Año de la fe: camino de la Iglesia en los últimos 50 años desde el Concilio
Memoria histórica
(RV).- Bajo la mirada y bendición de María, el Beato
Juan XXIII invocó en Loreto el amparo de la Madre de Jesús y Madre nuestra sobre las
familias del mundo, la juventud y sobre la Iglesia, para impulsar el alegre anuncio
del Evangelio para una fraterna convivencia de las gentes como signo de más generosa
justicia, de más elocuente equidad, a fin de que, sobre todo y sobre todos, resplandezcan
los dones de la misericordia del Señor. Con especial atención a los pequeños, los
enfermos y los más pobres. Ruego que 50 años después hizo resonar Benedicto XVI.
«Más allá
de ser una conmemoración, el Año de la fe está vinculado coherentemente con todo
el camino de la Iglesia en los últimos 50 años: desde el Concilio».
Eran las
palabras de Benedicto XVI, el 11 de octubre de 2012, pocos días después de haber peregrinado
al santuario mariano de Loreto, para encomendar a la Madre de Dios este tiempo de
gracia, junto con la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, con el
tema «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana». Tal como hizo
el Beato Juan XXIII, el 4 de octubre de 1962:
«Motivos de piedad religiosa
movieron a los Papas y personajes ilustres desde hace siglos a acudir en oración a
esta Basílica de Loreto. Animados por una fe ferviente en Dios y por la veneración
hacía la Madre de Jesús y Madre nuestra, vinieron aquí en peregrinación, a veces en
tiempos difíciles, de grave ansiedad para la Iglesia. En vísperas del Concilio
Vaticano II he aquí al humilde sucesor de Pedro que viene a unirse con gesto sencillo
a los muchos que le han precedido en este lugar. La peregrinación apostólica de hoy
a este antiguo y venerado santuario quiere sellar las súplicas que en todos los templos
del Mundo, de Oriente y de Occidente, con actos de dolor y de penitencia, se han elevado
a Dios por el feliz desarrollo de la gran asamblea ecuménica, y quiere simbolizar
también el camino de la Iglesia hacia las conquistas de aquella espiritual dominación
hecha en nombre de Cristo, que es luz de las gentes; dominio que es servicio de amor
fraterno, suspiro de paz, ordenado y universal progreso». Ruego que Benedicto XVI
hizo resonar en Loreto, el 4 de octubre de 2012: «Queridos hermanos y hermanas,
en esta peregrinación, que vuelve a recorrer la que realizó el beato Juan XXIII –
y que tiene lugar providencialmente el día en que se recuerda a san Francisco de Asís,
verdadero «Evangelio vivo» - quisiera encomendar a la Santísima Madre de Dios todas
las dificultades que vive nuestro mundo en búsqueda de serenidad y de paz, los problemas
de tantas familias que miran al futuro con preocupación, los deseos de los jóvenes
que se abren a la vida, los sufrimientos de quien espera gestos y decisiones de solidaridad
y amor. Quiero confiar también a la Madre de Dios este tiempo especial de gracia para
la Iglesia, que se abre ante nosotros. Tú, Madre del «sí», que has escuchado a Jesús,
háblanos de Él, cuéntanos tu camino para seguirlo por la senda de la fe, ayúdanos
a anunciarlo para que cada hombre pueda acogerlo y llegar a ser morada de Dios. Amén»