(RV).- El pasado 24 de septiembre, en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York
se desarrolló la reunión de alto nivel de la Asamblea General sobre el Estado de Derecho
a nivel nacional e internacional. En esta sesión también participó el Secretario para
las Relaciones con los Estados y Jefe de la Delegación de la Santa Sede para la 67ª
Sesión Ordinaria de la Asamblea General de la ONU, Mons. Dominique Mamberti, quien
en su discurso pronunciado en inglés se refirió a la situación de desafíos y dificultades
que la humanidad actualmente afronta, destacando que por una parte se encuentra siempre
el “sorprendente y rápido progreso científico”, el creciente acceso por parte de muchos
a la educación y al bienestar económico con la aparición nuevos actores y potencias
mundiales, mientras por otra parte no parece acabarse la crisis financiera mundial
que acucia algunas emergencias humanitarias y ambientales y que al mismo tiempo se
hace portadora de nuevos y peligrosos conflictos.
Mons. Mamberti observó
que en este contexto la efectiva extensión del estado de derecho con todos los medios,
pasa a ser una tarea particularmente urgente para una justa cuanto equitativa y eficaz
gobernabilidad mundial
En la Declaración Universal de los Derechos
del Hombre se afirma cuán esencial es que los derechos humanos sean protegidos por
el estado de derecho. Tras aludir a diversos documentos donde se reafirma la inseparable
relación que existe entre el estado de derecho y el respeto de los derechos humanos
con particular atención al hecho de que para gobernar según derecho, se hacen necesarias
las reglas constitucionales concernientes a la actividad legislativa, al control judicial
sobre las leyes y sobre el poder ejecutivo, así como la transparencia de los actos
del gobierno y la existencia de una opinión pública capaz de expresarse libremente,
el Jefe de la Delegación de la Santa Sede para la 67ª Sesión Ordinaria de la Asamblea
General de la ONU, expresó que la Santa Sede desea subrayar la necesidad de ir más
allá de la simple estipulación de procedimientos que garanticen un origen democrático
de las normas y un consenso de fondo por parte de la comunidad internacional, con
la finalidad de actualizar y hacer efectivos los mismos principios sustanciales de
justicia marcados por el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas y de la Declaración
Universal de los Derechos del Hombre.
Destacó además en su discurso ante
la ONU que la creciente complejidad de la vida actual determina una proliferación
de normas y procedimientos que a su vez son susceptibles de otras tantas aplicaciones
e interpretaciones, que llegan inclusive a contradecirse entre ellas, y ponen en peligro
la misma certeza del derecho. Para evitar desviaciones el estado de derecho debe fundarse
sobre una visión unitaria y completa del hombre, comprensiva de la complejidad y de
la riqueza de los aspectos relacionales de la persona, capaz de asegurar la mismo
tiempo certeza y estabilidad a las relaciones jurídicas que se crean al interno de
las comunidades a través de un conjunto tendencialmente armonios de reglas e instituciones.
El
Secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede destacó que en la
expresión “estado de derecho”, el concepto “derecho” debe ser entendido como “justicia”,
un elemento que es propio e inalienable de la naturaleza de cada ser humano y de las
comunidades sociales fundamentales, como la Familia y el Estado. Sobre cómo discernir
qué cosa es justo, expresó que la cuestión sobre cómo se pueda reconocer aquello que
verdaderamente es justo y servir así a la justicia en la legislación, si bien no es
sencillo, en la abundancia de conocimientos y capacidades esta cuestión se hace aún
más difícil. Sin embargo, las conquistas y las declaraciones sobre los derechos humanos
ofrecen un importante punto de referencia en esa dirección, aunque por sí solas no
son suficientes.
Tras poner en evidencia algunas referencias a la exigencia
de reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, y refiriéndose a la fe
en la trascendente dignidad de la persona humana, en el reconocimiento de su trascendencia,
como clave indispensable para la lectura de los derechos codificados en los documentos
que fundacionales de la ONU; Mons. Mamberti puso el acento al afirmar que es sabido
que a nivel internacional existen grupos de interés que a través de procedimientos
formalmente legítimos, logran influir en las políticas de los estados para obtener
normas multilaterales que no solo no pueden servir al bien común sino que bajo una
aparente legitimidad, son de hecho un abuso contra las normas y las recomendaciones
internacionales, como se ha constatado en la reciente crisis financiera.
Igualmente
es bien conocido el tentativo de promover, en nombre de la democracia, un visión materialista
de la persona humana unida a una visión mecánica y utilitaria de la ley. De este modo
y no obstante el aparente estado de derecho, la voluntad de los potentes prevalece
sobre la de los más débiles: los niños, los no nacidos, los minusválidos, los pobres,
o, como sucedió con la crisis financiera, aquellos carentes de la información correcta
en el momento justo.
Recordó que por el contrario el valor trascendente
de la dignidad humana ofrece al estado de derecho un fundamento de segura estabilidad
porque corresponde a la verdad del hombre en cuanto creado por Dios; y permite al
mismo tiempo que el estado de derecho pueda perseguir su verdadero objetivo que es
la promoción del bien común.
El discurso del Jefe de la Delegación de
la Santa Sede para la 67ª Sesión Ordinaria de la Asamblea General de la ONU, Mons.
Dominique Mamberti, concluyó expresando que de frente a los viejos y nuevos desafíos
que se presentan la convocación de una Reunión de Alto Nivel sobre el Estado de Derecho
es una ocasión importante para reafirmar la voluntad de buscar soluciones políticas
aplicables a un nivel global con la ayuda de un ordenamiento jurídico firmemente
radicado en la dignidad y en la naturaleza de la humanidad, en otras palabras, dijo,
en el derecho natural. Y este es el camino mejor para seguir si queremos realizar
los grandes proyectos y el objetivo de la Carta de las Naciones Unidas y de la Declaración
Universal de los derechos del Hombre, que permanecen actuales por medio de los varios
tratados sobre los derechos humanos, el desarme, así como la codificación de los grandes
principios del derecho internacional. (Patricia L. Jáuregui Romero – Radio Vaticano)