. Son como los puntos de referencia de un camino al cual quisiera invitar a
participar a cada uno de los Países que representan. Pero, si no aprendemos a amar
cada vez más a nuestra Tierra, es un camino difícil. También en este punto me ayuda
pensar en el nombre de Francisco, que enseña un profundo respeto por toda la creación,
la salvaguardia de nuestro medio ambiente, que demasiadas veces no lo usamos para
el bien, sino que lo explotamos ávidamente, perjudicándonos unos a otros.
Queridos Embajadores,
Señoras y Señores, gracias de nuevo por todo el trabajo que desarrollan, junto con
la Secretaría de Estado, para edificar la paz y construir puentes de amistad y hermandad.
Por su medio, quisiera reiterar mi agradecimiento a sus Gobiernos por su participación
en las celebraciones con motivo de mi elección, con la esperanza de un trabajo común
fructífero. Que el Señor Todopoderoso colme de sus dones a cada uno de ustedes, a
sus familias y a los Pueblos que representan. Muchas gracias.