Agradecimiento al humilde trabajador en la viña del Señor
(RV).- “Esta tarde nosotros queremos dar gracias al Señor por el camino que toda la
Iglesia ha hecho bajo la guía de Su Santidad” – dijo el Cardenal Tarcisio Bertone,
Secretario de Estado del Papa – en el saludo que le dirigió al Pontífice durante
la celebración del miércoles de ceniza. Y añadió que con sentimientos de gran conmoción
y de profundo respeto no sólo la Iglesia, sino todo el mundo, han recibido la noticia
de su decisión de renunciar al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor del Apóstol Pedro.
“No
seríamos sinceros, Santidad – dijo – si no le dijéramos que esta tarde hay un velo
de tristeza en nuestro corazón. En estos años, su Magisterio ha sido una ventana abierta
sobre la Iglesia y sobre el mundo, que ha hecho filtrar los rayos de la verdad y del
amor de Dios, para dar luz y calor a nuestro camino, también y, sobre todo, en los
momentos en que las nubes se adensan en el cielo.
Y agregó, en nombre de los
Cardenales, que también querían decirle, desde lo más íntimo de su corazón, “con
gran afecto, conmoción y admiración: gracias por habernos dado el luminoso ejemplo
de sencillo y humilde trabajador en la viña del Señor, pero de un trabajador que ha
sabido realizar en todo momento lo que es más importante: llevar a Dios a los hombres
y llevar los hombres a Dios”.
Texto completo del saludo del Cardenal
Tarcisio Bertone al Papa durante la celebración del Miércoles de Ceniza
Beatísimo
Padre:
Con sentimientos de gran conmoción y de profundo respeto no sólo la
Iglesia, sino todo el mundo, han recibido la noticia de su decisión de renunciar al
ministerio de Obispo de Roma, Sucesor del Apóstol Pedro.
No seríamos sinceros,
Santidad, si no le dijéramos que esta tarde hay un velo de tristeza en nuestro corazón.
En estos años, su Magisterio ha sido una ventana abierta sobre la Iglesia y sobre
el mundo, que ha hecho filtrar los rayos de la verdad y del amor de Dios, para dar
luz y calor a nuestro camino, también y, sobre todo, en los momentos en que las nubes
se adensan en el cielo.
Todos nosotros hemos comprendido que precisamente el
amor profundo que Su Santidad tiene por Dios y por la Iglesia lo ha impulsado a este
acto, revelando esa pureza de ánimo, esa fe robusta y exigente, esa fuerza de la humildad
y de la mansedumbre, junto a un gran valor, que han caracterizado cada paso de su
vida y de su ministerio, y que pueden venir solamente del estar con Dios, del estar
ante la luz de la Palabra de Dios, del subir continuamente la montaña del encuentro
con Él para volver a descender después a la Ciudad de los hombres.
Santo Padre,
hace pocos días con los Seminaristas de su diócesis de Roma, Usted ha dicho que siendo
cristianos sabemos que el futuro es nuestro, el futuro es de Dios, que el árbol de
la Iglesia crece siempre de nuevo. La Iglesia se renueva siempre, renace siempre.
Servir a la Iglesia con la firme convicción de que no es nuestra, sino de Dios, que
no somos nosotros quienes la construimos, sino que es Él; poder decir con verdad:
“Somos siervos inútiles. Hemos hecho lo que debíamos hacer” (Lc 17, 10), confiando
totalmente en el Señor, es una gran enseñanza que Usted, también con esta decisión
sufrida, nos dona, no sólo a nosotros, Pastores de la Iglesia, sino al entero Pueblo
de Dios.
La Eucaristía es un dar gracias a Dios. Esta tarde nosotros queremos
dar gracias al Señor por el camino que toda la Iglesia ha hecho bajo la guía de Su
Santidad y queremos decirle desde lo más íntimo de nuestro corazón, con gran afecto,
conmoción y admiración: gracias por habernos dado el luminoso ejemplo de sencillo
y humilde trabajador en la viña del Señor, pero de un trabajador que ha sabido realizar
en todo momento lo que es más importante: llevar a Dios a los hombres y llevar los
hombres a Dios.