«El Hospital, lugar de evangelización: misión humana y espiritual», alienta el Papa
(RV).- La salud es un bien universal - nunca una mercancía - y la medicina debe estar
siempre éticamente al servicio de todo hombre sin distinción, con políticas sanitarias
apropiadas. Benedicto XVI destacó el apremiante compromiso de la nueva evangelización,
en particular en la tutela de la dignidad humana de los que sufren, al recibir este
mediodía a los participantes en el encuentro promovido por el Pontificio Consejo para
los Agentes Sanitarios.
Unas tres mil personas, entre ellos también algunos
enfermos con sus familiares, así como, entre otros, algunos representantes de la Federación
Europea de Asociaciones Médicas Católicas, voluntarios de la Unión Italiana que acompaña
a los enfermos y discapacitados a los santuarios internacionales, personal sanitario
y capellanes, escucharon con emoción las palabras del Papa, que renovó el Mensaje
especial del Concilio Vaticano II a los que sufren, asegurando la cercanía de la Iglesia.
Iglesia
– recordó Benedicto XVI – que interpela también a los profesionales y voluntarios
de la sanidad, llamados a la sensibilidad y al estudio y cuyo ‘ser católicos, sin
temor’ les da asimismo una mayor responsabilidad en la sociedad y en la misma Iglesia:
«Es éste un compromiso
de nueva evangelización también en tiempos de crisis económica, que sustrae recursos
a la tutela de la salud. Precisamente, en este contexto, hospitales y estructuras
de asistencia deben repensar su propio papel para evitar que la salud se vuelva una
simple ‘mercancía’ sometida a las leyes del mercado y por lo tanto un bien reservado
a pocos. Nunca se puede olvidar la atención especial debida a la dignidad de la persona
que sufre, aplicando también en el ámbito de las políticas sanitarias, el principio
de subsidiariedad y de la solidaridad. Hoy, si por un lado, gracias a los progresos
técnicos y científicos, aumenta la capacidad de sanar físicamente al enfermo, por
otro, parece disminuir la capacidad de ‘cuidar’ a la persona que sufre, considerada
en su integridad y unicidad. Parecen desvanecerse los horizontes éticos de la ciencia
médica, que corre el riesgo de olvidar que su vocación es la de servir a todo hombre
y todo el hombre, en las diversas fases de su existencia».
Gratuidad, compartir,
abnegación, solidaridad, entrega, servicio... Con la parábola evangélica del Buen
Samaritano y evocando al Beato Juan Pablo II, el Papa hizo hincapié en que el centro
de la actividad médica y asistencial debe ser siempre el bienestar humano, en particular
cuando la persona es más frágil e indefensa. Tras alentar a ir más allá del enfoque
clínico, abriéndose a la dimensión de la trascendencia, Benedicto XVI recordó asimismo
el apostolado de los capellanes y asistentes religiosos, recordando la tarea de reflejar
en el misterio del sufrimiento la gloria de Cristo Resucitado.
Y saludando
con especial afecto a los enfermos, cuyo silencioso testimonio es eficaz signo e instrumento
de evangelización para los encargados de cuidar de ellos y sus familiares, volviendo
al mensaje del Concilio, el Papa les recordó que son los hermanos de Cristo paciente,
y con El, si quieren, salvarán al mundo.
Antes de impartir de corazón, su Bendición
Apostólica, Benedicto XVI encomendó a todos a la Virgen María, Salud de los Enfermos,
para que guíe sus pasos y los haga cada vez más testimonios activos e infatigables
de la ciencia cristiana del sufrimiento.