Apremiante responsabilidad civil y política de los cristianos en la sociedad, recuerda
el Papa
(RV).- (Con audio) Benedicto XVI alentó el compromiso cristiano en la justicia social
- confiando en la incesante y misteriosa presencia de Dios en la historia - sin
resignarse ante la gravedad de la crisis ética y económica, los desafíos, las dificultades
y la lógica del mercado, tutelando en todo momento la inalienable dignidad de la
vida humana, el matrimonio y la familia.
El Papa recordó el deber y compromiso
de los responsables civiles y políticos en la promoción de la justicia social, al
recibir - en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo - a los participantes en el
encuentro de la Internacional Demócrata Cristiana, llegados de tantas partes del mundo,
con motivo de los trabajos de su comité ejecutivo. «El bien común está siempre orientado
hacia el progreso de las personas: “El orden social y su progreso deben subordinarse
al bien de las personas y no al contrario” (GS 26, 3). Este orden tiene por base la
verdad, se edifica en la justicia, es vivificado por el amor», reiteró el Santo Padre,
haciendo hincapié en la actualidad del magisterio del Concilio, en el Catecismo de
la Iglesia Católica, con una constante atención a la Palabra de Dios.
Poniendo
en guardia contra las numerosas y halagadoras respuestas que son «superficiales atajos
a corto plazo, ante las necesidades profundas de la persona», Benedicto XVI señaló
que las opciones fundamentales inherentes al sentido de la vida y la búsqueda de la
felicidad están profundamente enlazadas entre sí. El respeto de la vida en todas sus
fases, con el consiguiente rechazo del aborto provocado y de toda práctica eugenésica;
el respeto del matrimonio, unión indisoluble entre un hombre y una mujer; el respeto
de la familia, cuna de la vida y de la educación, a través de los padres, base de
la convivencia social:
«Un progreso
auténtico de la sociedad humana no podrá prescindir de políticas de tutela y promoción
del matrimonio y de la comunidad familiar. Políticas que deberán adoptar, no sólo
los estados, sino también la misma comunidad internacional, con el fin de invertir
la tendencia de creciente aislamiento del individuo, fuente de sufrimiento y de aridez
también para la misma comunidad».
Antes de su bendición y con sus mejores
deseos de que prosigan con entusiasmo y firmeza en el compromiso personal y público,
Benedicto XVI volvió a recordar la responsabilidad de los políticos y gobernantes
cristianos:
«Honorables
señores y señoras, si es verdad que de la defensa y de la promoción de la dignidad
de la persona humana son ‘rigurosa y responsablemente deudores los hombres y mujeres
en cada coyuntura de la historia’ (Catecismo de la Iglesia Católica, 1929), también
es verdad que dicha responsabilidad concierne, de forma particular, a todos los que
están llamados a desempeñar un papel público. Ellos, en especial, cuando están animados
por la fe cristiana deben ser ‘capaces de transmitir a las generaciones del mañana
razones de vida y de esperanza’ (Gaudium et Spes, 31. Es útil recordar en este sentido
el libro de la Sabiduría: ‘un juicio inexorable espera a los que están arriba’ (Sab
6,5). Advertencia que no quiere asustar, sino más bien animar y alentar a los gobernantes,
en todo nivel, a realizar todas las posibilidades de bien de las que son capaces,
según la medida y misión que el Señor encomienda a cada uno»