(RV).- (Con Audio) El padre Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela (Argentina)
-quien en la actualidad se desempeña como rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia
Argentina en Roma, prosigue su colaboración con nuestra emisora. En el espacio “En
el Espíritu de Aparecida” sigue desarrollando temáticas relacionadas con la nueva
Evangelización.
Escuchemos el programa del jueves 14 de febrero (Audio):
La
nueva evangelización asumida por toda la Iglesia con el protagonismo de los laicos,
y guiada por el Espíritu Santo, explicita la dimensión misionera de la misión eclesial
Juan
Pablo II impulsó a la Iglesia en Latinoamérica a una acción de nueva evangelización
“en su ardor, en sus métodos y en su expresión” en 19883/1984, para poder responder
a algunos desafíos históricos a su fe y renovar su vivencia hacia una fe madura y
evangelizadora de la sociedad. Luego, sucesivamente amplió esta enseñanza y propuesta
evangelizador a nivel universal, y especificó tres situaciones humanas que se descubren
ante la llamada de la fe en Cristo, las que suscitan tres formas de evangelización.
En los pueblos en los que todavía no se recibió ese anuncio o la Iglesia no
está plenamente afianzada, corresponde la missio ad gentes, que sigue siendo la forma
prioritaria de evangelización. En las comunidades cristianas ya afianzadas como tales,
corresponde mantener y profundizar la fe mediante una pastoral ordinaria. Pero en
estos países, por causas diversas como el secularismo, el consumismo, las sectas,
se encuentran multitudes de fieles debilitados y probados en su fe. Esta nueva realidad
llama a asumir una acción de nueva evangelización (cf. ChL 34; RMi 33-34) que llegue
a plasmar comunidades vivas que se ocupen de sus hermanos frágiles en la fe, y, de
quienes aún no encontraron vitalmente la fe en Cristo en estos países y en los países
de misión.
Benedicto XVI retomó esta comprensión de la acción evangelizadora
en la homilía de inicio del reciente Sínodo:
“También en nuestro tiempo el
Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia un nuevo impulso para anunciar la Buena
Noticia, un dinamismo espiritual y pastoral que ha encontrado su expresión más universal
y su impulso más autorizado en el Concilio Ecuménico Vaticano II. Este renovado dinamismo
de evangelización produce un influjo beneficioso sobre las dos «ramas» especificas
que se desarrollan a partir de ella, es decir, por una parte, la missio ad gentes,
esto es el anuncio del Evangelio a aquellos que aun no conocen a Jesucristo y su mensaje
de salvación; y, por otra parte, la nueva evangelización, orientada principalmente
a las personas que, aun estando bautizadas, se han alejado de la Iglesia, y viven
sin tener en cuenta la praxis cristiana. La Asamblea sinodal que hoy se abre esta
dedicada a esta nueva evangelización, para favorecer en estas personas un nuevo encuentro
con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia;
para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que trae alegría y esperanza
a la vida personal, familiar y social. Obviamente, esa orientación particular no debe
disminuir el impulso misionero, en sentido propio, ni la actividad ordinaria de evangelización
en nuestras comunidades cristianas. En efecto, los tres aspectos de la única realidad
de evangelización se completan y fecundan mutuamente.”
Estamos en una etapa
de transición, en la que la comunidad eclesial toma conciencia de que sólo un número
reducido de fieles conoce sus deberes y derechos, mientras que la mayoría del Pueblo
de Dios no tiene un total sentido de pertenencia, sino una referencia de su vida religiosa
a la Iglesia. Esta situación exige un tipo de acción pastoral que incluya una marcada
dimensión misionera.
Aparecida aportó a este camino porque la finalidad del
documento es repensar la misión evangelizadora en el nuevo contexto latinoamericano
y caribeño, y renovar la novedad del anuncio del Evangelio ya presente en nuestra
historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos
y misioneros que promuevan una vida digna, plena y feliz “en Cristo” (cf. DA 11,13,
14, 550).