Echar las redes en su Palabra, el Papa a la hora del ángelus
(RV).- (Con audio). Al rezar el ángelus con varios miles de fieles y peregrinos reunidos
en la plaza de San Pedro, Benedicto XVI, al comentar la liturgia dominical según el
Evangelio de san Lucas, reflexionó sobre la imagen de la pesca que remite a la misión
de la Iglesia. Y afirmó que en su pedagogía divina, Dios, más que mirar la calidad
de los elegidos, ve su fe, como la de Simón que dice: «En tu palabra, echaré las redes».
Asimismo, el Papa destacó que el texto de hoy permite reflexionar sobre la vocación
al sacerdocio y a la vida consagrada, que es obra de Dios, porque el hombre no es
autor de su propia vocación, sino respuesta a la propuesta divina. Por esta razón
la debilidad humana no debe causar temor si Dios llama, sino que es necesario tener
confianza en su fuerza que actúa precisamente en nuestra pobreza. Por eso hay que
confiar cada vez más en el poder de su misericordia, que transforma y renueva.
Al
saludar en nuestro idioma y desear feliz domingo a los peregrinos procedentes de América
Latina y de España, el Santo Padre invitó a pedir a la Santísima Virgen María que
nos ayude a ser testigos del mensaje de salvación y que podamos ver la gracia de Dios
que actúa en nosotros:
Saludo cordialmente
a los fieles de lengua española, en particular a los grupos venidos de la Archidiócesis
de Oviedo, así como a los que se unen a través de los medios de comunicación social.
Hoy san Pablo nos muestra el núcleo de la predicación del Evangelio en el que estamos
fundados: «Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó al tercer día,
según las Escrituras». Ésta es la fe a la que hemos adherido y que estamos llamados
a trasmitir. Pidamos a la Santísima Virgen María que nos ayude a ser testigos de este
mensaje de salvación y podamos ver, en nuestro trabajo diario por la edificación del
Reino de los cielos, la gracia de Dios que actúa en nosotros. Feliz domingo. Como
es tradicional, después de sus palabras para introducir el rezo a la Madre de Dios,
Benedicto XVI se dirigió en diversos idiomas, a los numerosos peregrinos que habían
acudido a la Plaza de San Pedro, así como a los que le escuchaban desde más lejos.
Empezó con unas felicitaciones dirigidas a los pueblos orientales, que celebran un
nuevo año lunar, deseando paz y armonía, con estas palabras:
«Hoy varios pueblos
de Extremo Oriente festejan el año nuevo lunar. Paz, armonía y agradecimiento al
Cielo son los valores universales que se celebran en esta gozosa circunstancia y que
todos desean para construir su propia familia, sociedad y nación. Deseo que se puedan
cumplir para esos pueblos las aspiraciones de una vida feliz y próspera. Envío un
saludo especial a los católicos de esos países, con el anhelo de que en este Año de
la fe se dejen guiar por la sabiduría de Cristo».
Benedicto XVI recordó que
el 11 de febrero, día de la Virgen de Lourdes, este año en el Santuario mariano de
Altötting - cerca de su pueblo natal y donde iba desde cuando era pequeño - se celebrará
solemnemente la XXI Jornada Mundial del Enfermo, con el lema «Anda y haz tú lo mismo»,
elegido por el mismo Santo Padre, exhortando a los discípulos de Cristo a ser como
el Buen Samaritano:
«Mañana, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen
María de Lourdes, se celebra la Jornada Mundial del Enfermo, cuya celebración solemne
será en el Santuario mariano de Altötting, en Baviera. Con mi oración y afecto acompaño
a todos los enfermos y me uno espiritualmente a cuantos se reunirán en ese Santuario,
particularmente querido para mí».
También en francés, en alemán y polaco, el
Santo Padre recordó la Jornada Mundial del Enfermo, que nos invita a dirigir nuestra
atención a las personas que sufren. Gracias a nuestro afecto y ayuda, los que sufren
pueden volver a encontrar la esperanza y la confianza en Dios que los ama. Jesús
nos pidió que visitemos a los enfermos, destacó Benedicto XVI, con el deseo de que
este Año de la fe sea una renovada ocasión para profundizar en el sentido verdadero
de no separar la caridad de la fe.
El Papa deseó asimismo que la Virgen María,
Nuestra Señora de Lourdes, nos acompañe durante la Cuaresma que está por comenzar.
Evocando a la Madre de Dios que se apareció a la pequeña y pobre, Bernardita Soubirous,
Benedicto XVI reiteró que María quiere acompañar al pobre, al enfermo y al necesitado
de todos los tiempos, caminando con ellos por la senda que conduce a Cristo, fuente
de vida.
El Santo Padre confió una vez más - como hizo en su mensaje para
esta ocasión - la XXI Jornada Mundial del Enfermo a «la intercesión de la Santísima
Virgen María de las Gracias, venerada en Altötting, para que acompañe siempre a la
humanidad que sufre, en búsqueda de alivio y de firme esperanza y que ayude a todos
los que participan en el apostolado de la misericordia a ser buenos samaritanos para
sus hermanos y hermanas que padecen la enfermedad y el sufrimiento».
A un
numeroso grupo de peregrinos de Eslovenia, el Papa les deseó que, su peregrinación
en este año de la Fe a la ciudad donde los santos Apóstoles Pedro y Pablo testimoniaron
con su sangre su fidelidad a Cristo, les fortalezca en la fe, para que nunca se dejen
arrastrar pos falsas doctrinas y acrecienten la caridad hacia el prójimo.
Concluyendo
sus saludos, Benedicto XVI expresó su aprecio por la iniciativa denominada “Banco
Farmacéutico”, que en España, Italia y Portugal recolectó fármacos para los más necesitados.
(María
Fernanda Bernasconi y Cecilia de Malak – RV).
Texto completo de la
alocución del Santo Padre a la hora del ángelus dominical
Queridos hermanos
y hermanas:
En la liturgia de hoy, el Evangelio según Lucas presenta el relato
de la llamada de los primeros discípulos, con una versión original respecto a los
otros dos Sinópticos, Marcos y Mateo (Cfr. Mc 1, 16-20; Mt 4, 18-22).
En efecto, precede la llamada la enseñanza de Jesús a la multitud y una pesca milagrosa,
realizada por voluntad del Señor (Lc 5, 1-6). De hecho, mientras la muchedumbre
se amontona en la orilla del lago de Genesaret para escuchar a Jesús, Él ve a Simón
desanimado por no haber pescado nada durante toda la noche. Primero le pregunta si
puede subir a la barca para predicar a la gente estando a poca distancia de la rivera;
después, terminada la predicación, le pide que vaya mar adentro con sus compañeros
y que tire las redes (Cfr v. 5). Simón obedece, y ellos pescan una cantidad increíble
de peces. De este modo, el evangelista hace ver que los primeros discípulos siguieron
a Jesús confiando en Él, basándose en su Palabra, acompañada también por signos prodigiosos.
Observamos que, antes de este signo, Simón se dirige a Jesús llamándolo «Maestro»
(v. 5), mientras después lo llama «Señor» (v. 7). Es la pedagogía de la llamada de
Dios, que no mira tanto la calidad de los elegidos, sino su fe, como la de Simón que
dice: «En tu palabra, echaré las redes» (v. 5).
La imagen de la pesca remite
a la misión de la Iglesia. Comenta al respecto san Agustín: «Dos veces los discípulos
se pusieron a pescar por orden del Señor: una vez antes de la pasión y otra después
de la resurrección. En las dos pescas está representada la entera Iglesia: la Iglesia
como es ahora y como será después de la resurrección de los muertos. Ahora acoge a
una multitud imposible de numerar, que comprende a los buenos y a los malos; después
de la resurrección comprenderá sólo a los buenos» (Discurso 248,1). La experiencia
de Pedro, ciertamente singular, también es representativa de la llamada de cada apóstol
del Evangelio, que jamás debe desanimarse al anunciar a Cristo a todos los hombres,
hasta los confines del mundo. Sin embargo, el texto de hoy hace reflexionar sobre
la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada. Ella es obra de Dios. El hombre
no es autor de su propia vocación, sino respuesta a la propuesta divina; y la debilidad
humana no debe causar temor si Dios llama. Es necesario tener confianza en su fuerza
que actúa precisamente en nuestra pobreza; es necesario confiar cada vez más en el
poder de su misericordia, que transforma y renueva.
Queridos hermanos y hermanas,
que esta Palabra de Dios reavive también en nosotros y en nuestras comunidades cristianas
el valor, la confianza y el impulso para anunciar y testimoniar el Evangelio. Que
los fracasos y las dificultades no induzcan al desánimo: a nosotros nos corresponde
echar las redes con fe, el Señor hará el resto. Confiemos también en la intercesión
de la Virgen María, Reina de los Apóstoles. A la llamada del Señor, Ella, bien consciente
de su pequeñez, respondió con total entrega: «Heme aquí». Con su ayuda materna, renovemos
nuestra disponibilidad a seguir a Jesús, Maestro y Señor.