Elogio de la vejez, Benedicto XVI visitó a los ancianos
(RV).- (Con audio) Editorial del Padre Federico Lombardi para el informativo semanal
Octava Dies del Centro Televisivo Vaticano:
La visita
del Papa a una casa para ancianos el lunes pasado, es ciertamente uno de aquellos
momentos felices en el cual un gran número de personas entiende fácilmente que los
gestos y las palabras del Santo Padre son un precioso mensaje para ellos y no sólo
para el pequeño grupo de privilegiados que lo han podido encontrar personalmente.
Anciano entre los ancianos, Benedicto XVI se ha dirigido con espontaneidad a sus coetáneos
diciendo que “conoce bien las dificultades, los problemas y los límites de esta edad”.
A diferencia de su predecesor, él no comparte la situación del anciano enfermo e imposibilitado,
más sí aquella del anciano, y explica el valor específico de esta edad de la vida
como la serena y paciente aceptación de los límites de la vejez continuando a saberse
amado por Dios, y la “sabiduría de vida” compartida con los otros: “ser como un libro
abierto en el cual las jóvenes generaciones pueden encontrar preciosas indicaciones
para el camino de la vida”. No se trata pues de buscar artificiosamente de llenar
el tiempo de la vejez de cosas que hacer, sino de comunicar una sabiduría del corazón
que sabe distinguir lo esencial de lo secundario, lo duradero de lo pasajero. Naturalmente,
esto no se improvisa, porque en cierto sentido - sobre todo cuando se sufre de verdad
- la vejez es el momento de la verdad, aquel en que - como Romano Guardini escribió
– “lo contingente deja traslucir lo absoluto”. La espera se puede llenar de oración
de amplios horizontes: el Papa pide a los ancianos de rezar por los pobres, por la
paz, para que cese la violencia, por la Iglesia, por él… Y es una oración potente,
porque el anciano que cree y espera sabe de estar más cercano a Dios y a los Santos,
más familiar con ellos; la línea de paso se hace cada vez más transparente. Tenemos
una gran necesidad de estos ancianos, y sabemos que son una riqueza grandísima. Por
ello, debemos tenerlos con amor entre nosotros, así que todos podamos decir con verdad
junto al Papa: “¡Es bello ser anciano!”.