La verdadera paz nace de la confianza en Dios. El Papa después de su viaje a El Líbano
(RV).- (Con audio)Como es costumbre al regresar de un viaje apostólico, el
Santo Padre Benedicto XVI -que concluyó el domingo pasado su visita a El Líbano- ofreció
esta mañana a los miles de fieles de numerosos países que participaron en la audiencia
general, celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, un balance de la intensa actividad
que desarrolló en esta nación durante tres días.
En nuestro idioma, el Papa
dijo:
Queridos hermanos
y hermanas: Hoy deseo hablarles de mi viaje apostólico al Líbano en el que
firmé y entregue la Exhortación apostólica post-sinodal Ecclesia in Medio Oriente,
y donde he tenido ocasión de encontrarme con una multitud de creyentes, no solo de
aquel país, sino también de todo el Oriente Medio, para reflexionar, dialogar y, sobre
todo, orar juntos. Han sido unos días vividos con entusiasmo y en un clima sereno
y constructivo, una experiencia de respeto reciproco, de comprensión y de fraternidad,
que constituye un fuerte signo de confianza para toda la humanidad. Doy gracias al
Señor por este don precioso, que da esperanza para el futuro de la Iglesia en ese
territorio: jóvenes, adultos y familias animadas por un gran deseo de arraigar sus
vidas en Cristo, permanecer en el Evangelio y caminar juntos en la Iglesia. Estoy
convencido de que el pueblo libanés, en su diversidad, pero bien amalgamada composición
religiosa y social, sabrá testimoniar con nuevo impulso la verdadera paz, que nace
de la confianza en Dios. A todos les he asegurado que la Iglesia universal les está
particularmente cercana con el afecto y la oración.
Dirigiéndose a los
peregrinos procedentes de América Latina y de España, Su Santidad afirmó:
Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España,
México, Colombia, Venezuela, Argentina, y otros países latinoamericanos. Invito a
todos a dar gracias al Señor que me ha concedido vivir esta visita apostólica. Confiemos
a la materna intercesión de María los propósitos de bien y las justas aspiraciones
de todo el Oriente Medio. Muchas gracias.
Texto completo de la alocución
del Papa durante la Audiencia General es esta mañana:
“Un padre junto a
sus hijos en graves problemas”
Quiero volver a recorrer brevemente, con
el pensamiento y con el corazón, las extraordinarias jornadas del Viaje apostólico
que realicé a El Líbano. Un Viaje que he fuertemente querido, no obstante las circunstancias
difíciles, considerando que un padre debe estar siempre junto a sus hijos cuando encuentran
graves problemas. Me ha movido el vivo deseo de anunciar la paz que el Señor resucitado
ha dejado a sus discípulos, sintetizándolo en las palabras «Les doy mi paz - - سَلامي
أُعطيكُم» (Jn 14,27). Mi Viaje tenía como objetivo principal la firma y la entrega
de la Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Medio Oriente a los representantes
de las Comunidades católicas de Oriente Medio, como también a las demás Iglesias y
comunidades eclesiales y también a los Jefes musulmanes.
Ha sido un evento
eclesial conmovedor y, al mismo tiempo, una generosa ocasión de diálogo vivida en
un País complejo pero emblemático para toda la región, a causa de su tradición de
convivencia y de laboriosa colaboración entre las diversas componentes religiosas
y sociales. Frente a los sufrimientos y los dramas que permanecen en aquella zona
de Oriente Medio, he manifestado mi profunda cercanía a las legítimas aspiraciones
de aquellas queridas poblaciones, llevándoles un mensaje de aliento y de paz. Pienso
en particular al terrible conflicto que atormenta a Siria, causando, además de miles
de muertes, un flujo de prófugos que se vuelcan en la región a la búsqueda desesperada
de seguridad y de futuro; y no olvido la situación difícil de Irak. Durante mi Visita,
la gente de El Líbano y de Oriente Medio – católicos, representantes de las otras
Iglesias y Comunidades eclesiales y de las diversas comunidades musulmanas –ha vivido,
con entusiasmo y en un clima distendido y constructivo, una experiencia importante
de respeto recíproco, de comprensión y de fraternidad, que constituye un fuerte signo
de esperanza para toda la humanidad. Pero es sobre todo el encuentro con los fieles
católicos de El Líbano y de Oriente Medio, presentes por miles, el que ha suscitado
en mi ánimo un sentimiento de profunda gratitud por el ardor de su fe y de su testimonio.
Doy
gracias al Señor por este don precioso, que da esperanza para el futuro de la Iglesia
en aquellos territorios: jóvenes, adultos y familias animadas por el tenaz deseo de
arraigar su vida en Cristo, permanecer anclados al Evangelio, caminar juntos en la
Iglesia. Renuevo mi agradecimiento también a cuantos han trabajado incansablemente
por esta Visita: los Patriarcas y los Obispos de El Líbano con sus colaboradores,
la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, las personas consagradas, los fieles
laicos, los cuales son una realidad preciosa y significativa en la sociedad libanesa.
He podido constatar directamente que las Comunidades católicas libanesas, mediante
su presencia milenaria y su compromiso pleno de esperanza, ofrecen una significativa
y apreciada contribución en la vida cotidiana de todos los habitantes del País. Un
pensamiento grato y deferente va a las Autoridades libanesas, a las instituciones
y asociaciones, a los voluntarios y a cuantos han ofrecido el apoyo de la oración.
No puedo olvidar la cordial acogida que he recibido del Presidente de la República,
Señor Michel Sleiman, como también de las varias componentes del País y de la gente:
ha sido una acogida calurosa, según la célebre hospitalidad libanesa. Los musulmanes
me han acogido con gran respeto y sincera consideración; su constante y partícipe
presencia me ha dado modo de lanzar un mensaje de diálogo y de colaboración entre
Cristianismo e Islam: me parece que ha llegado el momento de dar juntos un testimonio
sincero y decidido contra las divisiones, contra la violencia y las guerras. Los católicos,
venidos también de los Países colindantes, han manifestado con fervor su profundo
afecto al Sucesor de Pedro.
Después de la bella ceremonia a mi llegada al aeropuerto
de Beirut, la primera cita era de particular solemnidad: la firma de la Exhortación
apostólica postsinodal Ecclesia in Medio Oriente, en la Basílica Greco-Melquita de
San Pablo en Harissa. En esta circunstancia invité a los católicos de Oriente Medio
a fijar la mirada sobre Cristo crucificado para encontrar la fuerza, también en contextos
difíciles y dolorosos, de celebrar la victoria del amor sobre el odio, del perdón
sobre la venganza y de la unidad sobre la división. A todos he asegurado que la Iglesia
universal está más que nunca cercana, con el afecto y la oración a la Iglesia en Oriente
Medio: ellas, pese a ser un «pequeño rebaño», no deben temer, en la certeza de que
el Señor está siempre con ellos. El Papa no los olvida.
En el segundo día de
mi Viaje apostólico encontré a los representantes de las Instituciones de la República
y del mundo de la cultura, el Cuerpo diplomático y los Jefes religiosos. A ellos,
entre otras cosas, he indicado un camino por recorrer para favorecer un futuro de
paz y de solidaridad: se trata de actuar para que las diferencias culturales, sociales
y religiosas lleguen, en el diálogo sincero, a una nueva fraternidad, donde aquello
que une es el sentido compartido de la grandeza y dignidad de cada persona, cuya
vida va siempre defendida y tutelada. En la misma jornada celebré un encuentro con
los Jefes de las Comunidades religiosas musulmanas, que se desarrolló en un espíritu
de diálogo y de benevolencia recíproca. Doy gracias a Dios por este encuentro. El
mundo de hoy necesita signos claros y fuertes de diálogo y de colaboración, y de esto
El Líbano ha sido y debe seguir siendo un ejemplo para los Países árabes y para el
resto del mundo.
Por la tarde, en la residencia del Patriarca Maronita, fui
acogido por el entusiasmo incontenible de miles de jóvenes libaneses y de los Países
vecinos, que han dado vida a un festivo y orante momento, que permanecerá inolvidable
en el corazón de muchos. He subrayado la fortuna que tienen de vivir en aquella parte
del mundo que ha visto a Jesús, muerto y resucitado por nuestra salvación y el desarrollo
del Cristianismo, exhortándolos a la fidelidad y al amor por su tierra, no obstante
las dificultades causadas por la falta de estabilidad y de seguridad. Además los he
alentado a permanecer firmes en la fe, confiados en Cristo, fuente de nuestro gozo,
y a profundizar la relación personal con Él en la oración, como también a permanecer
abiertos a los grandes ideales de la vida, de la familia, de la amistad y de la solidaridad.
Mirando jóvenes cristianos y musulmanes hacer fiesta en gran armonía, los he impulsado
a construir juntos el futuro de El Líbano y de Oriente Medio y a oponerse juntos a
la violencia y a la guerra. La concordia y la reconciliación deben ser más fuertes
que los impulsos de muerte.
En la mañana del domingo, hubo un momento muy intenso
y participado de la Santa Misa en el City Center Waterfront de Beirut, acompañada
por sugestivos cantos, que han caracterizado también las otras celebraciones. A la
presencia de numerosos Obispos y de una gran multitud de fieles, provenientes de todas
partes de Oriente Medio, he querido exhortar a todos a vivir la fe y a testimoniarla
sin temor, en la certeza de que la vocación del cristiano y de su Iglesia es aquella
de llevar el Evangelio a todos sin distinción, según el ejemplo de Jesús. En un contexto
marcado por ásperos conflictos, he llamado la atención sobre la necesidad de servir
la paz y la justicia, haciéndose instrumentos de reconciliación y constructores de
comunión. Al final de la celebración eucarística, tuve el gozo de entregar la Exhortación
apostólica que recoge las conclusiones de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos
dedicada a Oriente Medio. Mediante los Patriarcas y los Obispos orientales y latinos,
los sacerdotes, los consagrados y los laicos, este Documento quiere llegar a todos
los fieles de aquella querida región, para sostenerlos en la fe y en la comunión y
lanzarlos al camino de la tan auspiciada nueva evangelización. En la tarde, ante la
sede del Patriarcado Siro-católico, tuve la alegría de un fraterno encuentro ecuménico
con los Patriarcas ortodoxos y ortodoxos orientales y los representantes de aquellas
Iglesias, como también de las Comunidades eclesiales.
Queridos amigos, los
días transcurridos en El Líbano han sido una estupenda manifestación de fe y de intensa
religiosidad y un signo profético de paz, La multitud de creyentes, provenientes del
entero Oriente Medio, tuvo la oportunidad de reflexionar, de dialogar y sobre todo
de orar junta, renovando el compromiso de arraigar la propia vida en Cristo. Tengo
la certeza de que el pueblo libanés, en su multiforme pero bien amalgamada composición
religiosa y social, sabrá dar testimonio con nuevo impulso de la verdadera paz, que
nace de la confianza en Dios. Auspicio que los varios mensajes de paz y de estima
que quise dar, puedan ayudar a los gobernantes de la Región a cumplir los pasos decisivos
hacia la paz y hacia una mejor comprensión de las relaciones entre cristianos y musulmanes.
De mi parte sigo acompañando aquellas amadas poblaciones con la oración, para que
permanezcan fieles a los compromisos asumidos. A la materna intercesión de María,
venerada en tantos y antiguos santuarios libaneses, confío los frutos de esta Visita
pastoral, como también los propósitos de bien y las justas aspiraciones del entero
Oriente Medio.