2012-11-11 13:21:16

Necesitamos de la Nueva Evangelización para que "nuestros pueblos tengan vida en Él"


(RV).- (Audio) RealAudioMP3 En Paraguay, al término de la 196ª asamblea de la Conferencia Episcopal del País, los obispos dirigieron una carta pastoral en la cual afirman -entre otros puntos- que la corrupción, la injusticia y la impunidad en el mundo político, social y económico debilitan la fe y las ganas de trabajar por el bien común.

En un documento de cuatro partes, los obispos mencionan los aspectos positivos de la evangelización, que ha acompañado al pueblo, siendo la luz de la unidad y razón del sentido espiritual a la nación paraguaya, desde sus inicios hasta el presente. En ese contexto, mencionan que el conocimiento y el acceso a la Sagrada Escritura permitieron que miles de personas se acerquen a los retiros espirituales, alimentando la fe en Jesucristo, a partir de la Palabra de Dios. Fueron –afirman- protagonistas de la conversión personal y se acercaron más a los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía.

El documento destaca asimismo que en muchas comunidades y familias se constatan algunas señales claras que la evangelización está desarrollando una fe más madura e integral. Valoran, igualmente, la presencia de los jóvenes en la Iglesia, tanto en los grupos y comunidades juveniles como en los seminarios y casas de consagrados religiosos; así como el protagonismo pastoral de las familias organizadas, los movimientos laicales apostólicos, las comunidades eclesiales de base (Ceb’s), que van renovando decididamente la vida cristiana en las parroquias y en las diócesis.

En contrapartida, afirman que en muchas personas, niños, jóvenes y adultos del pueblo paraguayo ven el “rostro del Señor”. “Lo reconocemos -remarcan- en el dolor de mucha gente defraudada por la justicia, agobiada por la pobreza y manipulada por la corrupción, así como la pereza espiritual en muchos católicos que rechazan la educación en y a la fe, al demostrar poco interés en la formación doctrinal, integral y comunitaria a lo largo de toda la vida”.

Los obispos también mencionan como amenaza permanente la separación entre fe y vida, puesto que se constata poca incidencia de la fe cristiana en el mejoramiento de nuestra realidad social, política y cultural. Entre otros obstáculos externos, resaltan además: “La realidad del relativismo globalizado, que con mayor fuerza prescinde de Dios y combate la religión cristiana, así como la corrupción, la injusticia y la impunidad en el mundo político, social y económico debilitan la fe y las ganas auténticas de trabajar por el Bien Común”.

Para responder a estas realidades, los obispos se proponen hacer conocer más los documentos de la Iglesia, el catecismo y el encuentro con Jesucristo en la Iglesia tal como se concluyó en el último Sínodo de Obispos.


Texto completo de la Carta Pastoral


CARTA PASTORAL
EL AÑO DE LA FE RENUEVA A LAS FAMILIAS Y A LA IGLESIA
"Los Apóstoles dijeron al Señor: auméntanos la fe" (Lc 17,5)


Los Obispos, reunidos en la 196ª Asamblea Plenaria Ordinaria, nos asociamos al júbilo de la Iglesia Universal al acoger el Año de la fe, propuesto por el Santo Padre Benedicto XVI. Después de compartir juntos nuestra reflexión, queremos dirigirles una Carta pastoral que deberá dar un gran impulso a la Nueva Evangelización, abundantes gracias y numerosas vocaciones a nuestra Iglesia al servicio del Pueblo de Dios.

Con la promulgación de este Año el Santo Padre quiere poner al centro de la atención eclesial lo más importante: el encuentro con Jesucristo y la belleza de la fe en Él. El Año de la fe desea contribuir a una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo actual testigos gozosos y convincentes del Señor resucitado, capaces de señalar la "puerta de la fe" a tantos que están en búsqueda de la verdad. "La puerta de la fe" (cfr. He 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros" (Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, 1).


I. NUESTRA REALIDAD PASTORAL

Este Año de gracia es para nosotros Pastores, herederos de la fe apostólica recibida mediante el Orden Sagrado, una apasionante vocación que a su vez, en este gozoso tiempo, podemos cumplir la misión dada por el mandato de Jesucristo "Vayan, pues, y consíganme discípulos de todas las naciones" (Mt 28,19).

La evangelización, con el anuncio de Jesucristo y la implantación de la Iglesia, con su rica expresión de fe y también de religiosidad popular, ha acompañado la vida de nuestro pueblo. La luz de la fe ha sido el faro potente que da unidad y sentido espiritual a la Nación Paraguaya, desde sus inicios hasta el presente.

Mencionamos algunas experiencias que van modelando la vida de las familias y de las comunidades. Son los aspectos esperanzadores de la fe manifestada en la vida cotidiana, con sus luces y sombras.

El conocimiento y el acceso a la Sagrada Escritura permiten que miles de personas, en los fines de semana se acerquen a los Retiros Espirituales, alimentando la fe en Jesucristo, a partir de la Palabra de Dios, realizando la conversión personal y acercándose a los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía.

La Misión Continental Permanente con el programa misionero de visita casa por casa, está imprimiendo en las familias misioneras y en los sacerdotes un impacto espiritual impresionante.
En muchas comunidades y familias, se constatan algunas señales claras que la evangelización está desarrollando una fe más madura e integral como, por ejemplo, la iluminación cada vez más fuerte de la Sagrada Escritura, la atención esmerada a la Iniciación Cristiana mediante la catequesis familiar, la dedicación a la liturgia, el cuidado de los templos, el fomento de los grupos corales y litúrgicos, la pastoral social al servicio de los más pobres.

La presencia en la Iglesia de muchos jóvenes, tanto en los grupos y comunidades juveniles como en los seminarios y casas de consagrados religiosos; el protagonismo pastoral de las familias organizadas en la pastoral familiar, los movimientos laicales apostólicos, las comunidades eclesiales de base (Ceb´s) van renovando decididamente la vida cristiana en las parroquias y en las diócesis.

No faltan, sin embargo, los obstáculos en la educación a la fe. Los encontramos tanto al interior como al exterior de nuestra Iglesia.

Notamos algunos obstáculos:

Que a los Apóstoles y santos no les fue fácil el seguimiento del Señor. Las dudas, los temores y las infidelidades no han sido obstáculo para el crecimiento de la fe ("si hemos sido infieles Él permanece fiel" Cfr. 2Tim 2,13).

En muchas personas, niños, jóvenes y adultos de nuestro pueblo vemos el ´rostro del Señor´; lo reconocemos en el dolor de mucha gente defraudada por la justicia, agobiada por la pobreza y manipulada por la corrupción; sentimos su presencia en la familia de cada hogar paraguayo; notamos su existencia real en los acontecimientos y encuentros realizados en torno a la Palabra de Dios y a la Santa Eucaristía, como comunidad de fe; notamos su presencia en los acontecimientos de nuestra sociedad paraguaya, sobre todo, en las veces que movidos por su Palabra, amparados y guiados por la Santísima Virgen María, tratamos de realizar lo que Ella nos propone: "hagan lo que Él les diga" (Jn 2, 5 ).

Todos somos conscientes de los problemas y desafíos que debe afrontar hoy la fe y sentimos más que nunca la actualidad de la pregunta de Jesús: "Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? (Lc 18, 8). Por ello, si la fe no se renueva y fortalece, convirtiéndose en una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro personal con Jesucristo, todas las demás reformas y cambio de estructuras serán ineficaces.

Nos preocupa la debilidad de nuestra evangelización en la iniciación cristiana, debido a una catequesis superficial y muchas veces sólo para la recepción de los sacramentos, desunida de la liturgia comunitaria dominical y que debe crear la mentalidad de promover en la sociedad la justicia y la paz.

Vemos la fuerte tendencia, en muchos católicos, de la pereza espiritual que rechaza la educación en y a la fe, al demostrar poco interés en la formación doctrinal, integral y comunitaria a lo largo de toda la vida.

Una amenaza permanente es la separación entre fe y vida, puesto que se constata poca incidencia de la fe cristiana en el mejoramiento de nuestra realidad social, política y cultural.

Es un serio problema la escasez sacerdotal: el número de seminaristas no es suficiente aún y la falta de sacerdotes es alarmante para cubrir las necesidades del país y de lugares de primera evangelización. Las familias cristianas aún no promueven suficientemente en su mismo seno la vocación consagrada religiosa y la vocación sacerdotal.

Constatamos también que un gran porcentaje de la población católica no participa en la celebración dominical, no accede a la lectura y meditación de la Sagrada Escritura, ni practica la oración familiar. Pocos son también los que se acercan al sacramento de la reconciliación frecuente.

Las familias cristianas no pueden acceder a la educación religiosa de sus hijos en las instituciones públicas por un claro laicismo que discrimina a quienes así lo requieran. La separación entre Iglesia y Estado no es motivo para que la enseñanza religiosa de nuestras familias deje de cultivarse en los centros escolares estatales. Los padres de familia en sus Asociaciones educativas deberán plantear el derecho de la educación religiosa de sus hijos en centros públicos.

Entre otros obstáculos externos, notamos también:

La realidad del relativismo globalizado con mayor fuerza prescinde de Dios y combate la religión cristiana, impide la verdad, al afirmar que "todo es relativo" según lo que le conviene a uno mismo; el consumismo y el hedonismo y el neoliberalismo, crean una mentalidad materialista y egoísta, que dan poca cabida a la fe cristiana, y generan mayor inequidad social.

La corrupción, la injusticia y la impunidad en el mundo político, social y económico debilitan la fe y las ganas auténticas de trabajar por el Bien Común.

La ideología de género pretende destruir la ecología de la persona humana.

Tomamos conciencia de la presencia de las sectas que abundan cada vez más, y que son un peligro por desviar la fe católica. Por eso el católico debe participar activamente en su comunidad católica y no en las sectas.

Hay padres católicos que al enviar a sus hijos a las escuelas de iglesias separadas o de sectas, exponen a sus hijos a la pérdida de la fe católica. Por ello, los padres deben intensificar en el hogar la formación católica de esos hijos.

La masonería, al no reconocer la divinidad de Jesucristo, ofrece engañosamente un atractivo de filosofía mezclada con una filantropía que contradice la fe cristiana. Por tanto, ningún católico puede formar parte de la masonería.

II. NUESTRA REFLEXIÓN SOBRE EL AÑO DE LA FE Y SU INCIDENCIA ECLESIAL

Cuando los Apóstoles piden al Señor que les aumente la fe (Cfr. Lc 17,5) están reconociendo por una parte, su fragilidad humana y por otra, claman por aquella fuerza divina que les motive a aceptar la persona, palabra, obra y vida de Jesús como Hijo de Dios y único Salvador de la historia.

En este apartado de la Carta Pastoral queremos subrayar la importancia del Concilio Vaticano II, del Catecismo de la Iglesia Católica y expresiones del Mensaje final de los Obispos en el Sínodo sobre la nueva evangelización para la transmisión de la fe (Roma, octubre de 2012).

Es necesario reconocer que las enseñanzas que nos ha dejado aquel riquísimo Concilio Vaticano II (1962-1965) no pierden su valor ni su esplendor, a pesar del paso del tiempo. Esas enseñanzas nos han servido como una brújula evangélica, como una verdadera estrella de Belén que ha orientado la vida de nuestra Iglesia en los tiempos actuales; ese gran Concilio fue la concreción de una gran fuerza de renovación necesaria de la Iglesia para no quedarse rezagada ante la realidad siempre cambiante. De ahí la importancia de volver a estudiar y considerar los cuatro grandes Documentos del Vaticano II (Dei Verbum, Gaudium et Spes, Lumen Gentium y Sacrosanctum Concilium) así como los cuatro aspectos principales del Catecismo de la Iglesia (Credo, Liturgia, Moral y Oración) y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.

Por eso instamos a todos los miembros de la Iglesia: sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, laicos y laicas a releer y estudiar esos documentos para sacar su savia trascendental para el bien de nuestra Iglesia aquí en el Paraguay.

Del Catecismo de la Iglesia Católica compartimos el concepto de la fe que nos ayudará a comprender mejor el misterio de la revelación del amor de Dios en su Hijo Jesucristo. Al respecto nos afirma:

El significado de la fe: "La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque El es la verdad misma. Por la fe ´el hombre se entrega entera y libremente a Dios´ (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. ´El justo vivirá por la fe´ (Rm 1, 17). La fe viva ´actúa por la caridad" (Ga 5, 6) (n. 1814).

La fe y las obras: "la fe sin obras está muerta" (St 2, 26): privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su Cuerpo" (1815).

La fe y la transmisión de la fe: "El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: ´Todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia´ (LG 42; cf DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: ´Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos"(Mt 10, 32-33). (1816).

El Mensaje final del Sínodo de los Obispos nos propone varios puntos de los cuales elegimos los siguientes.

"El encuentro personal con Jesucristo en la Iglesia: Sentimos la exigencia de decirles, con profunda convicción, que la fe se decide, sobre todo, en la relación que establecemos con la persona de Jesús, que sale a nuestro encuentro. La obra de la nueva evangelización consiste en proponer de nuevo al corazón y a la mente, sobre todo a nosotros mismos, la belleza y la novedad perenne del encuentro con Cristo. Les invitamos a todos a contemplar el rostro del Señor Jesucristo, a entrar en el misterio de su existencia, entregada por nosotros hasta la cruz, derramada como don del Padre por su resurrección de entre los muertos y comunicada a nosotros mediante el Espíritu. En la persona de Jesús se revela el misterio de amor de Dios Padre por la entera familia humana. Él no ha querido dejarla a la deriva de su imposible autonomía, sino que la ha unido a sí mismo por medio de una renovada alianza de amor" (n. 3)

Otro párrafo sobre la conversión nos podrá ayudar a comprender que debemos dejarnos evangelizar por el Amor de Dios manifestado en Jesucristo para evangelizar:

"Queremos resaltar que la nueva evangelización se refiere, en primer lugar, a nosotros mismos. En estos días, recordamos que, para poder evangelizar el mundo, la Iglesia debe, ante todo, ponerse a la escucha de la Palabra. La invitación a evangelizar se traduce en una llamada a la conversión. Sentimos sinceramente el deber de convertirnos a la potencia de Cristo, que es capaz de hacer todas las cosas nuevas, sobre todo nuestras pobres personas. Hemos de reconocer con humildad que la miseria, las debilidades de los discípulos de Jesús, especialmente de sus ministros, hacen mella en la credibilidad de la misión. Somos plenamente conscientes, nosotros los Obispos los primeros, de no poder estar nunca a la altura de la llamada del Señor y del Evangelio que nos ha entregado para su anuncio a las gentes. Sabemos que hemos de reconocer humildemente nuestra debilidad ante las heridas de la historia y no dejamos de reconocer nuestros pecados personales. Estamos, además, convencidos de que la fuerza del Espíritu del Señor puede renovar su Iglesia y hacerla de nuevo esplendorosa si nos dejamos transformar por Él. Lo muestra la vida de los santos, cuya memoria y el relato de sus vidas son instrumentos privilegiados de la nueva evangelización" (n.5).

III. LAS ORIENTACIONES PARA EL AÑO DE LA FE

La plena vigencia de la Misión Continental Permanente en nuestro país, que aparece como el rostro actual de la Nueva Evangelización, nos abre horizontes nuevos y estamos seguros que hará crecer a todas nuestras comunidades y familias en el país, y en modo particular contribuirá en la renovación de la pastoral ordinaria de las Iglesias particulares.

Continuemos la atención pastoral a las familias, en este Trienio. Sigamos anunciando en nuestra sociedad paraguaya, los principios fundamentales del Evangelio de la Familia, fundada ésta sobre el Sacramento del matrimonio, con el fin de renovar la vida cristiana en este santuario de la vida y esperanza de la sociedad, reafirmando su vocación eclesial y social. Porque una de las mejores contribuciones de la familia es la de edificar la Iglesia y la de dar solidez de convivencia a la sociedad

Sepamos presentar imágenes evangelizadoras que realmente impacten, inspiren y alegren de una manera existencial, en nuestra labor evangelizadora porque, gracias a Dios, nuestras tradiciones seculares están impregnadas por el Evangelio y el testimonio cercano de tantos misioneros entre quienes recordamos, con especial admiración, a San Roque González de Santa Cruz y sus compañeros mártires. Difundamos la vida ejemplar de Chiquitunga, del Pa´i Duarte Ortellado, Mons. Juan Sinforiano Bogarín, y de tantos otros grandes testigos de la fe en Cristo, repitiendo con insistencia la oración de los Apóstoles: "Señor, auméntanos la fe" (Lc 17,5). Es nuestro anhelo que, con ocasión del Año de la fe, se manifieste la santidad de Dios en medio nuestro, y el Espíritu del Señor Jesús suscite nuevos santos.

Queremos dar algunas orientaciones para que todas nuestras comunidades católicas se pongan en marcha para renovar el compromiso de la nueva evangelización en la transmisión de la fe particularmente en las parroquias y centros educativos.

Nos comprometemos, como Conferencia Episcopal, a difundir los documentos del Concilio Vaticano II, el Catecismo de la Iglesia Católica, en especial en su versión YOUCAT (para jóvenes), y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, mediante jornadas de estudios, retiros espirituales y cursos de formación que profundicen la fe de nuestros agentes pastorales. Igualmente, revisaremos nuestros textos de Catequesis actualizándolos conforme a los documentos pontificios y al documento de Aparecida. Incentivemos que la fe católica esté bien presente en los grandes problemas nacionales, sociales, económicos, políticos y culturales, por su aportación al acompañamiento de la historia paraguaya mediante la Doctrina Social de la Iglesia fundada en los dos principios: la dignidad de la persona humana y la búsqueda permanente del Bien Común.

En el Seminario Mayor Nacional pedimos que el Catecismo de la Iglesia Católica sea el punto de referencia para la enseñanza teológica, tanto en el Propedéutico como en los cursos del Instituto de Teología.

Exhortamos vivamente que en la Universidad Católica, los Docentes - llamados a ser "maestros de la fe" (Sapientia christiana, Proemio, IV) durante el Año de la fe tomen iniciativas para profesar la fe, estudiarla, celebrarla, anunciarla y purificarla, a la luz del tesoro que nos ha dejado el Concilio Vaticano II y en particular el Catecismo de la Iglesia Católica. Tengan todos en cuenta las orientaciones de la Iglesia sobre la identidad católica de la Universidad Católica (Ex corde Ecclesiae, como carta magna de las Universidades católicas) al afirmar que "la Universidad católica debe comprometerse, más específicamente cómo razón y fe se encuentran en la única verdad" (n. 17).

Estimulamos que las Escuelas Católicas, en el diálogo intercultural preserven la identidad católica de la escuela y reconozcan el papel de la enseñanza de la religión católica como parte integrante del mismo diálogo en el currículo académico, resaltando la aportación del Concilio Vaticano II y del Catecismo en este tema. Exhortamos que los Profesores Católicos, organizados en una propia Asociación, formen parte de la Unión Mundial de Profesores Católicos.

Exhortamos a los fieles a conocer ampliamente esta Carta Pastoral de la CEP como nuestra mejor adhesión a la promoción de la Misión Continental, en el Trienio de la Familia, contribuyendo pastoralmente a la nueva evangelización y a la revisión del propio Plan Pastoral diocesano. Invitamos a los fieles católicos a aprovechar el Año de la fe para beneficiarse de las Indulgencias Plenarias según las orientaciones dadas en cada Diócesis.

La pastoral de las parroquias, de suma atención a la iniciación cristiana mediante la catequesis; los párrocos háganse ayudar por equipos pastorales, en la preparación de la predicación dominical; refuércense con catequistas competentes la preparación a los sacramentos; las fiestas patronales, al asumir la religiosidad popular, sean momentos de conversión y de anuncio claro de la fe en Jesucristo; promuévanse las pequeñas comunidades eclesiales basadas en la "Lectura Orante de la Palabra" y en la solidaridad con el entorno social. Promuévase, mediante una buena preparación el sacramento del Matrimonio.

En las parroquias promovamos el estudio y la difusión de la fe mediante los Documentos eclesiales arriba mencionados, juntamente con los varios subsidios destinados a las familias, en apoyo de su vocación de "pequeñas iglesias domésticas" y semilleros de vocaciones consagradas y sacerdotales.

Demos máxima importancia al domingo, Día del Señor, para que todo fiel cristiano con su familia participe de la Eucaristía comunitaria o de la Celebraciones de la Palabra de Dios en las capillas y centros alejados.

Organicemos las celebraciones especiales por el "Año de la fe" en los tiempos fuertes durante el año, favoreciendo de modo particular, el sacramento de la Reconciliación y en el Trienio de la familia sigamos promoviendo el sacramento del Matrimonio.

Los movimientos laicales, junto con los pastores, sean protagonistas contribuyendo con sus carismas al testimonio, la difusión, la defensa de la fe y la comunión eclesial. Sugerimos a las autoridades, políticos y empresarios católicos a aunar esfuerzos para promover el desarrollo integral, la seguridad nacional y la solución de la inequidad social.

Nos auguramos que los jóvenes que constituyen la fuerza dinamizadora de la Iglesia sean constructoras y forjadoras de las comunidades juveniles y transmisores de la fe a otros jóvenes, con el entusiasmo de la esperanza y la alegría del amor que les caracterizan.

4. CONCLUSIÓN

La finalidad de la Nueva Evangelización es la transmisión de la fe con creatividad y audacia evangélica. Esto requiere de una nueva sensibilidad en nuestra labor pastoral para interpretar la voluntad de Dios manifestada en los signos de los tiempos y asistir a las personas, familias, instituciones y sectores de nuestra sociedad paraguaya que se han ido debilitando en su vivencia de fe por algún motivo, razón o circunstancia.

Somos conscientes de que con Aparecida la Iglesia toma su rumbo original, que consiste en formar discípulos y misioneros de Cristo, condición esencial para volverse "sal de la tierra y luz del mundo" (cf. Mt 5, 13-16). Los hombres deben descubrir a través de cada uno de los bautizados la luz de Cristo que da plenitud y claridad de vida. Retomemos el ecumenismo recomendado por el Concilio Vaticano II y el documento de Aparecida.

Nuestra esperanza puesta en el Señor Jesús, no nos hace olvidar que muchas personas, familias y el pueblo todo, necesitan de la conversión personal, pastoral e institucional, propuesta por los Obispos en Aparecida (2007). Necesitamos de la Nueva Evangelización para que "nuestros pueblos tengan vida en Él" y así, la asistencia privilegiada a la familia, la educación en la escuela, colegios y universidades, la catequesis en las parroquias, la atención de la salud de los enfermos y a los que adictos a la droga; la atención al mundo del trabajo, el diálogo a todos los niveles de la sociedad, la opción preferencial por los pobres y más necesitados, entre tantas otras realidades urgentes, sean nuestra respuesta de fe.

Sepamos unir en la actividad pastoral ordinaria: Misión Continental Permanente, Trienio de la Familia, Nueva Evangelización y el Año de la fe, ya que forman parte de un misterio interconectado e interdependiente para nuestra labor evangelizadora actual inspirado por el Espíritu de Dios para el fortalecimiento de nuestra Iglesia.


Finalmente queremos que este año, en todos los niveles de la Iglesia, parroquias, comunidades religiosas, centros culturales, abramos nuestro corazón a la "Puerta de la fe" en la adhesión al Amor del Padre, manifestado en su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo, especialmente con la oración diaria del Credo y de las oraciones tradicionales de la familia, como el Santo Rosario.

Nos encomendamos a la intercesión de nuestros Santos Roque González de Santa Cruz y Compañeros Mártires, como también a la protección y bendición de la Virgen de Caacupé, Madre y Señora de nuestro pueblo.

Asunción, 9 de Noviembre de 2012
Los Obispos del Paraguay








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