¡México siempre fiel! desde el regocijo de un feliz recuerdo navideño
(RV).- (Sin Audio) Desde México y gracias a la “red” recibí la fotografía de un querido
amigo sacerdote en el acto de “centrar” la piñata en la celebración de la Posada de
su parroquia y rodeado por sus divertidos feligreses: te saludo padre Jorge. La alegre
imagen me lanzó a desempolvar recuerdos muy de infancia, pero además, para fijar una
mirada especial sobre María y José, pobrecitos, que desde su fatigosa salida de Nazaret
con destino a Belén, buscaron incesantemente, sí también ellos, y hasta el cansancio,
un lugar en dónde pasar la noche. ¡Hasta que encontraron la gruta de Belén!
No
puedo dejar de sonreír porque “pedir Posada” es una divertida representación religiosa,
muy bien sazonada de inculturación. En cada país la celebración de la Navidad está
marcada por la alegría que no es igual pero es la misma, sin embargo la de México
es muy especial. Seguramente porque es la de mis recuerdos, y porque el color te revienta
hasta el regocijo de la carcajada. Y hago notar que los organizadores pertenecen casi
siempre a una comunidad parroquial, y con ella las familias se organizan. Benditos
y pacientes promotores… En las posadas mexicanas la “clave secreta” la “palabra”
para entrar a la fiesta se llama compartir.
Estas líneas navideñas son
para constatar, reiterar, y acompañar -desde afuera y mirando a través del vidrio-,
que a pesar de la lucha cotidiana por la sobrevivencia, por el pan, por la libertad,
por la justicia, por la honestidad, por la ambición de ser País -con la mayúscula
como México merece-, y crecer como Dios manda; a pesar –digo- de toooodas las cuitas
y la mala sensación que da lugar al desaliento, la fe está ahí, no cambia no mengua,
y si acaso se “transforma” pero para crecer… y al final está ahí, encendida como la
vela con la que pedimos posada hace ya tantos años, vibrante, con la fuerza de Dios
y la certeza puesta en que también esta Navidad nos nacerá entre los brazos a un Niño
Dios, un salvador, el redentor, y con Él a una Santa Familia: Madre, Padre e Hijo.
Son pocos, están solos y son los mismos, los de siempre, esos de los que a veces nos
olvidamos pero que, igual, -también este año- nos estarán acompañando mientras muchos,
todavía peregrinos, pedimos posada.
Un abrazo de feliz Navidad de Patricia
L. Jáuregui Romero – Radio Vaticano / @pjuregui