Caridad, ética y antropología cristiana, por el bien de la humanidad: alienta el Papa
(RV).- Ante los graves desafíos éticos epocales, que corren el riesgo de esclavizar
al hombre, Benedicto XVI reiteró la misión de la Iglesia de tutelar y promover la
dignidad humana de la vida y del matrimonio, alianza fecunda entre hombre y mujer,
en su denso discurso a la plenaria del Pontificio Consejo Cor Unum, que en este Año
de la Fe, eligió como tema «Caridad, nueva ética y antropología cristiana».
Recibiendo
con alegría y gratitud a los participantes en este encuentro y agradeciendo al Card.
Robert Sarah, presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, el Santo Padre extendió
su saludo cordial a cuantos obran al servicio de la caridad de la Iglesia, - cuyo
«testimonio puede abrir la puerta de la fe a tantas personas que buscan el amor de
Cristo» - haciendo hincapié en que con su reciente Motu proprio Intima Ecclesiae natura,
ha querido reiterar el sentido eclesial de este dicasterio, conocido como el de la
caridad del Papa.
Benedicto XVI recordó los estrechos lazos entre amor y verdad
y entre fe y caridad afianzada en Cristo y el Evangelio, haciendo hincapié en la dimensión
profética de la fe que instila verdad en la misma caridad, y señalando el criterio
correcto para evaluar las expresiones de caridad en el contexto del mundo actual.
En cada época, cuando se aparta del proyecto del amor divino, el hombre ha
sido víctima de tentaciones culturales, recordó el Papa, refiriéndose luego a las
ideologías que alababan el culto de la nación, de la raza, de la clase social, verdaderas
idolatrías, así como el capitalismo salvaje, con el culto de provecho, que acaba en
crisis, desigualdades y miserias...
Poniendo en guardia contra la trágica
reducción antropológica que se intenta promover en la actualidad, que vuelve a presentar
el antiguo materialismo hedonista, al que se añade un ‘prometeísmo tecnológico’, el
Santo Padre señaló que del connubio entre una visión materialista del hombre y el
gran desarrollo de la tecnología emerge una antropología atea: causando insidias que
presentan lo que es técnicamente posible como si fuera moralmente lícito y todo experimento
como si fuera aceptable, así como se consiente toda política demográfica y se legitima
toda manipulación:
«La fe y el
sano discernimiento cristiano nos inducen por lo tanto a prestar una atención profética
a esta problemática ética y a la mentalidad subrepticia que la impulsa. La justa colaboración
con instancias internacionales en el campo del desarrollo y de la promoción humana
no deben hacernos cerrar los ojos ante estas graves ideologías y los Pastores de la
Iglesia - que es «columna y pilar de la verdad» ( 2 Tm 3,15) – tienen el deber de
poner en guardia contra estas derivas, tanto a los fieles católicos, como a todas
las personas de buena voluntad y recta razón. Se trata de una deriva negativa para
el hombre aunque se disfrace de buenos sentimientos, de un presunto progreso o de
presuntos derechos, o de un presunto humanismo».
Ante esta realidad, Benedicto
XVI recordó cuál es el deber de todo cristiano, en particular de los que están comprometidos
en actividades caritativas en la sociedad actual:
«Ciertamente
debemos ejercer una vigilancia cristiana y a veces rechazar financiamientos y colaboraciones
que, directa o indirectamente, favorecen acciones o proyectos en contraste con la
antropología cristiana. Pero positivamente la Iglesia está siempre comprometida en
promover al hombre según el diseño de Dios, en su dignidad integral, en el respeto
de su doble dimensión vertical y horizontal. A ello tiende también la acción de un
desarrollo de los organismos eclesiales. La visión cristiana del hombre, en efecto
es un gran ‘sí’ a la dignidad de la persona llamada a la íntima comunión con Dios,
una comunión filial, humilde y confiada. El ser humano no es ni un individuo absoluto,
ni un elemento anónimo de la colectividad, sino una persona singular e irrepetible,
intrínsecamente ordenada a la relación y a la socialización. Por lo tanto, la Iglesia
reitera también su gran ‘sí’ a la dignidad y a la belleza del matrimonio como expresión
de fiel y fecunda alianzan entre el hombre y la mujer y su ‘no’ a filosofías como
la de género se motiva con el hecho de que la reciprocidad masculina y femenina es
expresión de la belleza de la naturaleza querida por el Creador».