(RV).- (Con Audio) El padre Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela (Argentina),
rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, colabora con nuestra
emisora. Este miércoles, en el espacio “En el Espíritu de Aparecida”, continúa desarrollando
temáticas relacionadas con la nueva Evangelización. Escuchemos (Audio):
Los laicos
son protagonistas destacados de la pastoral orgánica que conduce el obispo
Retomo
el tema de pensar a quien corresponde la tarea de evangelizar: Toda la Iglesia animada
por el Espíritu Santo es el agente responsable de la nueva evangelización.
Hasta
no hace mucho, ahora en menor medida, se identificaba a la Iglesia con el Episcopado
del país o con el obispo diocesano, o el párroco del lugar de la referencia. El Concilio
Vaticano II ya había afirmado, hace cincuenta años, que la Iglesia es el Pueblo de
Dios que peregrina en la historia, participando de la vida de los diversos pueblos
y de sus culturas. Pero, su asimilación consciente necesita su tiempo. Además, la
complejidad del tiempo actual, en su dinamismo de cambio incesante que afecta, incluso,
los valores religiosos (cf. GS 7), se extiende en el tiempo, y reclama una reflexión
y una acción de manera siempre renovada de todos en la Iglesia, y, atenta a los signos
de los tiempos.
La vocación y la misión de los laicos desde su Bautismo, tiene
dos dimensiones: participar de la comunidad cristiana, y desde esta pertenencia, desarrollar
todas las posibilidades cristianas escondidas y, a la vez, presentes y activas en
el amplio y complejo campo de la vida social. Ellos son llamados a evangelizar como
espacio propio las realidades familiares, sociales, políticas, económicas, del arte
y del deporte, … (cf. EN 70).
La Iglesia en Latinoamérica recibió la comprensión
de la Iglesia como Pueblo de Dios enseñada por el Concilio Vaticano II de un modo
creativo. La profundizó con creatividad desde su presencia y su actuación en la
vida de nuestros pueblos necesitados de realizar un propio proyecto de liberación
y dignificación integral. En palabras de Lucio Gera, gran teólogo argentino fallecido
hace pocos meses:
“El Concilio Vaticano II y toda una eclesiología que vemos
volcada hacia la categoría de Pueblo de Dios, que en nosotros no jugó solo como emergencia
de un laicado dentro de la Iglesia, sino en la inserción de la Iglesia en el transcurrir
histórico de los pueblos. Nosotros captamos de Lumen gentium (el documento sobre la
Iglesia) más el Pueblo de Dios como el que se insertó en la historia y caminó con
los pueblos en la historia, que no el resurgir del laicado”.
La presencia y
la participación de los fieles laicos en la vida y en la misión de la Iglesia, y la
proyección de su servicio en la sociedad, es un tema decisivo en la enseñanza de los
pastores y los pastoralistas latinoamericanos. Aparecida, asumiendo una orientación
del Discurso Inaugural del Papa, lo propone usando las palabras discipulado y misión
como dos caras de una medalla.
“Benedicto XVI nos recuerda que: “el discípulo,
fundamentado así en la roca de la Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la
Buena Nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son como las dos
caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo no puede
dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva (cf. Hch 4,12). En efecto, el discípulo
sabe que sin Cristo no hay luz, esperanza, no hay amor, no hay futuro”. Esta es la
tarea esencial de la evangelización, que incluye la opción preferencial por los pobres,
la promoción humana integral y la auténtica liberación” (DA 146).
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2 Gera, “San Miguel, una promesa escondida”, en Escritos TP 2 (1990) 289.