Defender la vida y la familia no es retrógrado, sino profético
(RV).- Benedicto XVI ha recibido en el Vaticano a los obispos franceses al final
de su quinquenal Visita al Limina. El Papa ha hecho alusión a las raíces cristianas
de Francia, un “zócalo sólido en el que apoyar los esfuerzos para continuar a anunciar
incansablemente la Palabra de Dios en el espíritu que anima la nueva evangelización,
tema de la próxima asamblea sinodal”. “Francia posee una larga tradición espiritual
y misionera” y por ello el Santo Padre ha invitado “ya desde ahora a dar una respuesta
con valentía y optimismo proponiendo con audacia e inventiva la novedad permanente
del Evangelio, ante los desafíos de una sociedad ampliamente secularizada”.
En
esta perspectiva, y en el marco del Año de la fe y del cincuentenario del Concilio,
el Pontífice ha destacado la “figura del Buen Pastor”, que conoce a sus ovejas y las
quiere hasta tal punto de dar su vida por ellas, señalando que se trata de una de
las más sugestivas del Evangelio. Esta tarea del buen pastor, ha dicho, “se aplica
a los obispos en su solicitud por todos los fieles cristianos, pero igualmente a los
sacerdotes, sus cooperadores”.(audio)
La sobrecarga
de trabajo que pesa sobre vuestros sacerdotes crea la obligación de velar por ellos,
material pero sobre todo espiritualmente, puesto que vosotros sois los responsables
de la santidad de vuestros sacerdotes, a sabiendas, como ya os dije en Lourdes en
2008, que su vida espiritual es el fundamento de su vida apostólica y en consecuencia
la garantía de la fecundidad de todo su ministerio.
Respecto a los problemas
pastorales en las diócesis, el Papa ha dicho que “no habrían de limitarse a cuestiones
de organización, por importantes que sean. Ya que existe el riesgo de poner el acento
en la eficacia de una suerte de burocratización pastoral” en detrimento de la vida
espiritual de los fieles, especialmente “de los cristianos alejados de la práctica
eclesial regular”. (audio)
“La evangelización
exige, en cambio, empezar del reencuentro con el Señor en un diálogo establecido en
la oración, y después concentrarse en el testimonio que hay que dar, a fin de ayudar
a nuestros contemporáneos a redescubrir los signos de la presencia de Dios.
Benedicto XVI ha agradecido “la generosidad de los laicos, llamados a participar
en los oficios y servicios en la Iglesia”. Pero ha recordado que la tarea específica
de los laicos nunca debe ser llevada por la propia iniciativa o de manera autónoma.
Es necesario vigilar en el respeto de las diferencias entre el sacerdocio común de
todos los fieles y el sacerdocio ministerial, que es el de aquellos que han sido ordenados
al servicio de la comunidad.
El Papa ha recordado que este año se celebra el
sexto centenario del nacimiento de Juana de Arco. “Uno de los aspectos más originales
de la santidad de esta joven mujer -ha señalado- es precisamente la relación entre
experiencia mística y la misión política. Vosotros tenéis en ella un modelo de santidad
laical al servicio del bien común”. Luego, el Santo Padre ha puesto de manifiesto
“las amenazas que sufre la familia, fundamento de la vida social”. (audio)
Defender
la vida y la familia en la sociedad no es para nada retrógrado, sino más bien profético
ya que significa la promoción de valores que permitan el pleno desarrollo de la persona
humana, creada a imagen y semejanza de Dios. Matrimonio y familia son instituciones
que deben ser promovidas y protegidas de cualquier equívoco posible sobre su auténtica
verdad, porque todo lo que es perjudicial para ellos constituye en realidad una herida
a la sociedad misma.
Finalmente, Benedicto XVI ha subrayado que “el obispo
diocesano tiene el deber de defender la unidad de toda la Iglesia, en la porción del
Pueblo de Dios a él confiada”, dando espacio a las diferentes sensibilidades que merecen
igual solicitud pastoral, en alusión a una sociedad multirracial, pluricultural y
mundializada, como la francesa. (ER – RV)