«La verdad ha brotado de la tierra», el Papa en su Mensaje Navideño
(RV).- (Con audio) Este mediodía, en la Solemnidad de la Navidad del Señor, desde
la Logia Central de la Basílica Vaticana, Benedicto XVI dirigió el tradicional Mensaje
navideño a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro y a cuantos lo escucharon
a través de la radio y la televisión, tras lo cual impartió la Bendición Apostólica
“Urbi et Orbi”.
Tras su Mensaje, el Santo Padre expresó su felicitación por
la Navidad, en este Año de la fe, con las palabras tomadas del Salmo 85: «La verdad
brota de la tierra».
La Verdad a la que no le basta el cielo –dijo el Papa–
ha brotado de la tierra para ser colocada en un pesebre. Y se preguntó ¿en bien de
quién vino con tanta humildad tan gran excelsitud? Ciertamente –respondió–, no vino
para bien suyo, sino nuestro, a condición de que creamos».
«A condición
de que creamos». Ahí está el poder de la fe. Dios ha hecho todo, ha hecho lo imposible,
se ha hecho carne. Su omnipotencia de amor ha realizado lo que va más allá de la comprensión
humana, el Infinito se ha hecho niño, ha entrado en la humanidad. Y sin embargo, este
mismo Dios no puede entrar en mi corazón si yo no le abro la puerta. Porta fidei.
La puerta de la fe. Podríamos quedar sobrecogidos, ante nuestra omnipotencia a la
inversa. Este poder del hombre de cerrarse a Dios puede darnos miedo. Pero he aquí
la realidad que aleja este pensamiento tenebroso, la esperanza que vence el miedo:
la verdad ha brotado. Dios ha nacido. «La tierra ha dado su fruto» (Sal 67,7). Sí,
hay una tierra buena, una tierra sana, libre de todo egoísmo y de toda cerrazón. Hay
en el mundo una tierra que Dios ha preparado para venir a habitar entre nosotros.
Una morada para su presencia en el mundo. Esta tierra existe, y también hoy, en 2012,
de esta tierra ha brotado la verdad. Por eso hay esperanza en el mundo, una esperanza
en la que poder confiar, incluso en los momentos y en las situaciones más difíciles.
La verdad ha brotado trayendo amor, justicia y paz.
Al pedir que “la verdad
brote para la población de Siria, profundamente herida y dividida por un conflicto
que no respeta ni siquiera a los enfermos y cosecha víctimas inocentes”, el Pontífice
hizo una vez más un llamamiento para que “cese el derramamiento de sangre, se faciliten
las ayudas a los prófugos y a los desplazados y, a través del diálogo, se alcance
una solución política al conflicto”.
“Que la paz brote en la Tierra donde nació
el Redentor”, dijo también el Papa, y él conceda “a israelíes y palestinos la valentía
de poner fin a tantos años de luchas y divisiones, y emprender con decisión la vía
de la negociación”.
Que en los países del Norte de África, prosiguió, que atraviesan
una profunda transición en la búsqueda de un nuevo futuro –en particular en Egipto,
la amada tierra bendecida por la infancia de Jesús– “los ciudadanos construyan juntos
sociedades basadas en la justicia, el respeto de la libertad y la dignidad de cada
persona”.
Del mismo modo deseó “que la paz brote en el vasto continente asiático.
Que el Niño Jesús mire con benevolencia a los numerosos pueblos que habitan en aquellas
tierras y, de modo especial, a cuantos creen en él”.
“Que el Rey de la Paz
dirija su mirada a los nuevos dirigentes de la República Popular China –añadió Su
Santidad– en el alto cometido que les espera”. Y expresó sus mejores deseos de que
en esta misión “se valore la contribución de las religiones, respetando a cada una
de ellas, de modo que puedan contribuir a la construcción de una sociedad solidaria,
para bien de ese noble pueblo y del mundo entero”.
De la misma manera rogó
“que la Navidad de Cristo favorezca la vuelta de la paz en Mali y de la concordia
en Nigeria, donde crueles atentados terroristas continúan causando víctimas, particularmente
entre los cristianos”. “Que el Redentor ayude y consuele a los prófugos del Este de
la República Democrática del Congo y conceda la paz a Kenia, dijo también el Papa,
donde sangrientos atentados han golpeado la población civil y los lugares de culto”;
sin olvidar nuestro continente:
Que el Niño
Jesús bendiga a los numerosos fieles que lo celebran en Latinoamérica. Que haga crecer
sus virtudes humanas y cristianas, sostenga a cuantos se han visto obligados a emigrar
lejos de su familia y de su tierra. Que fortalezca a los gobernantes en su compromiso
por el desarrollo y en la lucha contra la criminalidad.
Y concluyó afirmando:
“Queridos hermanos y hermanas, amor y verdad, justicia y paz se han encontrado, se
han encarnado en el hombre nacido de María en Belén. Ese hombre es el Hijo de Dios,
es Dios que ha entrado en la historia. Su nacimiento es un brote de vida nueva para
toda la humanidad. Que todas las tierras sean una tierra buena, que acoge y hace brotar
el amor, la verdad, la justicia y la paz. Feliz Navidad”.
Benedicto XVI deseó
Feliz Navidad en 65 idiomas, comenzando por el italiano y terminando en latín, en
que dijo “Veritas de terra orta est!”, es decir “La verdad ha brotado de la
tierra”; dejando a los habitantes de la nación italiana una recomendación:
¡Feliz
Navidad a los habitantes de Roma y de toda Italia! Con el nacimiento de Jesús ha aparecido
en el mundo el amor de Dios por los hombres. Que este amor, que la fiesta natalicia
de hoy nos hace contemplar, favorezca el espíritu de colaboración por el bien común,
induzca a reflexionar sobre la jerarquía de valores con los que llevar a cabo las
elecciones más importantes, reavive la voluntad de ser solidarios y dé a todos la
esperanza que viene de Dios.
A cuantos me escuchan –dijo el Papa antes
de impartir su bendición “Urbi et Orbi”, es decir a la ciudad y al mundo, hablando
en nuestro idioma, Su Santidad dijo:
¡Feliz Navidad!
Que la Paz de Cristo reine en vuestros corazones, en las familias y en todos los pueblos.
Texto
completo del Mensaje Navideño del Santo Padre Benedicto XVI
«Veritas de
terra orta est» - «La verdad ha brotado de la tierra» (Sal 85,12)
Queridos
hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, feliz Navidad a todos vosotros y vuestras
familias.
Expreso mi felicitación esta Navidad, en este Año de la fe, con
estas palabras tomadas del Salmo: «La verdad brota de la tierra». En realidad, en
el texto del Salmo las encontramos en futuro: «La verdad brotará de la tierra»; es
un anuncio, una promesa, acompañada de otras expresiones que juntas suenan así: «La
misericordia y la verdad se encontrarán, / la justicia y la paz se besarán; / la verdad
brotará de la tierra, / y la justicia mirará desde el cielo; / el Señor nos dará la
lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación
seguirá sus pasos» (Sal 85,11-14).
Hoy, esta palabra profética se ha cumplido.
En Jesús, nacido en Belén de la Virgen María, se han encontrado realmente la misericordia
y la verdad, la justicia y la paz se han besado; la verdad ha brotado de la tierra
y la justicia mira desde el cielo. San Agustín explica con feliz concisión: «¿Qué
es la verdad? El Hijo de Dios. ¿Qué es la tierra? La carne. Investiga de dónde nació
Cristo, y verás que la verdad nació de la tierra… la verdad nació de la Virgen María»
(En. in Ps. 84, 13). Y en un sermón de Navidad afirma: «Con esta festividad anual
celebramos, pues, el día en que se cumplió la profecía: “La verdad ha brotado de la
tierra, y la justicia ha mirado desde el cielo”. La Verdad que mora en el seno del
Padre ha brotado de la tierra para estar también en el seno de una madre. La Verdad
que contiene al mundo, ha brotado de la tierra para ser llevada por manos de una mujer…
La Verdad a la que no le basta el cielo, ha brotado de la tierra para ser colocada
en un pesebre. ¿En bien de quién vino con tanta humildad tan gran excelsitud? Ciertamente,
no vino para bien suyo, sino nuestro, a condición de que creamos» (Serm. 185, 1).
«A
condición de que creamos». Ahí está el poder de la fe. Dios ha hecho todo, ha hecho
lo imposible, se ha hecho carne. Su omnipotencia de amor ha realizado lo que va más
allá de la comprensión humana, el Infinito se ha hecho niño, ha entrado en la humanidad.
Y sin embargo, este mismo Dios no puede entrar en mi corazón si yo no le abro la puerta.
Porta fidei. La puerta de la fe. Podríamos quedar sobrecogidos, ante nuestra omnipotencia
a la inversa. Este poder del hombre de cerrarse a Dios puede darnos miedo. Pero he
aquí la realidad que aleja este pensamiento tenebroso, la esperanza que vence el miedo:
la verdad ha brotado. Dios ha nacido. «La tierra ha dado su fruto» (Sal 67,7). Sí,
hay una tierra buena, una tierra sana, libre de todo egoísmo y de toda cerrazón. Hay
en el mundo una tierra que Dios ha preparado para venir a habitar entre nosotros.
Una morada para su presencia en el mundo. Esta tierra existe, y también hoy, en 2012,
de esta tierra ha brotado la verdad. Por eso hay esperanza en el mundo, una esperanza
en la que poder confiar, incluso en los momentos y en las situaciones más difíciles.
La verdad ha brotado trayendo amor, justicia y paz.
Sí, que la verdad brote
para la población de Siria, profundamente herida y dividida por un conflicto que no
respeta ni siquiera a los enfermos y cosecha víctimas inocentes. Una vez más hago
un llamamiento para que cese el derramamiento de sangre, se faciliten las ayudas a
los prófugos y a los desplazados y, a través del diálogo, se alcance una solución
política al conflicto.
Que la paz brote en la Tierra donde nació el Redentor,
y él conceda a israelíes y palestinos la valentía de poner fin a tantos años de luchas
y divisiones, y emprender con decisión la vía de la negociación.
Que en los
países del Norte de África, que atraviesan una profunda transición en la búsqueda
de un nuevo futuro – en particular en Egipto, la amada tierra bendecida por la infancia
de Jesús – los ciudadanos construyan juntos sociedades basadas en la justicia, el
respeto de la libertad y la dignidad de cada persona.
Que la paz brote en
el vasto continente asiático. Que el Niño Jesús mire con benevolencia a los numerosos
pueblos que habitan en aquellas tierras y, de modo especial, a cuantos creen en él.
Que el Rey de la Paz dirija su mirada a los nuevos dirigentes de la República Popular
China en el alto cometido que les espera. Expreso mis mejores deseos de que en esta
misión se valore la contribución de las religiones, respetando a cada una de ellas,
de modo que puedan contribuir a la construcción de una sociedad solidaria, para bien
de ese noble pueblo y del mundo entero.
Que la Navidad de Cristo favorezca
la vuelta de la paz en Malí y de la concordia en Nigeria, donde crueles atentados
terroristas continúan causando víctimas, particularmente entre los cristianos. Que
el Redentor ayude y consuele a los prófugos del Este de la República Democrática del
Congo y conceda la paz a Kenia, donde sangrientos atentados han golpeado la población
civil y los lugares de culto.
Que el Niño Jesús bendiga a los numerosos fieles
que lo celebran en Latinoamérica. Que haga crecer sus virtudes humanas y cristianas,
sostenga a cuantos se han visto obligados a emigrar lejos de su familia y de su tierra.
Que fortalezca a los gobernantes en su compromiso por el desarrollo y en la lucha
contra la criminalidad.
Queridos hermanos y hermanas, amor y verdad, justicia
y paz se han encontrado, se han encarnado en el hombre nacido de María en Belén. Ese
hombre es el Hijo de Dios, es Dios que ha entrado en la historia. Su nacimiento es
un brote de vida nueva para toda la humanidad. Que todas las tierras sean una tierra
buena, que acoge y hace brotar el amor, la verdad, la justicia y la paz. Feliz Navidad.