El Papa asegura la cercanía de la Iglesia a los pescadores y demás trabajadores marítimos
(RV).- (Con audio) Al término de los trabajos del XXIII Congreso Mundial del Apostolado
del Mar Benedicto XVI acogió con alegría a sus participantes, a quienes saludó cordialmente,
comenzando por el Cardenal Antonio Maria Vegliò, Presidente del Consejo Pontificio
de la Pastoral para los emigrantes e itinerantes, a quien agradeció sus corteses palabras
introductivas de este encuentro. Encuentro durante el que –tal como destacó el Papa–
vivieron jornadas intensas de profundización sobre temas importantes, como el anuncio
del Evangelio a un número creciente de marítimos pertenecientes a las Iglesias Orientales,
la asistencia a los no cristianos o no creyentes de este sector, y la búsqueda de
una colaboración ecuménica e interreligiosa cada vez más sólida.
Y glosando
un párrafo de su encíclica del año 2009, Caritas in veritate, Benedicto XVI afirmó:
Además, frente
a las incomodidades que hoy afrontan los operadores de la industria marítima, así
como también los pescadores y sus familias, surge cada vez más claramente la necesidad
de afrontar los problemas con “una visión integral del hombre, que refleje los diversos
aspectos de la persona humana, contemplada con al mirada purificada de la caridad”.
Tras
destacar algunos de los múltiples aspectos que interesan al Apostolado del Mar, que
cuanta con una larga historia que hunde sus raíces en el año 1922, cuando el Papa
Pío XI aprobó sus Constituciones y su Reglamento, animando a los primeros capellanes
y voluntarios en su misión de “expandir el ministerio marítimo, sin olvidar que cuando
celebraron los 75 años de existencia el Beato Juan Pablo II confirmó esta misión con
el Motu proprio Stella maris, Benedicto XVI les dijo:
De este modo
han respondido al llamamiento que he dirigido a todos al convocar el Año de la fe,
para “dar renovado impulso a la misión de toda la Iglesia (…) para ayudar a todos
los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa”
(Motu proprio Porta fidei, 8).
Reafirmando cuanto ya expresó el Pontífice
a la hora del ángelus dominical del 18 de enero de 2009, el Papa dijo:
También hoy
la Iglesia surca los mares para llevar el Evangelio a todas las naciones, y su presencia
por doquier en los puertos del mundo, las visitas que realizan cotidianamente a las
naves atracadas en los puertos y la acogida fraterna en las horas de parada de las
tripulaciones, son el signo visible de la solicitud hacia cuantos non pueden recibir
una atención pastoral ordinaria. Este mundo del mare, en el continuo peregrinar de
las personas, hoy debe tener en cuenta los efectos complejos de la globalización,
y, lamentablemente, se encuentra con que también debe afrontar situaciones de injusticia,
especialmente cuando las tripulaciones están sujetas a restricciones para descender
a tierra firme, cuando son abandonadas junto a las embarcaciones en las que trabajan,
cuando caen bajo la amenaza de la piratería marítima o cuando sufren los años de la
pesca ilegal.
Después de recordar que la vulnerabilidad de los marítimos,
pescadores y navegantes debe hacer que la solicitud de la Iglesia sea aún mayor, el
Pontífice añadió:
Dirijo un pensamiento
particular a cuantos trabajan en el vasto sector de la pesca y a sus familias. En
efecto, más que los demás trabajadores, ellos deben afrontar las dificultades del
presente y viven la incertidumbre del futuro, marcado por los efectos negativos de
los cambios climáticos y de la explotación excesiva de los recursos. A ustedes, pescadores,
que buscan condiciones de trabajo dignas y seguras, salvaguardando el valor de la
familia, la tutela del ambiente y la defensa de la dignidad de toda persona, quisiera
asegurarles la cercanía de la Iglesia.
Y antes de impartirles de corazón
su bendición apostólica a los participantes en el Congreso Mundial del Apostolado
del Mar junto a sus colaboradores y seres queridos, Benedicto XVI se despidió con
el siguiente deseo:
Deseo a cada
uno que redescubran cada día la belleza de la fe, para testimoniarla siempre con la
coherencia de la vida. Que la Bienaventurada Virgen María, Stella maris y Stella matutina,
ilumine siempre su obra, a fin de que la gente del mar pueda conocer el Evangelio
y encontrar al Señor Jesús que es camino, Verdad y Vida.