Los jóvenes católicos de México tienen una cita el 9 de febrero
(RV).- En el marco de una emotiva cuanto fervorosa celebración eucarística los fieles
de la arquidiócesis de México se unieron este 12 de enero para formar parte en la
celebración de la Peregrinación Anual de la Arquidiócesis hasta la Basílica de Guadalupe;
un evento que reunió fieles y peregrinos de casi los 31 estados que componen la Nación.
La celebración multitudinaria contó con la participación de laicos, religiosas, sacerdotes,
diáconos y obispos, y estuvo presidida por el Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo
Primado de México, quien aludiendo a la “casita del Tepeyac”, dio la bienvenida en
particular a los jóvenes participantes, siguiendo el programa de actividades en el
marco del Año de la Fe y de la convocatoria de la Misión Juvenil próxima a
realizarse el próximo 9 de febrero.
Aludiendo al pasaje bíblico de la multiplicación
de los panes el cardenal Rivera Carrera invitó a los presentes a no escatimar los
dones que el Señor ha dado a cada uno a fin de que puedan servir para dar a conocer
a Cristo. A los jóvenes -en particular- les pidió su participación en la Misión Juvenil,
cuyo lanzamiento será el nueve de febrero. Además en su homilía aludió al mensaje
que el mismo Arzobispo primado de México escribió, para, citamos, “suscitar en los
jóvenes esa fe que tiene que crecer, esa fe que tiene que madurar, esa fe que tiene
que llegar a dar frutos y sobretodo esa fe que les va a dar el sentido de la vida
que están llevando, porque esa fe los va a llevar a un encuentro vital con Cristo,
para que Él sea el centro de su vida. Sea Él quien anime e ilumine a ustedes en lo
personal, a sus familias, a sus compañeros de estudio o de trabajo, ustedes pueden
contagiar esa fe en Cristo Jesús”. PLJR – Radio Vaticano / @pjuregui
Texto
homilía cardenal Rivera Carrera: Peregrinación Anual de la Arquidiócesis hasta la
Basílica de Guadalupe
12 de enero de 2013 Con la alegría de venir a encontrarnos
con nuestra Madre Santa María de Guadalupe que siempre nos acoge siempre con ternura,
saludo a todos ustedes, a la sombra de la casita del Tepeyac: A ustedes, hombres
y mujeres, laicos que cada vez se integran con mayor decisión y entusiasmo al proyecto
de la nueva evangelización. A ustedes hermanos y hermanas de la vida consagrada,
que con su testimonio ofrecen el mensaje del Evangelio en esta gran Ciudad. A ustedes
diáconos y presbíteros, que hacen presente al Buen Pastor en las más diversas comunidades
de nuestra arquidiócesis. A ustedes mis queridos hermanos obispos, que prestan
el servicio de unidad en cada una de las vicarías y con esta Iglesia particular de
la Arquidiócesis de México. Un saludo especial a ustedes jóvenes de esta Ciudad.
En la convocatoria de la misión juvenil que estamos a punto de iniciar el próximo
mes, descubran ustedes el llamado del gran Amigo y siéntanse invitados a llevar ese
llamado a todos sus amigos y amigas. ¡Jóvenes sean bienvenidos, ustedes alegran
nuestra Iglesia, nuestra Iglesia los necesita a ustedes! “Ninguno que crea en El
quedará defraudado” nos ha recordado el apóstol san Pablo. La fe es fortaleza, es
confianza, es seguridad en bienes definitivos, porque es experimentar la presencia
del que siempre nos acompaña, de Aquel que nunca nos defrauda, de Aquel que nos conduce
en nuestra vida para que nos desarrollemos, para que alcancemos las metas más anheladas
y siempre nos acompaña infundiendo su espíritu de amor en nosotros, ese amor que le
da sentido a nuestra vida. Con esta seguridad venimos hoy aquí para retomar con
más entrega el proyecto de la nueva evangelización en esta Ciudad de México. Con la
mirada de Jesús, queremos estar muy atentos a nuestro mundo siempre cambiante, en
el que hay multitudes que vagan sin un sentido profundo de la vida, pero también hay
otros muchos que llevan importantes proyectos en nuestra gran Ciudad que en sus corazones
van cautivando grandes ideales. Muchos hombres y mujeres, adultos, jóvenes y ancianos
que quieren llenar sus vidas y que, en fin de cuentas, porque Él los llama, por eso
buscan a Dios. Lo sabemos por experiencia y, recientemente, nos lo ha corroborado
la encuesta de investigación en nuestra arquidiócesis, sigue habiendo gran sed de
lo infinito, de lo trascendente, de ese amor de Dios que sólo Él mismo puede satisfacer.
“Nos hiciste Señor para ti e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”. El
II Sínodo Diocesano, con el espíritu de la nueva evangelización, nos lleva a hablar
a nuestro mundo con una actitud de testimonio cristiano y de diálogo, para lo que
requerimos de un lenguaje que pueda ser entendido por quienes viven las culturas de
hoy, llenas de tecnología y con una nueva simbología, expresada especialmente a través
de los medios de comunicación social. De todos modos, aunque este esfuerzo es válido
y necesario, tenemos que hacerlo, pero no debemos olvidar que el amor fraterno es
lo que hace visible a la Iglesia ante el mundo, son las actitudes fraternas con las
que principalmente podremos evangelizar, podremos realizar esta gran misión. Ese es
el lenguaje que inequívocamente es entendido por toda persona de buena voluntad. El
lenguaje del amor, el lenguaje del espíritu del amor. Cuando Jesús vio aquella
multitud “Se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso
a enseñarles muchas cosas”. Nosotros le damos gracias porque nos llama para ser nuestro
Pastor, por eso estamos aquí, porque Él nos ha llamado a su Iglesia, a su redil. Y
a nosotros nos pregunta el Señor lo mismo “¿Cuántos panes tienen?”. Nos hace la invitación
y nos da la oportunidad de poner en juego los dones y las capacidades que Él mismo
nos ha dado para transformar nuestro mundo, para superar la escasez, y a veces la
carencia, de amor, de justicia, de paz. Por eso con su misma pedagogía nos anima:
“Denles ustedes de comer” así, por ser sus discípulos, porque somos sus discípulos
quiere hacernos sus misioneros, “Denles ustedes de comer”. “¿Cuánta gente hambrienta
de la Palabra de Dios vaga por nuestra Ciudad? ¿Cómo van a invocar al Señor, si no
creen en Él? ¿Y cómo van a creer en Él, sino han oído hablar de Él? ¿Y cómo van a
oír hablar de Él, sino hay nadie que se lo anuncie? ¿Y cómo va a haber quienes lo
anuncien, si no son enviados?”. Como iglesia diocesana hemos de continuar nuestros
esfuerzos para que la vivencia de la fe en el Señor Jesús nos lleve a construir un
más fuerte ambiente de fe: invocar, oír, anunciar, ser enviados. La experiencia de
la fe, en comunión con el Maestro, en lo íntimo de cada persona será el sustento para
que realicemos esa gran misión a la que somos llamados. El Señor Jesús nos ha llamado
no por nuestros méritos, aquí no estamos los que somos más buenos, ni los que somos
más sabios simple y sencillamente estamos aquí porque el Señor ha tenido misericordia
de nosotros y nos ha llamado, nos ha invitado a que pongamos nuestros peces, nuestros
panes y Él los multiplicará, Él nos hará llegar a la multitud. En el contexto del
envió y de la participación en la misión, a la luz del relato de la multiplicación
de los panes, nos resulta muy elocuente la escena en la que en el texto paralelo según
San Juan (6, 9), Andrés presenta a “un muchacho que tiene cinco panes de cebada y
dos peces”. Los jóvenes tienen talentos y recursos personales y culturales, que deben
ser aprovechados y puestos al servicio del progreso humano y para implantar el Reino.
Los dones que el Señor les ha dado pueden servir para que Cristo sea conocido, para
saciar el hambre de esa multitud que no tiene que comer y que tiene esa sed, esa hambre
de lo infinito. Con esta finalidad de motivar a los jóvenes, pedir su participación
y colaborar con ellos, estoy convocando a la misión juvenil, cuyo lanzamiento lo tendremos
el próximo día 09 de febrero, aquí precisamente, en un lugar cercano la Arena de la
Ciudad de México y al que invito especialmente a ustedes los jóvenes, a ustedes adolescentes,
a todos los muchachos y muchachas. Les he escrito en las orientaciones pastorales
de este año, los señores obispos ya vi que tienen el cuadernillo ahí en sus manos,
les he escrito las orientaciones pastorales de este año: “El propósito fundamental
de la misión juvenil es trabajar por la evangelización de las nuevas generaciones,
con todos los esfuerzos que esto implica, para suscitar en los jóvenes esa fe que
tiene que crecer, esa fe que tiene que madurar, esa fe que tiene que llegar a dar
frutos y sobretodo esa fe que les va a dar el sentido de la vida que están llevando,
porque esa fe los va a llevar a un encuentro vital con Cristo, para que Él sea el
centro de su vida. Sea Él quien anime e ilumine a ustedes en lo personal, a sus familias,
a sus compañeros de estudio o de trabajo, ustedes pueden contagiar esa fe en Cristo
Jesús”. Unámonos todos en la evangelización de las nuevas generaciones, no se competencia
solamente de los jóvenes, todos, todos tenemos que apoyarnos para que ellos sean los
protagonistas de esta nueva evangelización, ellos son actores principales de la nueva
cultura que ya ha impregnado la forma de pensar y de vivir en nuestra gran Ciudad,
en este clima de peregrinación que nos hace vivir la experiencia de ir en continua
búsqueda de los caminos que nos conducen al Padre en con todos los hermanos, ciudadanos
de este suelo, la nueva Tenochtitlan, a través de las celestiales manos de Santa María
de Guadalupe, entrego a toda la comunidad Arquidiocesana las Orientaciones Pastorales
para el presente año. En ellas se han recogido expresiones importantes de lo que,
especialmente los agentes de pastoral, aportaron en el año pasado como etapa de evaluación,
en donde nos dedicamos a escuchar las voces de nuestra gran Ciudad. Necesitábamos
escuchar esas voces y esas voces nos surgen a 20 años del II Sínodo Arquidiocesano,
que pongamos más empeño en llegar a nuestros hermanos alejados, en llegar a nuestras
familias, en llegar a los jóvenes y sobretodo en llegar a los más pobres. En sus
planes y proyectos, que continuamente deben estar revitalizando, acudan a estas orientaciones,
sí, es la voz de su Pastor, pero también el Señor nos ha hecho escuchar la voz de
los hermanos, la voz d aquellos que por algún motivo se alejaron de la influencia
del Evangelio. Con el debido sentido de corresponsabilidad y discernimiento ustedes
los agentes de pastoral con espíritu de fe, también ahí encontrarán un importante
instrumento para la comunión diocesana. Que Jesús el Buen Pastor mire siempre con
bondad a todos ustedes, a esta porción de su Iglesia, a cada una de las vicarías,
a cada uno de los movimientos eclesiales, a cada uno de los grupos que organizadamente
están comprometidos en el anuncio del Evangelio. Que el Señor los bendiga, que
el Señor haga fecundo su trabajo. ¡Felicidades!