Reconocimiento del Papa por el servicio de la Inspectoría de la Seguridad Pública
ante el Vaticano
(RV).- Como todos los años por estas fechas, Benedicto XVI recibió al final de la
mañana a los dirigentes y al personal de la Inspectoría de la Seguridad Pública que
ejercen su servicio ante el Vaticano, para el tradicional intercambio de felicitaciones
en el inicio del año nuevo.
Al agradecerles la labor que realizan con competencia
y profesionalidad, el Obispo de Roma les recordó que en su Mensaje con ocasión de
la reciente Jornada Mundial de la Paz, subrayaba que “las numerosas iniciativas de
paz que enriquecen el mundo atestiguan la vocación innata de la humanidad hacia la
paz. El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto
modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda”. De ahí que el Papa
les haya deseado que su presencia sea “una garantía cada vez más válida de ese buen
orden y de esa tranquilidad”, fundamentales para construir una vida social “pacífica
y compuesta”, que son signo de una auténtica civilización.
Texto del
discurso del Santo Padre a los dirigentes y al personal de la Inspectoría de la Seguridad
Pública en el Vaticano
Ilustres Señores, estimados funcionarios y agentes:
Me alegra mucho renovar este encuentro ya tradicional, para el recíproco intercambio
de felicitaciones al inicio del nuevo año. Mi saludo y mis mejores deseos van, ante
todo, al Dr. Enrico Avola, desde hace poco nombrado Dirigente General, a quien agradezco
las palabras que me acaba de dirigir, así como al Prefecto, Salvatore Festa. Con igual
afecto, saludo a los demás componentes y colaboradores de la Inspectoría de la Seguridad
Pública ante el Vaticano.
Ante todo, deseo expresar el sentimiento de mi reconocimiento
por el servicio que desarrollan con abnegación y reconocida profesionalidad en la
Plaza de San Pedro y en la zona adyacente al Vaticano para la necesaria tutela del
orden público. En particular, pienso en su obra durante las manifestaciones de los
fieles y de los peregrinos, que llegan de todo el mundo para encontrarse con el Sucesor
de Pedro y para visitar la tumba del Príncipe de los Apóstoles, así como para rezar
sobre las de mis venerados Predecesores, en particular la del beato Juan Pablo II.
Su
empeño también se extiende con ocasión de mis visitas pastorales en Roma y en mis
viajes apostólicos en Italia. En esta circunstancia deseo manifestar una vez más mi
estima y subrayar mi sentido aprecio por el modo y el espíritu que animan su servicio,
vigilante y calificado. Un estilo que, mientras hace honor a su identidad de funcionarios
del Estado Italiano y de miembros de la Iglesia, atestigua asimismo las buenas relaciones
que existen entre Italia y la Sede Apostólica.
He escuchado con interés las
palabras de su Dirigente, quien, en nombre de todos ustedes, ha querido hacer intérprete
de los sentimientos, de los ideales, y de los propósitos que inspiran su vida y su
comportamiento en el empeño cotidiano. Deseo de corazón que su fatiga, cumplida frecuentemente
con sacrificio y riesgos, esté animada siempre por una firme fe cristiana, que es,
indudablemente el más precioso tesoro y valor espiritual, que sus familias les han
encomendando y que ustedes están llamados a transmitir a sus hijos. El Año de la fe,
que la Iglesia entera está viviendo, también es una oportunidad para ustedes, para
recordar el mensaje del Evangelio y hacerlo entrar de modo más profundo en sus conciencias
y en la vida cotidiana, testimoniando valerosamente el amor de Dios en todo ambiente,
incluso en el de su trabajo.
En el Mensaje con ocasión de la reciente Jornada
Mundial de la Paz, he subrayado que “las numerosas iniciativas de paz que enriquecen
el mundo atestiguan la vocación innata de la humanidad hacia la paz. El deseo de paz
es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo
de una vida humana plena, feliz y lograda” (n. 1). Que su presencia sea, queridos
amigos, una garantía cada vez más válida de ese buen orden y de esa tranquilidad,
que son fundamentales para construir una vida social pacífica y compuesta, y que,
además de habérnoslo enseñado el mensaje evangélico, son signo de auténtica civilización.
Con estos deseos, también quiero felicitar por el año nuevo a sus familiares,
encomendando a todos a la materna protección de la Santísima Virgen, a fin de que
interceda ante su Hijo divino para obtenerles prosperidad, paz, concordia y para custodiarlos
en todo peligro. Que los acompañe también mi Bendición Apostólica que de corazón les
imparto a todos ustedes.