(RV).-La Imagen de Hoy, jesuita Guillermo Ortiz El fuego necesita combustible.
La llama depende de la calidad del combustible. El fuego del amor de Dios se sembró
en Francisco Javier en el bautismo. En la Universidad de París la amistad y los Ejercicios
Espirituales de Ignacio de Loyola terminan por encender la vida de este joven navarro
de condiciones excepcionales que, tiempo después, ya jesuita, es enviado al Oriente
como misionero, por pedido del Papa. El que hoy es patrono universal de las misiones,
partió en aquella ocasión con el libro de oraciones y un rosario como único equipaje.
India, Japón… pueblos enteros se bautizan. Se dirige a China, para que nadie quede
sin conocer a Jesucristo liberador, pero la muerte lo detiene a los 46 años, enfermo
y agotado.
La nueva evangelización requiere que cada discípulo misionero ponga
todo su ser como leña del fuego, porque el amor de Dios quiere incendiar el mundo.
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