(RV).- El Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, presidió la tarde
de este domingo, 3 de marzo, en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena,
una solemne Misa de Acción de Gracias por el Pontificado de Benedicto XVI.
En
su homilía, el purpurado recordó que, desde el pasado 28 de febrero, a las 20,00 horas,
“la sede y oficio de Sucesor de Pedro ha quedado vacante. Es una hora para la Iglesia
extendida por todo el orbe verdaderamente excepcional. Lo sucedido resulta difícil,
por no decir imposible, de comprender, en todo lo que significa para el presente y
el futuro de la Iglesia e, incluso, de toda la familia humana para el que lo considere
con puntos de vista meramente humanos o los criterios propios del mundo”. Y es que
“la Iglesia no es el resultado o producto de iniciativas humanas, ni se sostiene ni
apoya en el poder del hombre, tampoco en su capacidad organizativa y ni siquiera en
los sistemas jurídicos que pudiera diseñar según su propio arbitrio”, sino que “el
mundo interior en el que vive y del que vive” e incluso “su estructura externa” proceden
“del Señor Jesucristo, su Cabeza y Pastor invisible: ¡su divino Fundador!”.
El
Señor, dijo el cardenal Rouco, se encuentra en la Iglesia “vigilando y asegurando
que su travesía nos conduzca al buen puerto de un nuevo y fecundo capítulo de su historia
divino-humana más que milenaria. Un capítulo, en el que brillará con creciente intensidad
el esplendor de la verdad de Jesucristo, el Salvador del hombre: ¡el capítulo de la
nueva Evangelización!”. La luz del Evangelio “nos infundirá, al mirar al futuro de
nuestros hijos, la clarividencia de la fe, la fuerza de la esperanza y el ardor del
amor auténtico que tanto necesitamos para afrontar victoriosamente el reto de la crisis
histórica ante la que nos encontramos. Una crisis de verdadera y fraterna humanidad:
¡crisis del hombre que dio la espalda a Dios!”.
“La sucesión de Pedro -añadió
el arzobispo de Madrid-, permanece viva e inalterable en el Obispo de Roma, que preside
el Colegio de los Obispos, Sucesores de los Apóstoles, unidos y obedientes a Él en
la unidad de la doctrina de la fe y en el servicio pastoral a la comunión”. Ese ministerio
de los Sucesores de los Apóstoles, en expresión de San Agustín ‘officium amoris’,
“encuentra en el Sumo Pontífice su máxima expresión y la garantía indefectible de
su autenticidad”. Y Benedicto XVI lo ha ejercido “hasta el límite de sus fuerzas.
No ha renunciado a él por debilidad o buscando su propio bien, sino el bien común
de la Iglesia”. Junto al Señor Crucificado, “vivió sus ocho años de entrega a todos
dentro y fuera de la comunidad eclesial: ¡una entrega incansable, sencilla, desprendida,
luminosa, la propia de su Vicario en la Tierra!”.
“¡Gracias de corazón, querido
Santo Padre Benedicto XVI, por haber sido Pastor y Maestro de la Salvación en Cristo
con una limpia y clara transparencia de pensamiento y de vida, con una jugosa fidelidad
a la tradición viva de la Iglesia en continuidad creativa con sus predecesores más
recientes -Pablo VI y Juan Pablo II-, y con una cercanía a nosotros, los hijos de
la Iglesia y de la humanidad, en esta hora tan crítica material y espiritualmente
como es la actual, en las primeras décadas de un siglo y una época, calificada de
postmoderna”. “Estad seguro, nuestra oración de hijos e hijas, de hermanos y hermanas,
os acompañará siempre”, apuntó.
“¡Gracias de corazón, Santidad, por habernos
ayudado a enraizar y edificar mas hondamente en Cristo la vida de nuestros jóvenes,
nuestra propia vida! ¡Gracias por habernos fortalecido en la firmeza de la fe católica
que ha iluminado y confortado a nuestros mayores en la rica y caudalosa trayectoria
de nuestra historia bimilenaria!” en la que “nunca se ha perdido la esperanza”.
“Hemos vivido y aún estamos viviendo días intensos de acción de gracias al Señor por
la Iglesia, por el don de ministerio del Sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y Pastor
de la Iglesia Universal, por el que fue hasta anteayer nuestro Santo Padre Benedicto
XVI. Han comenzado ya los días de la plegaria fervorosa y perseverante de toda la
Iglesia por el nuevo Sucesor de Pedro: ¡el nuevo Pastor, que el Señor quiera regalarnos!
Un Papa dispuesto a ejercer el “officium amoris” con la entrega del Crucificado y
con la alegría del Resucitado”.
El presidente de la Conferencia Episcopal Española
concluyó pidiendo a la Virgen por “los electores del nuevo Obispo de Roma y Pastor
de la Iglesia Universal”, para que “sigamos fielmente” la inspiración del Espíritu
Santo. “¡Que toda la Iglesia se deje iluminar y encender por el Espíritu Santo en
el amor a Jesucristo y a nuestros hermanos los hombres!”. (ER RV)