Misión de Benedicto XVI: oración, intercesión y esperanza para Iglesia
(RV).- Rezar es amar mirando
a Dios a los ojos. Con la exposición eucarística y las segundas vísperas del primer
domingo de Cuaresma, comenzaron los ejercicios espirituales de Benedicto XVI y sus
colaboradores de la Curia Romana, en la capilla dedicada a la Madre del Redentor,
del Palacio Apostólico. Profundizando sobre el tema «Ars orandi, ars credendi. El
rostro de Dios y el rostro del hombre en la oración». Introduciendo la primera meditación,
el presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, Cardenal Gianfranco Ravasi se
dirigió a Benedicto XVI, refiriéndose a su misión futura y evocó la figura bíblica
de Moisés, que sube al monte a rezar por el pueblo de Israel, que en el valle lucha
contra Amalek:
«Esta imagen representa su función principal para la Iglesia,
es decir la intercesión, interceder: nosotros nos quedamos en el ‘valle’, donde está
Amalek, donde está el polvo, los miedos, aun más, los terrores y pesadillas, pero
también las esperanzas – donde usted ha permanecido durante estos ocho años con nosotros.
Pero, de ahora en adelante, sabemos que, en el monte, está su intercesión por nosotros».
El
purpurado elegido por el Santo Padre para predicar este año los ejercicios espirituales
de Cuaresma, puso de relieve la importancia del silencio interior, alentando a liberarse
de los ruidos que se multiplican sobre todo en estos días:
«Pienso que también
para nosotros los ejercicios, estos momentos, son como liberar el alma del polvo de
las cosas materiales, también del fango del pecado, de la arena de lo banal, de las
ortigas de las habladurías, que sobre todo en estos días, ocupan ininterrumpidamente
nuestros oídos».
Con los Salmos, meditando sobre cuatro verbos, el Cardenal
Ravasi señaló que rezar es respirar, porque la oración es como el aire para nuestra
vida. Rezar es pensar, es conocer a dios, como hacía María que custodiaba los eventos
en su corazón. Rezar es también luchar con Dios, sobre todo cuando se está en la aridez,
en la oscuridad de la vida, cuando elevamos al cielo nuestro clamor desesperado, que
puede parecer blasfemo. Rezar es amar, poder abrazar a Dios y la oración es algo así
como la mirada silenciosa entre dos enamorados:
«Como saben – lo decía Pascal
– en la fe, al igual que en el amor, los silencios son más elocuentes que las palabras.
Dos enamorados, cuando acaban todo el repertorio de lugares comunes de su amor, si
están verdaderamente enamorados, se miran a los ojos y callan».