¿Qué puede decir la Exhortación Apostólica Ecclesia in Medio Oriente a los europeos?
Editorial Europeo número 2
(RV).- El viaje apostólico de Benedicto XVI a El Líbano (del 14-16 de septiembre 2012),
entre sus muchas dimensiones, ha sido una ocasión particular para el encuentro y
la interacción entre diversas culturas, tradiciones, confesiones y religiones. Uno
de sus múltiples frutos es el documento que el Papa entregó a la Iglesia local. La
Exhortación Apostólica Ecclesia in Medio Oriente, busca de reconciliar poniendo uno
al lado del otro, los diversos y complicados procesos históricos y religiosos: en
aquella tierra, como mirando a través de una lente de aumento, se concentran los problemas
que arremeten en todo el mundo contemporáneo, incluida Europa. Oriente Medio es la
tierra donde nacieron las tres grandes religiones monoteístas. Para toda la humanidad,
y especialmente para nosotros cristianos, es la tierra del Dios salvador, la tierra
de Jesús de Nazaret. Por lo tanto, ¿el Santo Padre, hablando a la Iglesia en Oriente
Medio, también quiere hacer reflexionar a los habitantes del Viejo Continente?
El
documento papal se puede leer y analizar en diversas claves y contextos. Sin embargo,
lo que en él predomina es la invitación urgente, casi como un grito, para el diálogo,
que asume una excepcional dimensión en el contexto Medio Oriental. Se entrecruza de
modo flagrante la presencia y la actividad de tres religiones monoteístas. En aquella
tierra se siente, en modo particularmente fuerte, la voz de las oraciones elevadas
desde las diversas ramas del cristianismo dividido. Ahí también celebran sus liturgias,
en diversos ritos, las Iglesias católicas orientales unidas al Sucesor de Pedro manteniendo
sus seculares tradiciones y peculiaridades. Las plataformas y posibilidades para el
diálogo son muchas. Sin embargo, ¡Cuán difícil es iniciarlo y conducirlo! Y de cómo
son graves las consecuencias del diálogo fallido, lo testimonia la historia dolorosa
y frecuentemente sangrienta de aquella tierra. Una historia, en la que se inscriben
los eventos de la época reciente, de los últimos años, meses y días, atada a las divisiones
internas del Islam, a la instrumentalización del fundamentalismo religioso con fines
políticos; al terrorismo, al comercio de droga, a los intereses políticos y económicos
de los estados de diversos continentes.
Hablando del diálogo interreligioso
el Papa subraya que en la perspectiva de Oriente Medio éste no está dictado por consideraciones
pragmáticas políticas o sociales, sino que está construido antes que nada sobre los
fundamentos teológicos referidos a la fe. Es entonces cuando la fe consuela al hombre
en la convicción de la existencia de Dios, de su bondad y amor ofrecido al hombre.
Por ello la fe, independientemente de la pertenencia religiosa, hace al hombre capaz
de abrirse al bien y a la verdad, que cualquiera puede poseer, aún si se cree de modo
diverso.
En Europa se habla mucho del diálogo. También se habla mucho de la
libertad en todos sus aspectos porque el diálogo está inseparablemente unido a la
libertad. Tal vez, y justamente a la luz de la nueva exhortación pontificia, los habitantes
de Europa –por enésima vez- tendrían que interrogarse sobre el significado de la libertad
y del diálogo. En Oriente Medio, donde no solamente faltan desde siempre la paz y
la estabilidad, y donde inclusive para los creyentes en Cristo peligran hasta las
más elementales condiciones de supervivencia; los cristianos dan prueba de una identidad
que permanece muy fuerte no obstante ellos sean una minoría, y de que estén sujetos
a persecuciones y discriminaciones. Gracias a la fe que no solo echa las bases para
un debate teológico, sino que antes que nada da la fuerza para vivir una existencia
creativa en una comunidad multicultural, el grito de los cristianos pidiendo el diálogo
y la libertad aparece con un fuerte fundamento.
En este clima el Papa pide
el respeto de la libertad religiosa, y el fin de la violencia, de la discriminación
y del odio. Recordando las enseñanzas del Concilio Vaticano II, escribe que la libertad
religiosa es el culmen de todas las libertades. Es un derecho santo e inalienable,
por practicar tanto a nivel individual que comunitario. En la religión y en la expresión
del culto, la libertad sigue la voz de la conciencia, consintiendo de elegir la religión
que uno considera verdadera y dando la posibilidad de expresar públicamente la propia
fe. Debe existir la posibilidad de una libre confesión de la propia religión, y la
exposición de sus símbolos, sin arriesgar la vida y la libertad personal
Tal
vez este es uno de los pensamientos que Benedicto quiere entregar a Europa, a ella
que, paradójicamente, en nombre de la libertad, de la modernidad y de la rectitud
política, constantemente promueve un cierto modelo de actitud anticristiana, y con
particular eficacia se aleja de las raíces religiosas sobre las que ha sido formada.
Tal vez Europa cree que sin fe y por tanto sin fundamentos teológicos, es posible
construir en esta tierra un diálogo duradero, paz y bienestar. Naturalmente podemos
imaginarnos a este continente con las iglesias transformadas en galerías de arte y
gimnasios, sin cruces expuestas en público, sin valores retrógrados que defienden
el matrimonio y la familia, y entre todo esto apenas un manojo de cristianos que se
esconde del mundo en alguna catacumba moderna. ¿Será entonces, una vez más, la tierra
en la que el hombre madurará en su plenitud? ¿Acaso será todavía Europa?
P.
Leszek Gęsiak SJ, responsable del Programa Polaco de Radio Vaticano (PLJR-RV)