(RV).- (Con audio) El discurso de fin
de año para los augurios navideños de la Curia romana es siempre uno de aquellos más
personales y atentamente estudiados por el Santo Padre. Una reflexión sobre el año
transcurrido, pero también una profundización de temas que el Papa considera más urgentes
y de mayor atención.
Son cosas sobre las que siente el deber de manifestar
su pensamiento, yendo a las bases, con la honestidad y el coraje que le son característicos:
es su deber hacia la Iglesia y la humanidad, también si esto puede suscitar resistencias
o reacciones negativas. Los temas elegidos este año son dos: la familia y la dualidad
del hombre y de la mujer; y el dialogo y el anuncio de la fe.
En lo que concierne
a la familia, el Papa no entra en las discusiones sobre la legislación y sobre los
matrimonios homosexuales, y ni siquiera retoma sus inolvidables palabras de cercanía
a las parejas en dificultad pronunciadas en la vigilia del encuentro de las familias
en Milán, sino reafirma que hoy está aquí en juego la misma cuestión sobre “quien
es el hombre”. La dualidad del hombre y de la mujer es esencial para el ser humano.
De ella nacen las relaciones fundamentales entre padre, madre e hijos. La dualidad
está inscrita en la naturaleza de la persona, en el diseño de Dios creador. Negarlo
es contrario a la verdad, y afirmar que es la misma persona humana a determinar su
identidad es un paso destructivo, que abre el camino a la manipulación arbitraria
de la naturaleza, con gravísimas consecuencias para la dignidad del hombre; comenzando
por la dignidad de los hijos, considerados como objetos de un derecho y no más como
sujetos de derecho. En la “lucha por la familia”, en suma, se juega la misma persona
humana.
El Papa hace amplia referencia a lo que ha escrito el Gran Rabí de
Francia, demostrando que la posición de la Iglesia no es estrictamente confesional,
sino aquella de la razón, compartida en la gran tradición judeo-cristiana.
También
el segundo tema profundizado por el Papa hará discutir. Es muy actual y no está desligado
del primero: el cristiano entra en la relación de dialogo como portador de la gran
experiencia de la humanidad interpretada a la luz de la fe, sintiéndose responsable
de los valores más preciosos y duraderos más allá de las soluciones meramente pragmáticas.
Y entra en dialogo con la confianza que la búsqueda de la verdad no pondrá jamás en
entredicho su identidad cristiana. Porque la verdad no es poseída orgullosamente por
nosotros, sino que nos llama y nos guía, como Cristo que nos acompaña de la mano.
También
este es un augurio de Navidad. Profundo, laborioso, actual.