Sólo en Dios la paz tiene su fundamento último y la concreta posibilidad de realizarse
(RV).- Concluye este 11 de agosto la visita a Japón de Mons. Pier Luigi Celata, Secretario
emérito del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso y nuevo vice-Camarlengo
de la Santa Iglesia Romana, quien durante estos días estuvo en las ciudades de Hiroshima
y Nagasaki participando, junto a la población, en las diversas manifestaciones por
la paz a 67 años de la primera explosión atómica.
En efecto, Japón conmemoró
a los muertos de Hiroshima y Nagasaki en cierto modo aún en plena crisis nuclear,
tras la catástrofe de la central de Fukushima, provocada por el terremoto y tsunami
del 11 de marzo del año pasado. Y lo hizo honrando su memoria con un minuto de silencio,
muy cerca del punto en que fue lanzada la segunda bomba atómica, para hacer de Nagasaki
“la última ciudad que haya sido atacada con un arma nuclear”, tal como lo afirmó su
alcalde, Tomihisa Taue, quien añadió que “el uso de las armas atómicas y su desarrollo
debe ser claramente prohibido”.
Tras haber celebrado la Misa, el pasado 6 de
agosto, en la Catedral de Hiroshima –donde también visitó el Museo de la explosión
atómica así como el Monumento a la Paz, en el mismo lugar en que en el año 1981 el
beato Juan Pablo II hizo un ardiente llamamiento, recordando que “la guerra es obra
del hombre; la guerra es la destrucción de la vida humana; la guerra es la muerte”,
el Arzobispo celebró el día 9 la misa en Nagasaki, ocasión enla que afirmó que “la
oración por las víctimas de aquel horrible evento se vuelve una imploración a Dios
para que nos done el bien de la paz”.
El Prelado subrayó el don que representó
participar en esa función junto a la población de esa ciudad víctima del segundo bombardeo
atómico que causó, “indiscriminadamente, tanta muerte, sufrimiento y destrucción”.
Tras saludar a Mons. Joseph Takami Mitsuaki, arzobispo metropolitano de Nagasaki junto
al Arzobispo Joseph Chennot, Nuncio Apostólico en Japón, así como a los sacerdotes,
religiosos, religiosas, fieles y amigos de las demás tradiciones religiosas, el Arzobispo
Celata subrayó que “los creyentes de las diversas religiones están llamados a colaborar
con todos en la construcción de la paz, ofreciendo, además, la contribución específica
de sus tradiciones espirituales”.
Y a este propósito explicó que su contribución
puede identificarse en los conceptos de “compasión”, “misericordia”, “perdón” y “amor”;
actitudes que reflejan, aun en sus diferencias, la convicción común de que todos
los seres humanos pertenecen a la única familia humana y participan en el mismo destino
final.
Al dirigirse de modo particular a los cristianos, Mons. Celata dijo
que “el don de la fe ofrece luz para comprender que sólo en Dios la paz tiene su fundamento
último y la concreta posibilidad de realizarse”. Porque como explicó, “Dios es Creador
y Padre de todos los seres humanos, a quienes llama, por tanto, a vivir como hermanos.
Y esta fraternidad tuvo su inicio definitivo en Jesús, que murió por amor para reconciliarnos
con el Padre y entre nosotros”.
El Secretario emérito del Consejo Pontificio
para el Diálogo Interreligioso recordó asimismo que “el testimonio de fidelidad a
Dios y de amor hacia los hermanaos cristianos y no cristianos ofrecido por los santos
y beatos mártires de Nagasaki nos invita a mirar, con renovada adhesión de fe, a las
tantas víctimas de la barbarie de la guerra nuclear”. E hizo un llamamiento a “rezar
y trabajar para que la paz se afirme por doquier y con ella pueda florecer la vida
verdadera”.