Necesitamos de la Nueva Evangelización para que "nuestros pueblos tengan vida en Él"
(RV).- (Audio) En Paraguay, al término
de la 196ª asamblea de la Conferencia Episcopal del País, los obispos dirigieron una
carta pastoral en la cual afirman -entre otros puntos- que la corrupción, la injusticia
y la impunidad en el mundo político, social y económico debilitan la fe y las ganas
de trabajar por el bien común.
En un documento de cuatro partes, los obispos
mencionan los aspectos positivos de la evangelización, que ha acompañado al pueblo,
siendo la luz de la unidad y razón del sentido espiritual a la nación paraguaya, desde
sus inicios hasta el presente. En ese contexto, mencionan que el conocimiento y el
acceso a la Sagrada Escritura permitieron que miles de personas se acerquen a los
retiros espirituales, alimentando la fe en Jesucristo, a partir de la Palabra de Dios.
Fueron –afirman- protagonistas de la conversión personal y se acercaron más a los
sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía.
El documento destaca asimismo
que en muchas comunidades y familias se constatan algunas señales claras que la evangelización
está desarrollando una fe más madura e integral. Valoran, igualmente, la presencia
de los jóvenes en la Iglesia, tanto en los grupos y comunidades juveniles como en
los seminarios y casas de consagrados religiosos; así como el protagonismo pastoral
de las familias organizadas, los movimientos laicales apostólicos, las comunidades
eclesiales de base (Ceb’s), que van renovando decididamente la vida cristiana en las
parroquias y en las diócesis.
En contrapartida, afirman que en muchas personas,
niños, jóvenes y adultos del pueblo paraguayo ven el “rostro del Señor”. “Lo reconocemos
-remarcan- en el dolor de mucha gente defraudada por la justicia, agobiada por la
pobreza y manipulada por la corrupción, así como la pereza espiritual en muchos católicos
que rechazan la educación en y a la fe, al demostrar poco interés en la formación
doctrinal, integral y comunitaria a lo largo de toda la vida”.
Los obispos
también mencionan como amenaza permanente la separación entre fe y vida, puesto que
se constata poca incidencia de la fe cristiana en el mejoramiento de nuestra realidad
social, política y cultural. Entre otros obstáculos externos, resaltan además: “La
realidad del relativismo globalizado, que con mayor fuerza prescinde de Dios y combate
la religión cristiana, así como la corrupción, la injusticia y la impunidad en el
mundo político, social y económico debilitan la fe y las ganas auténticas de trabajar
por el Bien Común”.
Para responder a estas realidades, los obispos se proponen
hacer conocer más los documentos de la Iglesia, el catecismo y el encuentro con Jesucristo
en la Iglesia tal como se concluyó en el último Sínodo de Obispos.
Texto
completo de la Carta Pastoral
CARTA PASTORAL EL
AÑO DE LA FE RENUEVA A LAS FAMILIAS Y A LA IGLESIA "Los Apóstoles dijeron
al Señor: auméntanos la fe" (Lc 17,5)
Los Obispos, reunidos
en la 196ª Asamblea Plenaria Ordinaria, nos asociamos al júbilo de la Iglesia Universal
al acoger el Año de la fe, propuesto por el Santo Padre Benedicto XVI. Después de
compartir juntos nuestra reflexión, queremos dirigirles una Carta pastoral que deberá
dar un gran impulso a la Nueva Evangelización, abundantes gracias y numerosas vocaciones
a nuestra Iglesia al servicio del Pueblo de Dios.
Con la promulgación
de este Año el Santo Padre quiere poner al centro de la atención eclesial lo más importante:
el encuentro con Jesucristo y la belleza de la fe en Él. El Año de la fe desea contribuir
a una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe, de modo que
todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo actual testigos gozosos y convincentes
del Señor resucitado, capaces de señalar la "puerta de la fe" a tantos que están en
búsqueda de la verdad. "La puerta de la fe" (cfr. He 14, 27), que introduce en la
vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta
para nosotros" (Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, 1).
I. NUESTRA
REALIDAD PASTORAL
Este Año de gracia es para nosotros Pastores, herederos
de la fe apostólica recibida mediante el Orden Sagrado, una apasionante vocación que
a su vez, en este gozoso tiempo, podemos cumplir la misión dada por el mandato de
Jesucristo "Vayan, pues, y consíganme discípulos de todas las naciones" (Mt 28,19).
La evangelización, con el anuncio de Jesucristo y la implantación de
la Iglesia, con su rica expresión de fe y también de religiosidad popular, ha acompañado
la vida de nuestro pueblo. La luz de la fe ha sido el faro potente que da unidad y
sentido espiritual a la Nación Paraguaya, desde sus inicios hasta el presente. Mencionamos algunas experiencias que van modelando la vida de las familias
y de las comunidades. Son los aspectos esperanzadores de la fe manifestada en la vida
cotidiana, con sus luces y sombras.
El conocimiento y el acceso a la
Sagrada Escritura permiten que miles de personas, en los fines de semana se acerquen
a los Retiros Espirituales, alimentando la fe en Jesucristo, a partir de la Palabra
de Dios, realizando la conversión personal y acercándose a los sacramentos de la Reconciliación
y de la Eucaristía.
La Misión Continental Permanente con el programa
misionero de visita casa por casa, está imprimiendo en las familias misioneras y en
los sacerdotes un impacto espiritual impresionante. En muchas comunidades
y familias, se constatan algunas señales claras que la evangelización está desarrollando
una fe más madura e integral como, por ejemplo, la iluminación cada vez más fuerte
de la Sagrada Escritura, la atención esmerada a la Iniciación Cristiana mediante la
catequesis familiar, la dedicación a la liturgia, el cuidado de los templos, el fomento
de los grupos corales y litúrgicos, la pastoral social al servicio de los más pobres.
La presencia en la Iglesia de muchos jóvenes, tanto en los
grupos y comunidades juveniles como en los seminarios y casas de consagrados religiosos;
el protagonismo pastoral de las familias organizadas en la pastoral familiar, los
movimientos laicales apostólicos, las comunidades eclesiales de base (Ceb´s) van renovando
decididamente la vida cristiana en las parroquias y en las diócesis.
No faltan, sin embargo, los obstáculos en la educación a la fe. Los encontramos tanto
al interior como al exterior de nuestra Iglesia.
Notamos algunos
obstáculos: Que a los Apóstoles y santos no
les fue fácil el seguimiento del Señor. Las dudas, los temores y las infidelidades
no han sido obstáculo para el crecimiento de la fe ("si hemos sido infieles Él permanece
fiel" Cfr. 2Tim 2,13). En muchas personas,
niños, jóvenes y adultos de nuestro pueblo vemos el ´rostro del Señor´; lo reconocemos
en el dolor de mucha gente defraudada por la justicia, agobiada por la pobreza y manipulada
por la corrupción; sentimos su presencia en la familia de cada hogar paraguayo; notamos
su existencia real en los acontecimientos y encuentros realizados en torno a la Palabra
de Dios y a la Santa Eucaristía, como comunidad de fe; notamos su presencia en los
acontecimientos de nuestra sociedad paraguaya, sobre todo, en las veces que movidos
por su Palabra, amparados y guiados por la Santísima Virgen María, tratamos de realizar
lo que Ella nos propone: "hagan lo que Él les diga" (Jn 2, 5 ).
Todos somos conscientes de los problemas y desafíos que debe afrontar hoy la fe y
sentimos más que nunca la actualidad de la pregunta de Jesús: "Cuando venga el Hijo
del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? (Lc 18, 8). Por ello, si la fe no se
renueva y fortalece, convirtiéndose en una convicción profunda y una fuerza real gracias
al encuentro personal con Jesucristo, todas las demás reformas y cambio de estructuras
serán ineficaces.
Nos preocupa la debilidad de nuestra evangelización
en la iniciación cristiana, debido a una catequesis superficial y muchas veces sólo
para la recepción de los sacramentos, desunida de la liturgia comunitaria dominical
y que debe crear la mentalidad de promover en la sociedad la justicia y la paz.
Vemos la fuerte tendencia, en muchos católicos, de la pereza espiritual que rechaza
la educación en y a la fe, al demostrar poco interés en la formación doctrinal, integral
y comunitaria a lo largo de toda la vida.
Una amenaza permanente
es la separación entre fe y vida, puesto que se constata poca incidencia de la fe
cristiana en el mejoramiento de nuestra realidad social, política y cultural.
Es un serio problema la escasez sacerdotal: el número de seminaristas no es suficiente
aún y la falta de sacerdotes es alarmante para cubrir las necesidades del país y de
lugares de primera evangelización. Las familias cristianas aún no promueven suficientemente
en su mismo seno la vocación consagrada religiosa y la vocación sacerdotal.
Constatamos también que un gran porcentaje de la población católica no participa en
la celebración dominical, no accede a la lectura y meditación de la Sagrada Escritura,
ni practica la oración familiar. Pocos son también los que se acercan al sacramento
de la reconciliación frecuente.
Las familias cristianas no pueden
acceder a la educación religiosa de sus hijos en las instituciones públicas por un
claro laicismo que discrimina a quienes así lo requieran. La separación entre Iglesia
y Estado no es motivo para que la enseñanza religiosa de nuestras familias deje de
cultivarse en los centros escolares estatales. Los padres de familia en sus Asociaciones
educativas deberán plantear el derecho de la educación religiosa de sus hijos en centros
públicos.
Entre otros obstáculos externos, notamos también:
La realidad del relativismo globalizado con mayor fuerza prescinde
de Dios y combate la religión cristiana, impide la verdad, al afirmar que "todo es
relativo" según lo que le conviene a uno mismo; el consumismo y el hedonismo y el
neoliberalismo, crean una mentalidad materialista y egoísta, que dan poca cabida a
la fe cristiana, y generan mayor inequidad social.
La corrupción,
la injusticia y la impunidad en el mundo político, social y económico debilitan la
fe y las ganas auténticas de trabajar por el Bien Común.
La
ideología de género pretende destruir la ecología de la persona humana.
Tomamos conciencia de la presencia de las sectas que abundan cada vez más, y que son
un peligro por desviar la fe católica. Por eso el católico debe participar activamente
en su comunidad católica y no en las sectas.
Hay padres católicos
que al enviar a sus hijos a las escuelas de iglesias separadas o de sectas, exponen
a sus hijos a la pérdida de la fe católica. Por ello, los padres deben intensificar
en el hogar la formación católica de esos hijos.
La masonería,
al no reconocer la divinidad de Jesucristo, ofrece engañosamente un atractivo de filosofía
mezclada con una filantropía que contradice la fe cristiana. Por tanto, ningún católico
puede formar parte de la masonería.
II. NUESTRA REFLEXIÓN SOBRE EL
AÑO DE LA FE Y SU INCIDENCIA ECLESIAL
Cuando los Apóstoles
piden al Señor que les aumente la fe (Cfr. Lc 17,5) están reconociendo por una parte,
su fragilidad humana y por otra, claman por aquella fuerza divina que les motive a
aceptar la persona, palabra, obra y vida de Jesús como Hijo de Dios y único Salvador
de la historia.
En este apartado de la Carta Pastoral queremos
subrayar la importancia del Concilio Vaticano II, del Catecismo de la Iglesia Católica
y expresiones del Mensaje final de los Obispos en el Sínodo sobre la nueva evangelización
para la transmisión de la fe (Roma, octubre de 2012).
Es necesario
reconocer que las enseñanzas que nos ha dejado aquel riquísimo Concilio Vaticano II
(1962-1965) no pierden su valor ni su esplendor, a pesar del paso del tiempo. Esas
enseñanzas nos han servido como una brújula evangélica, como una verdadera estrella
de Belén que ha orientado la vida de nuestra Iglesia en los tiempos actuales; ese
gran Concilio fue la concreción de una gran fuerza de renovación necesaria de la
Iglesia para no quedarse rezagada ante la realidad siempre cambiante. De ahí la importancia
de volver a estudiar y considerar los cuatro grandes Documentos del Vaticano II (Dei
Verbum, Gaudium et Spes, Lumen Gentium y Sacrosanctum Concilium) así como los cuatro
aspectos principales del Catecismo de la Iglesia (Credo, Liturgia, Moral y Oración)
y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.
Por eso
instamos a todos los miembros de la Iglesia: sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas,
laicos y laicas a releer y estudiar esos documentos para sacar su savia trascendental
para el bien de nuestra Iglesia aquí en el Paraguay.
Del Catecismo
de la Iglesia Católica compartimos el concepto de la fe que nos ayudará a comprender
mejor el misterio de la revelación del amor de Dios en su Hijo Jesucristo. Al respecto
nos afirma:
El significado de la fe: "La fe es la virtud teologal
por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado, y que la Santa
Iglesia nos propone, porque El es la verdad misma. Por la fe ´el hombre se entrega
entera y libremente a Dios´ (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y
hacer la voluntad de Dios. ´El justo vivirá por la fe´ (Rm 1, 17). La fe viva ´actúa
por la caridad" (Ga 5, 6) (n. 1814).
La fe y las obras: "la fe
sin obras está muerta" (St 2, 26): privada de la esperanza y de la caridad, la fe
no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su Cuerpo" (1815).
La fe y la transmisión de la fe: "El discípulo de Cristo no debe
sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza
y difundirla: ´Todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres
y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan
a la Iglesia´ (LG 42; cf DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos
para la salvación: ´Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también
me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante
los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos"(Mt 10, 32-33).
(1816).
El Mensaje final del Sínodo de los Obispos nos propone
varios puntos de los cuales elegimos los siguientes.
"El encuentro
personal con Jesucristo en la Iglesia: Sentimos la exigencia de decirles, con profunda
convicción, que la fe se decide, sobre todo, en la relación que establecemos con la
persona de Jesús, que sale a nuestro encuentro. La obra de la nueva evangelización
consiste en proponer de nuevo al corazón y a la mente, sobre todo a nosotros mismos,
la belleza y la novedad perenne del encuentro con Cristo. Les invitamos a todos a
contemplar el rostro del Señor Jesucristo, a entrar en el misterio de su existencia,
entregada por nosotros hasta la cruz, derramada como don del Padre por su resurrección
de entre los muertos y comunicada a nosotros mediante el Espíritu. En la persona de
Jesús se revela el misterio de amor de Dios Padre por la entera familia humana. Él
no ha querido dejarla a la deriva de su imposible autonomía, sino que la ha unido
a sí mismo por medio de una renovada alianza de amor" (n. 3)
Otro párrafo sobre la conversión nos podrá ayudar a comprender que debemos dejarnos
evangelizar por el Amor de Dios manifestado en Jesucristo para evangelizar:
"Queremos resaltar que la nueva evangelización se refiere, en primer lugar, a nosotros
mismos. En estos días, recordamos que, para poder evangelizar el mundo, la Iglesia
debe, ante todo, ponerse a la escucha de la Palabra. La invitación a evangelizar se
traduce en una llamada a la conversión. Sentimos sinceramente el deber de convertirnos
a la potencia de Cristo, que es capaz de hacer todas las cosas nuevas, sobre todo
nuestras pobres personas. Hemos de reconocer con humildad que la miseria, las debilidades
de los discípulos de Jesús, especialmente de sus ministros, hacen mella en la credibilidad
de la misión. Somos plenamente conscientes, nosotros los Obispos los primeros, de
no poder estar nunca a la altura de la llamada del Señor y del Evangelio que nos ha
entregado para su anuncio a las gentes. Sabemos que hemos de reconocer humildemente
nuestra debilidad ante las heridas de la historia y no dejamos de reconocer nuestros
pecados personales. Estamos, además, convencidos de que la fuerza del Espíritu del
Señor puede renovar su Iglesia y hacerla de nuevo esplendorosa si nos dejamos transformar
por Él. Lo muestra la vida de los santos, cuya memoria y el relato de sus vidas son
instrumentos privilegiados de la nueva evangelización" (n.5).
III.
LAS ORIENTACIONES PARA EL AÑO DE LA FE
La plena vigencia de
la Misión Continental Permanente en nuestro país, que aparece como el rostro actual
de la Nueva Evangelización, nos abre horizontes nuevos y estamos seguros que hará
crecer a todas nuestras comunidades y familias en el país, y en modo particular contribuirá
en la renovación de la pastoral ordinaria de las Iglesias particulares.
Continuemos la atención pastoral a las familias, en este Trienio. Sigamos anunciando
en nuestra sociedad paraguaya, los principios fundamentales del Evangelio de la Familia,
fundada ésta sobre el Sacramento del matrimonio, con el fin de renovar la vida cristiana
en este santuario de la vida y esperanza de la sociedad, reafirmando su vocación eclesial
y social. Porque una de las mejores contribuciones de la familia es la de edificar
la Iglesia y la de dar solidez de convivencia a la sociedad
Sepamos presentar imágenes evangelizadoras que realmente impacten, inspiren y alegren
de una manera existencial, en nuestra labor evangelizadora porque, gracias a Dios,
nuestras tradiciones seculares están impregnadas por el Evangelio y el testimonio
cercano de tantos misioneros entre quienes recordamos, con especial admiración, a
San Roque González de Santa Cruz y sus compañeros mártires. Difundamos la vida ejemplar
de Chiquitunga, del Pa´i Duarte Ortellado, Mons. Juan Sinforiano Bogarín, y de tantos
otros grandes testigos de la fe en Cristo, repitiendo con insistencia la oración de
los Apóstoles: "Señor, auméntanos la fe" (Lc 17,5). Es nuestro anhelo que, con ocasión
del Año de la fe, se manifieste la santidad de Dios en medio nuestro, y el Espíritu
del Señor Jesús suscite nuevos santos. Queremos
dar algunas orientaciones para que todas nuestras comunidades católicas se pongan
en marcha para renovar el compromiso de la nueva evangelización en la transmisión
de la fe particularmente en las parroquias y centros educativos. Nos comprometemos, como Conferencia Episcopal, a difundir los documentos
del Concilio Vaticano II, el Catecismo de la Iglesia Católica, en especial en su versión
YOUCAT (para jóvenes), y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, mediante
jornadas de estudios, retiros espirituales y cursos de formación que profundicen la
fe de nuestros agentes pastorales. Igualmente, revisaremos nuestros textos de Catequesis
actualizándolos conforme a los documentos pontificios y al documento de Aparecida.
Incentivemos que la fe católica esté bien presente en los grandes problemas nacionales,
sociales, económicos, políticos y culturales, por su aportación al acompañamiento
de la historia paraguaya mediante la Doctrina Social de la Iglesia fundada en los
dos principios: la dignidad de la persona humana y la búsqueda permanente del Bien
Común.
En el Seminario Mayor Nacional pedimos que el Catecismo
de la Iglesia Católica sea el punto de referencia para la enseñanza teológica, tanto
en el Propedéutico como en los cursos del Instituto de Teología.
Exhortamos vivamente que en la Universidad Católica, los Docentes - llamados a ser
"maestros de la fe" (Sapientia christiana, Proemio, IV) durante el Año de la fe tomen
iniciativas para profesar la fe, estudiarla, celebrarla, anunciarla y purificarla,
a la luz del tesoro que nos ha dejado el Concilio Vaticano II y en particular el Catecismo
de la Iglesia Católica. Tengan todos en cuenta las orientaciones de la Iglesia sobre
la identidad católica de la Universidad Católica (Ex corde Ecclesiae, como carta magna
de las Universidades católicas) al afirmar que "la Universidad católica debe comprometerse,
más específicamente cómo razón y fe se encuentran en la única verdad" (n. 17).
Estimulamos que las Escuelas Católicas, en el diálogo intercultural preserven la identidad
católica de la escuela y reconozcan el papel de la enseñanza de la religión católica
como parte integrante del mismo diálogo en el currículo académico, resaltando la aportación
del Concilio Vaticano II y del Catecismo en este tema. Exhortamos que los Profesores
Católicos, organizados en una propia Asociación, formen parte de la Unión Mundial
de Profesores Católicos.
Exhortamos a los fieles a conocer ampliamente
esta Carta Pastoral de la CEP como nuestra mejor adhesión a la promoción de la Misión
Continental, en el Trienio de la Familia, contribuyendo pastoralmente a la nueva evangelización
y a la revisión del propio Plan Pastoral diocesano. Invitamos a los fieles católicos
a aprovechar el Año de la fe para beneficiarse de las Indulgencias Plenarias según
las orientaciones dadas en cada Diócesis.
La pastoral de las
parroquias, de suma atención a la iniciación cristiana mediante la catequesis; los
párrocos háganse ayudar por equipos pastorales, en la preparación de la predicación
dominical; refuércense con catequistas competentes la preparación a los sacramentos;
las fiestas patronales, al asumir la religiosidad popular, sean momentos de conversión
y de anuncio claro de la fe en Jesucristo; promuévanse las pequeñas comunidades eclesiales
basadas en la "Lectura Orante de la Palabra" y en la solidaridad con el entorno social.
Promuévase, mediante una buena preparación el sacramento del Matrimonio.
En las parroquias promovamos el estudio y la difusión de la fe mediante los Documentos
eclesiales arriba mencionados, juntamente con los varios subsidios destinados a las
familias, en apoyo de su vocación de "pequeñas iglesias domésticas" y semilleros de
vocaciones consagradas y sacerdotales. Demos máxima
importancia al domingo, Día del Señor, para que todo fiel cristiano con su familia
participe de la Eucaristía comunitaria o de la Celebraciones de la Palabra de Dios
en las capillas y centros alejados.
Organicemos las celebraciones
especiales por el "Año de la fe" en los tiempos fuertes durante el año, favoreciendo
de modo particular, el sacramento de la Reconciliación y en el Trienio de la familia
sigamos promoviendo el sacramento del Matrimonio.
Los movimientos
laicales, junto con los pastores, sean protagonistas contribuyendo con sus carismas
al testimonio, la difusión, la defensa de la fe y la comunión eclesial. Sugerimos
a las autoridades, políticos y empresarios católicos a aunar esfuerzos para promover
el desarrollo integral, la seguridad nacional y la solución de la inequidad social.
Nos auguramos que los jóvenes que constituyen la fuerza dinamizadora
de la Iglesia sean constructoras y forjadoras de las comunidades juveniles y transmisores
de la fe a otros jóvenes, con el entusiasmo de la esperanza y la alegría del amor
que les caracterizan.
4. CONCLUSIÓN
La finalidad de la Nueva Evangelización es la transmisión de la fe con creatividad
y audacia evangélica. Esto requiere de una nueva sensibilidad en nuestra labor pastoral
para interpretar la voluntad de Dios manifestada en los signos de los tiempos y asistir
a las personas, familias, instituciones y sectores de nuestra sociedad paraguaya que
se han ido debilitando en su vivencia de fe por algún motivo, razón o circunstancia.
Somos conscientes de que con Aparecida la Iglesia toma su rumbo
original, que consiste en formar discípulos y misioneros de Cristo, condición esencial
para volverse "sal de la tierra y luz del mundo" (cf. Mt 5, 13-16). Los hombres deben
descubrir a través de cada uno de los bautizados la luz de Cristo que da plenitud
y claridad de vida. Retomemos el ecumenismo recomendado por el Concilio Vaticano II
y el documento de Aparecida.
Nuestra esperanza puesta en el Señor
Jesús, no nos hace olvidar que muchas personas, familias y el pueblo todo, necesitan
de la conversión personal, pastoral e institucional, propuesta por los Obispos en
Aparecida (2007). Necesitamos de la Nueva Evangelización para que "nuestros pueblos
tengan vida en Él" y así, la asistencia privilegiada a la familia, la educación en
la escuela, colegios y universidades, la catequesis en las parroquias, la atención
de la salud de los enfermos y a los que adictos a la droga; la atención al mundo
del trabajo, el diálogo a todos los niveles de la sociedad, la opción preferencial
por los pobres y más necesitados, entre tantas otras realidades urgentes, sean nuestra
respuesta de fe.
Sepamos unir en la actividad pastoral ordinaria:
Misión Continental Permanente, Trienio de la Familia, Nueva Evangelización y el Año
de la fe, ya que forman parte de un misterio interconectado e interdependiente para
nuestra labor evangelizadora actual inspirado por el Espíritu de Dios para el fortalecimiento
de nuestra Iglesia.
Finalmente queremos que este año,
en todos los niveles de la Iglesia, parroquias, comunidades religiosas, centros culturales,
abramos nuestro corazón a la "Puerta de la fe" en la adhesión al Amor del Padre, manifestado
en su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo, especialmente con la oración diaria
del Credo y de las oraciones tradicionales de la familia, como el Santo Rosario.
Nos encomendamos a la intercesión de nuestros Santos Roque González
de Santa Cruz y Compañeros Mártires, como también a la protección y bendición de la
Virgen de Caacupé, Madre y Señora de nuestro pueblo.
Asunción, 9 de
Noviembre de 2012 Los Obispos del Paraguay