Redescubrir el gozo de creer, el Papa en su catequesis
(RV).- (Con audio) Como todos los miércoles, el Santo Padre Benedicto XVI celebró
esta mañana a las 10,30, en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano, su tradicional
audiencia general, en la que participaron varios miles de fieles y peregrinos procedentes
de numerosos países, deseos de escuchar la catequesis del Papa y de recibir su bendición
apostólica.
En esta ocasión asistieron a esta audiencia el Ministro del Ambiente
de Polonia, un grupo de diplomáticos iraquíes y el Ministro de Asuntos religiosos
del Kurdistán iraquí. Al término de la audiencia el Cardenal Jean-Louis Tauran, saludó
al Papa con los miembros del Centro para el Diálogo Interreligioso de la Organización
para las relaciones islámica con la cultura.
En su catequesis el Papa explicó
que la fe no es ciega, sino que trata de entender y demostrar que es razonable. Las
verdades de la fe no son una simple información sobre Dios, sino que expresan el evento
del encuentro de Dios con los hombres, encuentro de salvación y liberación. También
explicó que el misterio de Dios es sobreabundancia de sentido y verdad. La cruz tiene
su razón - dijo el Pontífice- a la vez que destacó que la fe abre el horizonte a
los descubrimientos de la ciencia. Mientras el Evangelio inaugura un nuevo humanismo.
Queridos hermanos
y hermanas:
Avanzamos en este Año de la fe llevando en el corazón la
esperanza de redescubrir el gozo de creer y el entusiasmo de comunicar a todos la
verdad de la fe. Ésta conduce a descubrir que el encuentro con Dios valoriza, perfecciona
y eleva lo que hay de verdadero, bueno y bello en el hombre. Nos permite conocer a
Dios en el encuentro personal, pues Él se ha revelado a sí mismo y no se ha limitado
a darnos una información sobre Él. De este modo abre el corazón y la mente humana
a horizontes nuevos, inconmensurables e infinitos. La fe no es ciega, trata de entender
y demostrar que es razonable. Por eso es un impulso para la razón y la ciencia, porque
abre sus ojos a una realidad más grande, que permite conocer mejor el verdadero ser
del hombre en su integridad. Fe y razón se necesitan y complementan, no sólo para
una comprensión meramente intelectual sino también para alimentar verdaderas esperanzas
en la humanidad y orientar las actividades hacía la promoción del bien de todos. El
testimonio de quienes nos han precedido y han dedicado su vida al Evangelio siempre
lo confirma: es razonable creer.
Al saludar en nuestro idioma a los peregrinos
procedentes de América Latina y de España el Papa los invitó a descubrir en nuestro
Señor el sentido de la existencia y el fundamento de nuestra libertad:
Saludo a los
peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España,
México y otros países latinoamericanos. Invito a todos a descubrir en Cristo el sentido
de la existencia y el fundamento de la verdadera libertad. Muchas gracias.
El
Santo Padre también afirmó que reza por todas las personas de lengua árabe, a quienes
deseó la bendición de Dios.
Al saludar los peregrinos polacos que participaron
en esta audiencia Benedicto XVI dio su bienvenida a los participantes en la peregrinación
nacional de los Forestales polacos; a quienes les deseó que su trabajo contribuya
a la conservación de la belleza de la naturaleza. También saludó al grupo de los diversamente
hábiles junto a quienes los asisten, pertenecientes al Grupo de las Escuelas de “don
Tischner” de Toruń. Y formuló votos para que la bienaventurada Virgen María, de quien
recordamos su presentación al templo, sea para todos “modelo del abandono en Dios
y del cumplimiento de su voluntad”.
A los peregrinos eslovacos, especialmente
a los de Bratislava, Nitra y Rožňava, el Obispo de Roma les recordó que el domingo
18 de noviembre, en las Basílicas Papales de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo se
celebró la fiesta de la Dedicación. Por esta razón, antes de bendecirlos, les deseó
que su visita a estas antiguas iglesias los ayude a profundizar su amor por la Iglesia
fundada en los Apóstoles.
De la misma manera el Santo Padre saludó con alegría
a los peregrinos croatas, especialmente a los miembros de la Compañía artístico-cultural
“Okićka Trešnja”, así como a los miembros de la unión de la Sangre de Cristo, a quienes
les deseó que “Cristo Rey, cuya venida en la fe y en la esperanza esperamos con alegría,
los bendiga y proteja, a ellos y a sus familias.
En esta ocasión el Pontífice
también dirigió unas palabras de corazón a los peregrinos lituanos, de modo particular
al coro mixto “Dermė” de Širvintai, a quienes les deseó que su orante visita a la
Ciudad de los Apóstoles y de los Mártires refuerce sus pasos en el camino cotidiano
de la fe.
Hablando en italiano y como es costumbre, el Santo Padre saludó
con afecto a los enfermos, recién casados y jóvenes presentes en esta audiencia, especialmente
a los alumnos de la Escuela Beata María Cristina Brando, de Casoria. Y al recordar
que el próximo domingo, último del Tiempo ordinario, celebraremos la solemnidad de
Cristo Rey del universo, Benedicto XVI deseó a los jóvenes que pongan a Jesús en el
centro de sus vidas, para recibir de Él luz y valor en cada elección cotidiana. Que
Cristo, “que hizo de la Cruz un trono regale, les enseñe a ustedes, queridos enfermos
– les dijo el Papa – a comprender el valor redentor del sufrimiento vivido en unión
con Él”. Mientras a los recién casados les deseó que reconozcan la presencia del Señor
en su camino matrimonial, de modo que participen en la construcción de su Reino de
amor y de paz.
Y teniendo en cuenta que hoy celebramos la memoria litúrgica
de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María al Templo, el Papa recordó que
también se celebra la Jornada por las claustrales. Por esta razón aseguró a las hermanas
llamadas por el Señor a la vida contemplativa su especial cercanía junto a la de la
entera Comunidad eclesial. “Renuevo al mismo tiempo la invitación a todos los cristianos
a fin de que no hagamos faltar a los monasterios de clausura el necesario apoyo espiritual
y material. ¡En efecto –dijo el Santo Padre – tanto debemos a estas personas que se
consagran totalmente a la oración por la Iglesia y por el mundo!
(María Fernanda
Bernasconi – RV).
Traducción del texto completo de la catequesis
del Papa en italiano
Queridos hermanos y hermanas:
Avanzamos
en este Año de la fe, llevando en nuestros corazones la esperanza de redescubrir cuánta
alegría hay en creer y encontrar el entusiasmo de comunicar a todos las verdades de
la fe. Estas verdades no son un simple mensaje de Dios, una particular información
sobre Él. Sino que expresan el acontecimiento del encuentro de Dios con los hombres,
encuentro salvífico y liberador, que realiza que las aspiraciones más profundas del
hombre, sus anhelos de paz, de fraternidad y de amor. La fe lleva a descubrir que
el encuentro con Dios valoriza, perfecciona y eleva lo que es verdadero, bueno y bello
en el hombre. De este modo, se da la circunstancia de que, mientras Dios se revela
y se deja conocer, el hombre llega a saber quién es Dios y, conociéndolo, se descubre
a sí mismo, su origen y su destino, así como la grandeza y la dignidad de la vida
humana.
«La fe permite un conocimiento auténtico sobre Dios, que implica a
toda la persona humana: se trata de un "saber", un conocimiento que le da sabor a
la vida, un nuevo sabor a la existencia, una forma alegre de estar en el mundo. La
fe se expresa en el don de sí mismo a los demás, en la fraternidad que nos hace solidarios,
capaces de amar, derrotando la soledad que nos hace tristes. Este conocimiento de
Dios mediante la fe, por lo tanto, no es sólo intelectual, sino vital. Es el conocimiento
de Dios-Amor, gracias a su mismo amor. Además, el amor de Dios hace ver, abre los
ojos, permite conocer toda la realidad, más allá de las estrechas perspectivas del
individualismo y del subjetivismo, que desorientan las conciencias. El conocimiento
de Dios es, por tanto, la experiencia de la fe, e implica, al mismo tiempo, un camino
intelectual y moral: marcados en lo profundo por la presencia del Espíritu de Jesús
en nosotros, podemos superar los horizontes de nuestros egoísmos y nos abrimos a los
verdaderos valores de la vida».
Hoy, en esta catequesis, quisiera detenerme
sobre lo razonable de la fe en Dios. La tradición católica ha rechazado desde el principio
el denominado fideísmo, que es la voluntad de creer en contra de la razón. Credo quia
absurdum (creo porque es absurdo) es la fórmula que interpreta la fe católica. De
hecho, Dios no es absurdo, en todo caso es misterio. El misterio, a su vez, no es
irracional, sino sobreabundancia de sentido, de significado y de verdad. Si contemplando
el misterio, la razón ve oscuro, no es porque en el misterio no haya luz, sino más
bien porque hay demasiada luz. Al igual que cuando los ojos del hombre se dirigen
a mirar directamente al sol y sólo ven tinieblas ¿quién podría decir que el sol no
es brillante? Aún más, es la fuente de la luz. La fe le permite ver el "sol" de Dios,
porque es acogida de su revelación en la historia y, por así decirlo, recibe verdaderamente
toda la luminosidad del misterio de Dios, reconociendo el gran milagro: Dios se ha
acercado al hombre y se ha ofrecido a su conocimiento, condescendiendo al límite
creatural de la razón humana (cf. CONC. CE. IVA. II, Constitución Dogmática. Dei Verbum,
13).
Al mismo tiempo, Dios, con su gracia, ilumina la razón, le abre nuevos
horizontes, inconmensurables e infinitos. Por este motivo, la fe es un fuerte incentivo
para buscar siempre, sin parar nunca y sin desfallecer, el descubrimiento de la verdad
y la realidad inagotable. Es falso el prejuicio de algunos pensadores modernos, que
aseveran que la razón humana quedaría como bloqueada por los dogmas de la fe. En realidad,
es todo lo contrario, como han demostrado los grandes maestros de la tradición católica.
San Agustín, antes de su conversión, busca con tanta inquietud la verdad, a través
de todas las filosofías disponibles y las encuentra todas insatisfactorias. Su fatigosa
búsqueda racional es para él una pedagogía significativa para el encuentro con la
Verdad de Cristo. Cuando dice, "comprende para creer y cree para comprender" (Discurso
43, 9: PL 38, 258), es como si estuviera contando su propia experiencia de vida. Ante
la revelación divina, el intelecto y la fe no son extraños o antagonistas, sino que
ambas son condiciones para comprender su sentido, para recibir su mensaje auténtico,
acercándose al umbral del misterio. San Agustín, junto con muchos otros autores cristianos,
es testigo de una fe que se ejerce con la razón, que piensa e invita a pensar. Sobre
esta huella, san Anselmo en su Proslogion dice que la fe católica es fides quaerens
intellectum, donde la búsqueda de la inteligencia es un acto interior al creer. Será
especialmente Santo Tomás de Aquino – afianzado en esta sólida tradición de lo razonable
de la fe – el que se confronta con la razón de los filósofos, mostrando cuánta vitalidad
racional nueva y fecunda enriquece el pensamiento humano cuando se insertan los principios
y las verdades de la fe cristiana.
La fe católica es, pues, razonable y nutre
también confianza en la razón humana. El Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática
Dei Filius, afirma que la razón es capaz de conocer con certeza la existencia de Dios
por medio del camino de la creación, mientras que sólo pertenece a la fe la posibilidad
de conocer "fácilmente, con absoluta certeza y sin error "(DS 3005) la verdad acerca
de Dios, a la luz de la gracia. El conocimiento de la fe, además, no va en contra
de la recta razón. El beato Papa Juan Pablo II, de hecho, en la encíclica Fides et
ratio, sintetiza así: "La razón humana no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento
a los contenidos de la fe; éstos en todo caso se alcanzan mediante libre y consciente
elección "(n. 43). En el irresistible deseo por la verdad, sólo una relación armoniosa
entre la fe y la razón es el camino que conduce a Dios y a la plenitud de sí mismo.
Esta
doctrina es fácilmente reconocible en todo el Nuevo Testamento. San Pablo, escribiendo
a los cristianos de Corinto sostiene: "Mientras los Judíos piden señales y los Griegos
buscan sabiduría, nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los Judíos,
necedad para los gentiles" (1 Cor 1:22-23). De hecho, Dios ha salvado al mundo no
por un acto de fuerza, sino a través de la humillación de su Hijo único: de acuerdo
a los parámetros humanos, el modo inusual dado por Dios contrasta con las exigencias
de la sabiduría griega. Y sin embargo, la cruz de Cristo es una razón, que San Pablo
llama: ho logos tou staurou, "la palabra de la cruz" (1 Corintios 1:18). Aquí, el
término lògos significa tanto razón como palabra y, si alude a la palabra, es porque
expresa verbalmente lo que elabora la razón.
Por lo tanto, Pablo ve en la Cruz
no un evento irracional, sino un hecho de salvación que tiene su propia racionalidad
reconocible a la luz de la fe. Al mismo tiempo, tiene tal confianza en la razón humana,
hasta el punto de asombrarse por el hecho de que muchos, incluso viendo la obras realizadas
por Dios, se obstinan en no creer en Él: "En efecto - escribe en su carta a los Romanos
-las… perfecciones invisibles [de Dios], es decir, su eterno poder y divinidad, vienen
contemplados y comprendidos por la creación del mundo a través de las obras realizadas
por Él "(1,20). También S. Pedro exhorta a los cristianos de la diáspora a adorar
"al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a responder a todo el
que os pida la razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 Pedro 3:15). En un clima
de persecución y de fuerte necesidad de dar testimonio de la fe, a los creyentes se
les pide que justifiquen con motivaciones fundadas su adhesión a la palabra del Evangelio,
de dar la razón de nuestra esperanza.
Sobre esta base, acerca del nexo fecundo
entre entender y creer, se funda también la relación virtuosa entre ciencia y fe.
La investigación científica conduce al conocimiento de verdades siempre nuevas sobre
el hombre y el cosmos. El verdadero bien de la humanidad, accesible en la fe, abre
el horizonte en el que se debe mover su camino de descubrimiento. Por lo tanto, deben
fomentarse, por ejemplo, las investigaciones puestas al servicio de la vida y que
tienen como objetivo erradicar las enfermedades. También son importantes las investigaciones
para descubrir los secretos de nuestro planeta y del universo, a sabiendas de que
el hombre está en la cima de la creación, no para explotarla de manera insensata,
sino para custodiarla y hacerla habitable. Así, la fe, vivida realmente, no está en
conflicto con la ciencia, más bien coopera con ella, ofreciendo criterios básicos
que promuevan el bien de todos, pidiéndole que renuncie sólo a los intentos que- oponiéndose
al plan original de Dios - pueden producir efectos que se vuelvan contra el mismo
hombre. También por ello es razonable creer: si la ciencia es un aliado valioso de
la fe para la comprensión del plan de Dios en el universo, la fe permite al progreso
científico realizarse siempre por el bien y la verdad del hombre, fiel a este mismo
diseño.
Por eso es crucial para el hombre abrirse a la fe y conocer a Dios
y su proyecto de salvación en Jesucristo. En el Evangelio, se inaugura un nuevo humanismo,
una verdadera "gramática" del hombre y de toda la realidad. El Catecismo de la Iglesia
Católica afirma: "La verdad de Dios es su sabiduría que sostiene el orden de la creación
y el gobierno del mundo. Dios, que "hizo Él solo, el cielo y la tierra" (Sal 115,15),
puede dar, Él sólo, el verdadero conocimiento de todo lo creado en la relación con
Él "(n. 216).
Confiemos que nuestro compromiso en la evangelización ayude a
dar nueva centralidad al Evangelio en la vida de muchos hombres y mujeres de nuestro
tiempo. Oremos para que todos vuelvan a encontrar en Cristo el sentido de la vida
y el fundamento de la verdadera libertad: sin Dios, de hecho, el hombre se pierde.
Los testimonios de los que nos han precedido y han dedicado su vida al Evangelio,
lo confirma para siempre. Es razonable creer, está en juego nuestra existencia. Vale
la pena darse por Cristo, sólo Cristo satisface los deseos de verdad y de bien arraigados
en el alma de cada hombre: ahora, en el tiempo que pasa, y en el día sin fin de la
bendita eternidad.