(RV).- (Con audio) A la hora del ángelus
dominical del pasado 13 de enero, el Papa recordó que Jesús, con su Bautismo en el
Jordán, además de abrirnos a su vida pública, nos indica que el hijo de Dios santifica
las aguas y el cosmos entero.
(...) En este domingo del Bautismo de Nuestro
Señor, con el que concluye el tiempo de Navidad, exhorto a todos a contemplar a Jesucristo,
el Hijo amado de Dios, su predilecto. Siguiendo su ejemplo y con la ayuda de su gracia,
seamos para los demás fuente de consuelo y esperanza, no teniendo otro deseo que ofrecer
un testimonio sencillo y elocuente de generoso servicio, sin buscar jamás ser servidos.
Así dejaremos a nuestro paso un luminoso rastro de bondad y misericordia. Muchas gracias.
Después
del rezo mariano, el Santo Padre dedicó unas palabras especiales para los emigrantes
y refugiados cuya Jornada Mundial se celebraba ese domingo, en que reiteró su mensaje
de esperanza y de fe:
Queridos hermanos y hermanas Hoy celebramos
la Jornada Mundial de los Migrantes y Refugiados. En el mensaje de este año he comparado
la migración a una "peregrinación de la fe y la esperanza." El que deja su propia
tierra, lo hace porque espera un futuro mejor, pero también lo hace porque confía
en Dios, que guía los pasos del hombre, como Abraham. Y así, los migrantes son portadores
de fe y esperanza en el mundo. A cada uno de ellos les extiendo mi saludo hoy, con
una oración especial y una bendición. Saludo en particular a las comunidades católicas
de migrantes en Roma, y los encomiendo a la protección de santa Cabrini y del beato
Scalabrini.
Por la mañana, como es tradicional en esta fiesta del Bautismo
del Señor, Benedicto XVI administró el bautismo a veinte recién nacidos, hijos de
empleados de la Ciudad del Vaticano en la Capilla Sixtina.
Evocando el relato
evangélico del bautismo de Jesús, que muestra la vía de abajamiento y de humildad,
que el Hijo de Dios ha elegido libremente para adherir al designio del Padre, para
ser obediente a su voluntad de amor hacia el hombre en todo, hasta el sacrificio en
la cruz, el Santo Padre reiteró la misión de Jesús, que siente compasión por hombres,
hasta hacerse penitente junto a ellos:
«Ésta es la obra de Dios que Jesús
quiere cumplir: la misión divina de curar a quien está herido y medicar a quien está
enfermo, de tomar sobre sí el pecado del mundo».
En su catequesis de la
audiencia general del miércoles 16 de enero, celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano,
ante la presencia de varios miles de fieles y peregrinos de numerosos países, el Papa
comenzó recordando que el Concilio Vaticano II, en su Constitución dogmática sobre
la divina Revelación, Dei Verbum, afirma que la íntima verdad de toda la Revelación
de Dios resplandece para nosotros «en Cristo, que es al mismo tiempo el mediador y
la plenitud de toda la Revelación» (n. 2).
También destacó que el Antiguo
Testamento nos narra que Dios, después de la creación, a pesar del pecado original,
de la arrogancia del hombre, de querer ocupar el lugar de su Creador, ofrece nuevamente
la posibilidad de su amistad, sobre todo a través de la alianza con Abraham y el camino
de un pequeño pueblo, el de Israel, que Él elige, no con criterios de poder terreno,
sino sencillamente por amor. Elección que permanece un misterio y que nos revela el
estilo de Dios que llama a algunos, no para excluir a otros, sino para que sirvamos
de puente para conducir a Él.
Queridos hermanos y hermanas: La historia
de la salvación es la historia de la relación de Dios que se revela al hombre progresivamente.
Para esta obra, que inicia con la llamada de Abraham, se sirve de mediadores, como
Moisés, los profetas y los jueces, que comunican al pueblo su voluntad, recuerdan
la exigencia de fidelidad a la alianza y conservan la expectación plena y definitiva
de las promesas divinas. Es un largo camino en el que el Señor se deja conocer, se
revela a sí mismo, entra en la historia con hechos y palabras. Con la encarnación,
el rostro de Dios se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es al mismo tiempo
«mediador y plenitud de toda la Revelación». Jesús inaugura en la historia un nuevo
modo de presencia de Dios, porque quien lo ha visto a Él ha visto al Padre; él es
«el mediador» de la nueva y eterna alianza; en él encontramos a Dios, al que podemos
invocar con el nombre de «Abba, Padre» y por el que nos viene dada la salvación. Si
queremos ver el rostro de Dios, aquel rostro que da sentido, solidez y serenidad a
nuestro camino, debemos seguir a Cristo.
Producción de María Fernanda
Bernasconi (hispano@vatiradio.va).
El espacio “El Papa en la semana”, se transmite
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