Santo Domingo de Guzmán, en los saludos del Papa en otras lenguas.
(RV).-
Benedicto XVI ha saludado después en distintas lenguas a los peregrinos llegados a
Castel Gandolfo. En francés el Santo Padre ha dicho que “en la escuela de santo Domingo
de Guzmán podremos ser amantes de Dios, imitadores de Cristo, hombres y mujeres de
oración, savia protectora de nuestras acciones y de nuestro testimonio”. El Papa ha
invitado en este tiempo de vacaciones, a que nos dejemos guiar más por el Espíritu
Santo, para profundizar nuestra comunión con Dios y con los demás
En su saludo
en inglés, Benedicto XVI ha insistido en la fiesta de Santo Domingo, el fundador de
la Orden de Predicadores. “En su vida, -ha afirmado el Pontífice- Santo Domingo fue
capaz de combinar la oración constante y fervorosa con la actividad en el servicio
del Señor y su Iglesia. Con su ejemplo y su intercesión, puedan todos redescubrir
la importancia y la belleza de la oración diaria, y dar testimonio gozoso de nuestra
fe en Cristo Salvador”.
Dando la bienvenida a los peregrinos de lengua alemana
Benedicto XVI ha recordado que Santo Domingo, “era un hombre de oración, que siempre
hablaba con Dios. La relación con Dios en la oración fortalece nuestra fe y nos da
fuerza en los desafíos de la vida”.
Al saludar a los fieles de lengua portuguesa
y recordar la festividad de Santo Domingo, el Papa ha subrayado que “la oración abre
la puerta de nuestra vida a Dios y en ella Dios nos enseña a salir de nosotros mismos
al encuentro de los demás, participando todos en la presencia luminosa de Dios, que
habita en nosotros”.
Breve hagiografía de Santo Domingo de Guzmán
Santo
Domingo de Guzmán nació en Caleruega (España), alrededor del año 1170. Estudió teología
en Palencia y fue nombrado canónigo de la Iglesia de Osma. Con su predicación y con
su vida ejemplar, combatió con éxito la herejía albigense. Con los compañeros que
se le adhirieron en esta empresa, fundó la Orden de Predicadores. Murió en Bolonia
el 6 de agosto de 1221. Fue canonizado por Gregorio IX en 1234. Santo Domingo
fue contemporáneo de San Francisco de Asís y como él pertenecía una familia rica.
Su padre, Félix de Guzmán, era noble acompañante del Rey. Su madre era la Beata Juana
de Aza de quien Domingo recibió su educación primera.
Eran tiempos de continuas
guerras contra los moros y entre los mismos príncipes cristianos. Y el hambre sobrevino
a toda aquella región de Palencia. Domingo se compadeció profundamente de los pobres
y les fue entregando sus pertenencias. Acompañando en un viaje diplomático por
Europa al Obispo de Osma, en 1203, con la misión de dirigirse a Dinamarca a pedir
la mano de una dama de la nobleza para el hijo del rey, al pasar por Francia, Flandes,
Renania e Inglaterra, Domingo quedó preocupado al constatar la extensión de las grandes
herejías que negaban muchos dogmas de la fe católica. En 1207, el santo, con algunos
compañeros, entre ellos el Obispo de Osma, se entrega de lleno a la vida apostólica,
viviendo de limosnas, que diariamente mendigaba, renunciando a toda comodidad, caminando
a pie y descalzo, sin casa ni habitación propia en la que retirarse a descansar, sin
más ropa que la puesta. Comprendiendo la necesidad de instruir a aquellas gentes
que caían en las herejías, determinó fundar la Orden de predicadores, dispuestos a
recorrer pueblos y ciudades para llevar a todas partes la luz del Evangelio. Más tarde,
uno de sus discípulos en la orden será la lumbrera más grande que haya tenido la iglesia
universal: Santo Tomás de Aquino.
Santo Domingo fue un gran amigo de San Francisco
de Asís, a quien visitó y abrazó efusivamente y con el que compartió muchos puntos
de su vida apostólica. Todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer
en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar
almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente. Hacía
estrictas penitencias: temporadas de 40 días de ayuno a pan y agua. Dormía sobre duras
tablas. Caminaba descalzo. Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una
sola palabra. Predicaba a pesar de estar enfermo. Nunca mostraba desánimo. Sus libros
favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. (ER – RV)