2013-02-09 12:13:22

Sano realismo, impulsar el bien, servir al Señor con la Iglesia en nuestro tiempo, alienta el Papa


(RV).- Benedicto XVI salió del Vaticano, en la tarde de ayer, para visitar el Pontificio Seminario Mayor de la Diócesis del Papa, como es tradicional, con motivo de la fiesta de la patrona del instituto, la Virgen de la Confianza, que se celebra el sábado que precede la Cuaresma.

Como también es tradicional, el Santo Padre pronunció una lectio divina, que empezó expresando su alegría al ver a tantos jóvenes seminaristas en camino hacia el sacerdocio, en la búsqueda de cómo servir al Señor en nuestro tiempo.

Reflexionando sobre el comienzo de la primera Carta de San Pedro, «primera Encíclica», «llena de la pasión de quien ha encontrado al Mesías, que luego pecó, y sin embargo permaneció fiel a Cristo, Benedicto XVI puso de relieve que el Apóstol escribió esa Carta desde Roma, con la ayuda de otros hermanos en la fe, con la ayuda de la Iglesia:

«Pedro no habla como individuo, no como genio individualista. Habla en la comunión de la Iglesia».

San Pedro – recordó el Papa - sabía que en Roma iba a encontrar el martirio, pero va hacia la cruz indicada por Cristo e invita también al hombre contemporáneo a acoger el aspecto del martirio enlazado con la fe cristiana. Ante los 190 jóvenes seminaristas, que han percibido una llamada particular, Benedicto XVI reflexionó sobre el aspecto de la elección: opción, única y particular, que el Señor dirige a cada hombre.

«Tenemos que sentirnos dichosos porque Dios nos ha dado esta gracia. La belleza de conocer la plenitud de la Verdad de Dios, la alegría de su amor», reiteró el Santo Padre, para luego reflexionar sobre la palabra ‘elegidos’.

Elegidos, es una palabra que abarca privilegio y humildad al mismo tiempo, pero nunca triunfalismo, destacó el Papa, señalando que en la actualidad los cristianos son el grupo más perseguido en el mundo, porque no siguen la tendencia del egoísmo y del materialismo. Aún habiendo contribuido a la formación de la cultura occidental, los cristianos viven desde siempre en una condición de minoría y como extranjeros:


«Recemos al Señor para que nos ayude a aceptar esta misión de vivir como dispersos, como minoría en cierto sentido, y a vivir como extranjeros, siendo responsables de los otros, dando fuerza al bien en nuestro mundo».

Ante el falso pesimismo de quienes dicen que el cristianismo ya se terminó, Benedicto XVI alentó a un sano realismo:

«Si bien la Iglesia muera aquí y allá por los pecados de los hombres, por su no creencia, el futuro es realmente de Dios: ésta es la gran certeza de nuestra vida».

(CdM – RV)








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