2013-01-13 10:07:54

“Desesperación por un futuro imposible y el deseo de una vida mejor”: Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado


(RV).- Este domingo, en la Fiesta del Bautismo del Señor, también celebramos la 99 Jornada Mundial del Migrante y del refugiado. Para la ocasión el mensaje del Santo Padre lleva por tema: “Migrantes: peregrinación de fe y esperanza”. En Roma, la Oficina para la Pastoral de las Migraciones de la Vicaría de Roma ha organizado un encuentro de oración, en el que participan los principales grupos de migrantes presentes en Italia provenientes de numerosos países de América Latina, Filipinas, Polonia, Rumania y Ucrania. El Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, el cardenal Antonio María Veglió presidirá esta tarde la celebración eucarística en la Parroquia de Santa Lucía en Roma, la parroquia que por antonomasia brinda asistencia, apoyo y amistad a la comunidad de hermanos provenientes de América Latina. Por este motivo, el mismo Santo Padre indicó al cardenal Agostino Vallini, su Vicario para la Diócesis de Roma, que fuera esta Parroquia que administra Mons. Antonio Nicolai, como el lugar más apto para la celebración de esta Jornada.

Importante recordar que la celebración de la Jornada Mundial del Migrante y del refugiado nos mueve a pensar en todos aquellos hermanos y hermanas, en familias y niños, que, de cara a la situación actual de crisis mundial se encuentran en una condición de vida desesperada, en la que el deseo de mejorar los impulsa a buscar nuevos horizontes.

Benedicto XVI traza las líneas características que la celebración asume en el marco del Año de la Fe: “en concomitancia con las celebraciones del 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y de los 60 años de la promulgación de la Constitución apostólica Exsul familia, al mismo tiempo que toda la Iglesia está comprometida en vivir el Año de la fe, acogiendo con entusiasmo el desafío de la nueva evangelización".

El título del mensaje del Papa alude al binomio fe y esperanza que indica inseparable en el corazón de muchísimos emigrantes, puesto que en ellos anida el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la «desesperación» de un futuro imposible de construir. Al mismo tiempo, el viaje de muchos está animado por la profunda confianza de que Dios no abandona a sus criaturas y este consuelo hace que sean más soportables las heridas del desarraigo y la separación, tal vez con la oculta esperanza de un futuro regreso a la tierra de origen. Fe y esperanza, por lo tanto, conforman a menudo el equipaje de aquellos que emigran, conscientes de que con ellas «podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino» (Enc. Spe Salvi, 1).
El Mensaje del Papa que lleva la fecha del 12 de octubre (2012), expresa palabras llenas de confiada esperanza, de aliento a cuantos peregrinos, todavía buscan el lugar donde poder crecer con sus familias, para concluir citando nuevamente la encíclica Spe Salvi (49) que nos presenta una estupenda metáfora de lo que bien puede significar este viaje: «la vida, es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo, es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía».
Patricia L. Jáuregui Romero – Radio Vaticano / @pjuregui








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